Ahí tenéis a los que se han pasado meses acusándonos a todos los contrarios al proyecto de Constitución Europea de estar atenazados por ridículas estrecheces particularistas y de ser incapaces de asumir una verdadera conciencia continental, lanzados ahora ellos mismos cual mercaderes pueblerinos al racaneo en la feria de los presupuestos de la UE, tratando de aportar lo mínimo y de sacar lo máximo de las arcas comunes.
Su afectado europeísmo no resiste la más mínima prueba. En cuanto se rasca en la superficie de su presunta conciencia continental, aparecen los viejos nacionalismos de siempre. Chirac se aferra a la subvención europea de la agricultura, partida que beneficia muy especialmente a su país (téngase en cuenta que la Política Agrícola Común, la PAC, se lleva la friolera del 40% del total de fondos dedicados por la UE a actividades relacionadas con el crecimiento económico, la cohesión y la creación de empleo). Blair se niega a prescindir del llamado «cheque británico», que compensa al Reino Unido por lo poco que obtiene de la PAC. Zapatero reclama como un poseso que España siga beneficiándose durante varios años más de los Fondos de Cohesión, buena parte de los cuales dejan de corresponderle al entrar a formar parte de la UE estados con una renta netamente inferior a la española.
Y así todos.
Cada estado miembro, en efecto, acude a la mesa de la negociación para pagar el mínimo y sacar el máximo. Y a ninguno de ellos le importa un bledo si de ese modo cercena las posibilidades de fortalecimiento de la estructura unitaria del Viejo Continente.
En tales condiciones, ¿cómo ser europeísta? Yo sería decidida, radicalmente europeísta si de veras estuviéramos comprometidos en un proyecto supranacional, continental. Si trabajáramos en la construcción de los Estados Unidos de Europa: una ciudadanía, un presupuesto, un Parlamento digno de tal nombre, un Gobierno elegido por ese Parlamento, un ejército, una política exterior, una política de cohesión y de solidaridad interiores... Unos Estados Unidos federales, que respeten y protejan las culturas y los derechos de las naciones que los integran: cada vez más de las naciones; cada vez menos de los estados. No esta parodia en la que los estados, hecha la media general, sólo contribuyen al gasto común con el 1,14% de sus rentas brutas.
Si la Europa común sólo compromete el 1,14% de las disponibilidades económicas continentales, ¿de qué carajo de proyecto común estamos hablando?
Hoy por hoy, la UE no pasa de ser una plataforma económica pluriestatal, por lo demás no muy sólida, dotada de ciertos adornos políticos, judiciales y policiales.
Si es con eso con lo que pretenden que nos entusiasmemos, van buenos.
¡Si ni siquiera ellos mismos son capaces de fingir entusiasmo!
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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