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1996/08/31 07:00:00 GMT+2

La locura del Poder

Según el premio Nobel de Literatura Wole Soyinka, que fue invitado a disertar el pasado martes en el X Congreso de Psiquiatría, en Madrid, «la mitad de los gobernantes del mundo debería estar en una residencia de locos».

Es un punto de vista simpático, pero notablemente superficial. «El Poder es una forma de locura», dijo Wole Soyinka, para explicarse. Y preguntó acto seguido, a modo de prueba irrefutable: «¿Qué fueron Hitler o Stalin?».

Pues bien, le diré lo que fueron: dirigentes adorados por millones de sus contemporáneos. En sus países, sobre todo, pero también fuera de ellos.

Apelar a la locura de los políticos -Wole Soyinka citó también a Bokassa y a Pol Pot- es un modo simplista de resolver el expediente. La cuestión no es que Austria, Georgia, Ubangui Chari o Camboya sirvieran de cuna a personajes de ese género, espectacularmente paranoicos y megalómanos. Pirados hay en todas partes, en número y grado más que suficiente. Por lo que hay que interrogarse es por las condiciones económicas, políticas y sociales que hicieron posible que individuos como esos llegaran a encaramarse a puestos de máxima responsabilidad en sus respectivos países, y a mantenerse en ellos el tiempo suficiente como para causar incalculables estragos.

Una llama echada al agua no es menos llama que otra lanzada sobre diez mil litros de gasolina, pero los efectos producidos por la una y la otra son llamativamente diferentes. De la primera es poco probable que hable nadie; la segunda tiene muchas posibilidades de hacerse célebre. Si en la Alemania de los años treinta o en la Unión Soviética de los veinte no hubieran existido realidades sociales propicias y poblaciones deseosas de escuchar mensajes como los suyos, Adolf Hitler no habría pasado de ser un sargento plasta, y Jósif Djugáshvili habría acabado probablemente sus días como empleaducho de cualquier ministerio, empinando el codo y contando chistes verdes, que es lo que mejor se le daba.

Pongamos que, como sugiere el Nobel de Literatura nigeriano, la mitad de los gobernantes del mundo fuera recluida urgentemente en residencias psiquiátricas, por pura profilaxis social. ¿Qué se lograría con ello? Nada en absoluto. Otros políticos -tan desaprensivos como ellos, tan soberbios como ellos, tan iluminados como ellos, si hiciera al caso- tomarían el relevo.

Lo cual no es sólo aplicable a los líderes políticos más sangrientos y brutales. También a los más grises y discretos. Cada realidad social destila en cada momento el tipo de dirigentes políticos que necesita. Y cuando requiere paz, los busca pacíficos. Y cuando guerra, belicosos.

Nótese que a veces ni siquiera necesita cambiarlos para cumplir funciones opuestas. Así, no es raro que el pacífico de un día sirva para atizar la guerra del siguiente. O que el adorador de la Justicia de ayer pase a convertirse en santificador de los crímenes de Estado.

Javier Ortiz. El Mundo (31 de agosto de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de agosto de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/08/31 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo locura 1996 pol_pot soyinka psiquiatría stalin preantología hitler bokassa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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