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1998/12/02 07:00:00 GMT+1

La jugada de Aznar

José María Aznar no tiene prisas. Para casi nada. Como todos los hombres recelosos y desconfiados -él lo es, y en grado sumo-, huye de las decisiones rápidas y siente aversión infinita por las improvisaciones. Antes de dar un paso, confirma la solidez del terreno, mira a derecha e izquierda para asegurarse de que no viene nadie, se pregunta una y otra vez si no le convendría más quedarse quieto...

Siendo así en todo y para todo, imagínenselo en lo relativo a la negociación con ETA. Los pies de plomo le parecen leves. Ténganlo ustedes por seguro: no hará nada de lo que no esté absolutamente convencido. Y, cuando lo esté, no lo hará hasta que se vea obligado a ello.

La prudencia -incluso la más extrema- no es mala en sí misma. El célebre lema de Jacques Danton («¡Audacia, más audacia, siempre audacia!») está bien, pero no cabe afirmar que resulte de aplicación universal. Yo, por lo menos, no me lo pondría en el salpicadero del coche. Pero la prudencia extrema también puede acabar siendo muy arriesgada, según en qué casos.

Aznar se hace un cálculo. ¿Qué pretende obtener él de ETA? Que no mate. Pues ya lo tiene: no está matando. Sería preferible, sin duda, que fuera una decisión firme y definitiva, pero lo que hay no está nada mal (sin contar con que en esta vida nada puede considerarse definitivo, salvo la propia muerte). De modo que, si él es ya de por sí muy poco dado a las prisas, en este caso todavía menos.

Mira el calendario. Ahora, hasta que se forme el Gobierno vasco, mejor estarse quieto. Luego viene echando virutas la campaña de las elecciones municipales: mal momento para hacer nada. Tras de eso, todo el lío de las alianzas para formar gobiernos en municipios y diputaciones, que en Euskadi será fino. Y luego el verano. Y después las elecciones catalanas. Y ya, a la vuelta de la esquina, como quien dice, las elecciones generales, con su campaña correspondiente. En resumen: que de aquí a las urnas del 2000 sólo hay unos pocos meses hábiles a efectos políticos. La tentación para alguien como él es evidente: marear la perdiz en el ínterin, que tampoco es mucho, y llegar hasta la siguiente cita con el electorado con un panorama como el actual, que le es muy favorable para revalidarse como presidente.

Esencia de la táctica: no hacer nada. Cruzarse de brazos y vencer: resulta hasta chistoso.

Todo estupendo, sí. Pero con un problema: que el que está enfrente no es imbécil de remate, y puede darse cuenta del chiste.

Y lo mismo no le hace gracia, e incluso se enfada.

Javier Ortiz. El Mundo (2 de diciembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de diciembre de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/12/02 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: españa tregua 1998 aznarismo eta euskal_herria lizarra_garazi aznar el_mundo euskadi | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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