Leo en el periódico –en un periódico– la crónica de la etapa de ayer del Tour de Francia femenino.
Empiezo por preguntarme –y me respondo enseguida– por qué dicen que éste es «el Tour de Francia femenino» y por qué al otro, al de Armstrong, no lo llaman «el Tour de Francia masculino».
Sigo preguntándome –y tampoco me cuesta encontrar la respuesta– por qué cada vez que citan en la crónica a Joane Somarriba, más que probable vencedora de la prueba, la llaman «la española Joane Somarriba». ¡En todas y cada una de las ocasiones en las que mencionan su nombre! ¿Pensaron tal vez el cronista, su jefe de sección y el redactor jefe del periódico que los lectores podíamos equivocarnos e imaginar que la ciclista lleva en la maleta un pasaporte tailandés?
A cambio, no leo nada sobre lo mierdosa que es la organización de la prueba, sobre las penalidades que sufren las corredoras y sobre cómo tuvieron que amenazar con plantarse y volverse para casa si no les proporcionaban una cama decente, con sábanas, la noche anterior al ascenso de los Alpes.
Les importa mucho, por lo visto, que alguien pueda considerarla sencillamente vasca, o vizcaína. Pero no les importa en absoluto que la traten como a una zapatilla.
Les importa su nacionalidad, no su condición humana.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de agosto de 2017). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de octubre de 2017.
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