Escribe El Mundo en sus páginas editoriales, bajo el título «La denuncia de torturas no es verosímil»:
«Martxelo Otamendi, director de Egunkaria, ha denunciado que la Guardia Civil le sometió a torturas durante su detención incomunicada. PNV, EA y, por supuesto Batasuna, se han apresurado a acusar al Gobierno de torturar a los detenidos vascos. Sin embargo, como ayer advirtió el ministro del Interior, los presuntos malos tratos no son verosímiles por muchas circunstancias. Primero: Otamendi no las ha denunciado donde debe hacerlo, que es en los tribunales de Justicia. Segundo: tales acusaciones las formulan todos los detenidos en relación con ETA, sea contra la Ertzaintza o contra la Guardia Civil. Tercero: no se percibe por ningún lado la motivación de los presuntos malos tratos. Cuarto: él y el resto de los arrestados fueron examinados por un forense cada uno de los cuatro días que duró su detención incomunicada. Quinto: alguna supuesta tortura como la de repetir los límites geográficos de España es un sarcasmo que no puede tomarse en serio.»
Con el espíritu fraternal que en este caso no me podría faltar, dadas mis relaciones con El Mundo en general y con su sección de Opinión en particular, quiero responder a los cinco argumentos en que se basa la afirmación contenida en el título del breve editorial.
Primero. Otamendi sí ha denunciado las torturas ante la Justicia. Lo hizo en su declaración ante el juez de la Audiencia Nacional, que es sobre quien recae ahora la responsabilidad de investigar y aclarar lo sucedido, fijando las responsabilidades de cualquier tipo que puedan deducirse.
Segundo. Que todos los detenidos por su presunta relación con ETA denuncien siempre haber sufrido torturas, aparte de ser incierto, no invalida la posibilidad de que haya habido torturas en este caso. ¿O habremos de entender que si un detenido ajeno a ETA recibe malos tratos lo que debe hacer es callárselo, para no comportarse como si fuera un detenido de ETA?
Tercero. ¿Cómo es eso de que «no se percibe por ningún lado la motivación de los presuntos malos tratos»? Yo sí la percibo. Se me ocurren muchas posibles motivaciones, de hecho. Desde las inspiradas en el rencor y el odio –sentimientos nada inverosímiles en Euskadi, créanme– hasta las más pragmáticas, vinculadas al deseo de obtener falsas confesiones de culpabilidad
Cuarto. En efecto, Otamendi fue visitado a diario por un médico forense. Y, si el forense en cuestión es interrogado y no miente, revelará que Otamendi le denunció una y otra vez que estaba siendo sometido a malos tratos, a la vez que le encarecía que recomendara su traslado a los calabozos de la Audiencia Nacional. ¿Que el forense no apreció ni heridas ni hematomas en el detenido? Cualquier persona medianamente informada sabe de sobra que hay determinadas torturas que no dejan huellas visibles en el cuerpo de la víctima. Basta con que le impidan dormir, o con que lo obliguen a estar de pie durante horas y más horas. La introducción de la cabeza del detenido en una bolsa de plástico, llevándolo al borde de la asfixia una y otra vez, tampoco deja rastro apreciable a simple vista. Lo mismo que los golpes dados con objetos tales como guías telefónicas. (A decir verdad, resulta bastante chocante que sea necesario recordar el abecé de la tortura en un país que tiene una más que dilatada y documentada experiencia al respecto.)
Item más: Otamendi ha declarado que tuvo un compañero de celda, detenido por un presunto delito común, que presenció algunas de las sevicias que le fueron infligidas. Me parece extremadamente improbable que, de estar mintiendo, diera pistas sobre imposibles testigos.
Quinto. La tortura consistente en obligar al detenido a repetir una y otra vez, hasta la extenuación, una afirmación que para él resulta hiriente o humillante, lejos de resultar «un sarcasmo», es extremadamente habitual, según sabe cualquiera que se haya tomado el trabajo de leer alguno de los miles de informes que existen sobre la tortura en el mundo. Es un método bastante eficaz –y, en consecuencia, muy usual– que se emplea para provocar en el detenido la pérdida de su autoestima.
Otamendi no ha dicho que sus interrogadores le obligaran a repetir «los límites geográficos de España» –así, en general–, sino la idea que la mayoría de los miembros de la Guardia Civil –y mucha más gente, sin duda, pero no los nacionalistas vascos– tienen sobre el ámbito geopolítico abarcado por la nación española.
Por resumir: que las presuntas «muchas circunstancias» –cinco, a la hora de la verdad– que se suponía que convertían en «no verosímil» la denuncia de torturas hecha por Otamendi carecen de la más mínima fuerza probatoria.
No demuestran en rigor estrictamente nada.
Por lo menos nada de lo que pretenden.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (2 de marzo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de febrero de 2010 .
Viene a cuento este apunte de Javier en estas fechas en las que se cumple el séptimo aniversario del cierre de Euskaldunon Egunkaria. Más ahora que estamos a la espera de la sentencia del primer juicio.
Hoy tenemos también un recuerdo relacionado con esta cuestión. La Coordinadora para la Prevención de la Tortura ha organizado en Sevilla los días 5 y 6 de marzo las IV Jornadas contra la Tortura. El viernes, a las 12:00 del mediodía, se presenta el libro José K, torturado de nuestro admirado Javier. Muchas gracias a la organización y a los editores del libro.
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Escrito por: Wilde.2010/04/25 04:28:35.484000 GMT+2