La última campaña publicitaria oficial sobre las drogodependencias insiste en lemas que atribuyen a unas u otras drogas, tanto legales como ilegales, la capacidad de asesinar. Los anuncios reiteran machaconamente que las drogas matan.
Doy por hecho que las autoridades saben perfectamente que las drogas no tienen capacidad para introducirse por sí mismas en los cuerpos humanos de cara a causarles daños más o menos irreparables. De hecho, los drogueros pasan su vida laboral rodeados de drogas, lo mismo que los farmacéuticos, y ninguna de las dos profesiones registra tasas alarmantes de drogadicción, que yo sepa. Tampoco me consta que los titulares de las expendedurías de tabaco y los empleados del gremio de la restauración se distingan especialmente por el inmoderado recurso personal a las mercancías con las que negocian.
No son las drogas las que matan. Es su consumo inadecuado.
Dirán ustedes: «¡Vaya simpleza!».
Pues bien, no conforme con haber argumentado una simpleza, voy a proponerles otra. A saber: la droga, a los efectos de lo que aquí se trata, no existe.
Puesto que de capacidad mortal hablamos, es absurdo referirse genéricamente a «la» droga. Hay drogas que tienen propiedades tóxicas y adictivas infinitamente mayores que otras, e incluso las hay que, debidamente consumidas, poseen cualidades benéficas.
«El alcohol mata», dice la propaganda de la Organización Mundial de la Salud. La OMS miente, y lo sabe. El alcohol es una droga cuya ingesta puede tener efectos mortales, es cierto, pero también saludables, según insisten en recordarnos los propagandistas de la dieta mediterránea y los fabricantes de vino.
Lo que la OMS debería proclamar es: «El consumo inmoderado y reiterado de bebidas alcohólicas puede matar». Pero, claro, dicho así, el anuncio no anunciaría nada, porque eso lo sabe ya todo el mundo.
Y es ahí adonde pretendía llegar con este despliegue de obviedades: a la constatación de que las campañas contra las drogas sólo parecen decir algo nuevo cuando abandonan el terreno de la conocida realidad y se dedican a lanzar afirmaciones exageradas y sin fundamento.
Al final, los buenos consejos sobre el consumo de drogas son tan viejos como la Humanidad, y valen lo mismo para las drogas que para cualquier otra cosa. Se resumen en uno: no uses tu libertad contra ti mismo.
Es una sabia recomendación que tiene idéntica utilidad que cualquier otra exhortación sensata: ninguna. Pero de algo tienen que vivir los encargados de justificar la hipocresía de nuestra sociedad biempensante.
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Nota.- Mi padre, bebedor de gran aguante, tenía un cerillero de cerámica con una vieja humorada: «El vino es un veneno lento... y yo no tengo prisa». Paradojas de la vida: murió de cáncer de colon, con el hígado en excelente estado.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (17 de junio de 2003) y El Mundo (18 de junio de 2003), salvo la nota, la cual únicamente se publicó en el Diario. Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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