Récord de pateras sobre el Estrecho. Dice el secretario general del PP, Javier Arenas, que la culpa es del «efecto llamada».
La cosa del «efecto llamada» les sirve ya lo mismo para un roto que para un descosido. Se inventaron esa extraña etiqueta durante los meses previos al término del plazo que se estableció para legalizar sin demasiados trámites burocráticos la situación de los inmigrantes clandestinos ya instalados en España. Decían que, si muchos más venían en masa y de cualquier manera, era porque albergaban la esperanza de poder acogerse a las facilidades que habían otorgado. (Un argumento bastante absurdo, dicho sea de paso, porque aquellas facilidades no abarcaban a los recién llegados). Se acabó en todo caso el plazo y desaparecieron las semi-facilidades, pero ellos como si nada: siguen apelando al «efecto llamada» con total desenvoltura.
Conmina Javier Arenas al PSOE a apoyar su proyecto de reforma de la Ley de Extranjería. Si no lo hace -le dice-, pagará un alto precio político: «Los ciudadanos españoles quieren que los grandes partidos mantengan el consenso en los temas de Estado». Extraño razonamiento, a fe, si se tiene en cuenta que en el Parlamento ya hay un amplio consenso, del que sólo disiente el propio PP. ¿Por qué se empeña en reclamar que la montaña vaya a él, en lugar de ir él a la montaña? Es el PP el que se ha negado al consenso (aunque, a decir verdad, no creo que pague un gran precio político por ello).
«Estamos obligados a actuar así» -suelen alegar- «porque la reforma de la Ley de Extranjería estaba en el programa electoral que votó la mayoría». La mayoría, según ha puesto de relieve una reciente encuesta, admite que no conoce la Ley de Extranjería, así que malamente puede exigir que se reforme. Es imposible saber quién votó al PP por este asunto, quién lo hizo a pesar de él y quién ni pensó en ello a la hora de votar.
«Es necesario que adecuemos el flujo de inmigración a nuestras posibilidades de acogida», añaden. Admito que esta proposición tiene más visos de racionalidad. Pero choca con un obstáculo difícil de orillar: tan sólo una parte de los inmigrantes que llegan a España lo hacen con la voluntad de quedarse aquí. Me cuentan que en torno a un 70% de los inmigrantes que regularizaron su situación legal en Almería se han marchado camino del otro lado de los Pirineos en cuanto han tenido sus papeles en regla. En Francia vuelve a haber demanda de mano de obra foránea y muchos de ellos son francófonos.
No vienen a España: entran por España, que no es lo mismo. Unos se quedan; otros muchos no. El verdadero «efecto llamada» es la UE. Y si ahora acuden en masa no es por culpa de ninguna ley, sino porque todavía hace buen tiempo.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de mayo de 2013.
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