Ha causado un gran revuelo la noticia: el PNV y EA van a presentar en el Parlamento de Vitoria un proyecto de modificación de la Ley Electoral. El PP y el PSOE han calificado la iniciativa de «locura», «cacicada», «práctica bananera» y no sé cuantas cosas más. IU-EB ha declarado que no ve clara la cosa, pero no se opone en principio a que el asunto vaya al Pleno. Sozialista Abertzaleak (ex HB) ha venido a decir que ya verán.
Comprendo el desconcierto de la mayoría del personal -del no vasco sobre todo- que trata de hacerse un criterio propio. La Ley Electoral de mi tierra es lo suficientemente complicada como para hacerse un lío con ella: no digamos ya con sus modificaciones.
Aportaré algunos datos y unos cuantos criterios de mi propia cosecha.
Primer punto: no tienen razón el PP y el PSOE cuando dicen que es «totalmente intolerable» el proyecto nacionalista. Según la legislación vigente, el establecimiento de las normas electorales en cuestión corresponde al Parlamento autónomo.
Segundo punto: no tienen razón el PNV y EA cuando afirman que éste es un momento tan bueno como cualquier otro, en principio, para proceder a esa reforma. A tres meses de unas elecciones, toda reforma de la legislación electoral cobra un sesgo inevitablemente sospechoso. Y ésta lo tiene, en la medida en que su aplicación, de mantenerse estable la distribución de votos, beneficiaría a los partidos nacionalistas, particularmente en Álava.
Dicho lo cual, convendrá que quienes no estén al tanto del asunto sepan que la actual Ley Electoral Vasca presenta un déficit democrático de mil pares. Concede una representación numéricamente igualitaria a las tres provincias, pese a que sus densidades de población son muy diferentes. Eso hace que el voto de un habitante de Álava tenga en la práctica un derecho de representación cuatro veces superior al de un ciudadano de Vizcaya y algo más de dos veces superior el de otro de Guipúzcoa.*
Esta desigualdad objetiva, contraria al principio democrático «una persona, un voto», se mantiene en nombre de razones históricas, vinculadas al Derecho Foral. En mi criterio, constituye una aberración. Ninguna tradición puede justificar que se deforme hasta ese punto la voluntad política del pueblo vasco en tanto que tal. Eso sin contar con el hecho, nada baladí, de que, así privilegiado el electorado alavés, la derecha españolista vasca, fuerte en Álava, consigue una sobrerrepresentación política totalmente injusta.
Pero esto, con ser malo, no es todo: la realidad resulta todavía peor. Porque, si el electorado alavés se ve privilegiado con respecto al vizcaíno y al guipuzcoano, dentro de la propia Álava también hay desigualdades. La división de Álava en circunscripciones está hecha de tal modo que el voto de los electores de Vitoria vale mucho más que los del resto del territorio. Y esto sin la más mínima tradición foral que lo justifique, porque es un invento de la legislación electoral del postfranquismo. Lo que el PNV y EA proponen ahora es que Álava recupere su viejo ordenamiento territorial, que dividía la provincia en siete comarcas (allí llamadas cuadrillas). Lo cual, con independencia de que se ajuste más a la tradición -cosa que, a decir verdad, a mí no me produce ni frío ni calor-, consigue igualar bastante más la trascendencia del voto del conjunto de los pobladores de Álava.
«¡Esta reforma busca arrebatarnos el control de las instituciones alavesas!», claman el PP y el PSOE. Veamos: esta reforma apunta a que la igualdad pinte algo más en la normativa electoral vasca. Si de ello se desprende que ellos acaban perdiendo un control político que han logrado mediante vericuetos leguleyos ajenos a la puridad democrática, el problema es suyo. Esfuércense y consigan más votos. La democracia va de eso.
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* Me hace ver muy oportunamente un fiel lector, datos en mano, que este fenómeno, en lo que a sus resultados políticos prácticos se refiere, se ve compensado por el hecho de que, con el actual sistema electoral, el voto depositado en Guipúzcoa, donde el conjunto nacionalista es ampliamente mayoritario, tiene un valor doble al emitido en Vizcaya. Pero que esta especie de vasos comunicantes electorales acabe por producir un resultado aproximadamente justo no neutraliza mis objeciones al sistema electoral vasco, porque el equilibrio se produce por feliz y venturoso azar, no porque la legislación sea la adecuada.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (4 de febrero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de febrero de 2017.
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