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2002/02/26 06:00:00 GMT+1

La fortaleza

Ignoro qué habrá de verdad y qué de mero rumor en la noticia publicada ayer en El País, según la cual varios alcaldes y concejales de Batasuna -algunos de ellos situados al frente de ayuntamientos clave para el MLNV- han anunciado a la dirección del partido que o ETA inicia una tregua indefinida de modo inmediato o ellos no se presentarán a las elecciones municipales del año próximo. Cuenta El País que hay importantes cargos municipales que no quieren representar una opción política con la que están en franco desacuerdo, que les ha acarreado berrinches de mucho cuidado y a la que no atribuyen mayores posibilidades de éxito. Batasuna y algunos de los electos aludidos han negado que se haya producido nada de ese género, pero eso tampoco quiere decir gran cosa: no sería la primera vez que niegan divergencias realmente existentes en nombre de la necesidad de «lavar los trapos sucios en casa».

De ser cierto lo relatado por el periódico de Polanco, el problema que afrontaría Batasuna sería importante. Porque, a diferencia de otros comicios, los municipales dependen en muy buena medida del prestigio local de los candidatos. En las anteriores elecciones, celebradas en plena tregua, Euskal Herritarrok consiguió animar a bastantes líderes vecinales de ideología abertzale para que encabezaran sus listas o participaran en ellas en puestos destacados. Muchos de los votos que obtuvo entonces -220.000- los logró precisamente por contar con el concurso de esos candidatos con tirón popular. Si ahora le dan la espalda, no tendrá más remedio que confeccionar las listas echando mano de sus incondicionales, cuyo ascendiente ante en el vecindario es muy inferior. Entre otras cosas, porque es gente poco o nada implicada en el trabajo municipal diario.

Los incondicionales -incondicionales de ETA, mayormente- sostienen que la lógica de estos representantes municipales no apunta a la obtención de tal o cual objetivo táctico, sino que va directamente en contra de la existencia de ETA. Que lo que en realidad están reclamando no es una tregua, sino el cese definitivo del activismo armado. Y tienen razón. Lo califican de «tregua» tan sólo para hacérselo más digerible. Para ayudarles a salvar la cara. Lo que quieren es que ETA haga como aquellos tenderos que tenían puesto un cartel que decía «Hoy no se fía; mañana sí» y nunca lo quitaban.

La perspectiva que afrontan los Otegi y compañía es fina. Para empezar, porque no depende de ellos que ETA declare o deje de declarar la tregua. Si se lo reclaman públicamente -en privado muchos de ellos ya lo tienen planteado desde hace tiempo-, corren el riesgo de verse desautorizados, lo que les abocaría a la escisión. Pero, si no lo hacen, pueden encontrarse con un revés electoral de los que hacen época y quedar desprovistos de muchos de los resortes de poder local con los que han contado hasta ahora, lo que ahondaría gravemente su marginación política.

Esa es la nada envidiable disyuntiva que se les presenta.

Sólo una cosa puede librarles de afrontar tan incómoda opción: que los astutos estrategas de Madrid decidan ilegalizar Batasuna. En ese caso, la reacción del MLNV será monolítica: prietas las filas, y a ver quién es el guapo que se pone a dar la murga con disidencias.

Es cierto que no hay mejor modo de tomar una fortaleza que sembrar la división entre quienes la defienden. Pero también lo contrario es exacto: no hay peor modo de asaltarla que atacarla alocadamente.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (26 de febrero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/02/26 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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