El Gobierno español decidió ayer conceder el estatuto de refugiada a una mujer árabe de 38 años maltratada por su marido y desamparada por las autoridades de su país. Los organismos oficiales relacionados con la política de asilo se han apresurado a calificar la decisión de «histórica», «valiente» y «ejemplar». Es típicamente zapaterista: llamativa y barata. Responde al lema esencial de este Gobierno: «Haz todo lo que refuerce tu imagen progresista siempre que te cueste o poco o nada».
Hay general acuerdo entre la gente que defiende en España los intereses de las personas demandantes de asilo político en que la política de concesión del estatuto de refugiado es extremadamente restrictiva. A veces se exigen requisitos imposibles de cumplir, como es la presentación de documentos que prueben que el solicitante sufría persecución en su país de origen. No siempre la persecución deja rastro documental y, como es fácil de entender, las autoridades de los estados dictatoriales no son muy partidarias de extender certificados de represión. En otras ocasiones, la Administración española se niega a admitir que los estados de los que proceden los demandantes sean realmente dictatoriales, porque eso pondría en solfa sus propias relaciones con ellos, ajenas a cualquier reserva (no pocos de ellos compran armas a España). Con todo lo cual, la proporción de solicitudes que desembocan en la concesión del estatuto de refugiado político es decepcionantemente escasa.
El Gobierno de Zapatero, que ha convertido en prenda de escaparate la concesión de asilo a esta mujer -una decisión de la que, por supuesto, me alegro- quiere dar a entender a la opinión pública que, gracias a él, España se ha convertido en ejemplar tierra de asilo. Pero la verdad es que, como sabemos desde Esopo, la aparición en el cielo de una sola golondrina no certifica que ya haya llegado la primavera.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de junio de 2010.
Comentar