La dirección central socialista, empeñada en justificar su decisión sobre Navarra, afirma ahora que el discurso de investidura de Sanz demuestra que ha conseguido que el presidente reelecto cambie de línea política, distanciándose del PP. No sólo no es verdad sino que, además, como dirían Les Luthiers, es falso. Sanz, lejos de admitir que haya utilizado en el pasado la lucha antiterrorista como arma partidista, lo negó explícitamente. Lo que no iba a hacer, obviamente, era dedicarse a insultar a aquellos de los que dependía para salir reelegido, y menos cuando el asunto de la negociación con ETA ha desaparecido del orden del día.
Sanz hará algunas concesiones limitadas a los socialistas, pero no cambiará de línea política. No podría. Está en su naturaleza. Sobre todo porque ahora cuenta con otra arma más para tener atado en corto al PSOE: puede convocar nuevas elecciones forales, lo que sería un desastre para el PSN.
Lo único que ha pretendido Ferraz con su comportamiento errático en este asunto es hacer ver al conjunto de España, de cara a las elecciones generales de 2008, que no es cómplice de ningún devaneo vasco-navarro. ¿Y era eso tan importante? ¿No repara en que buena parte de la rebelión interna que ha provocado en el PSN con su estrafalaria táctica pro-Sanz ha salido de la Ribera, que no es precisamente la zona de Navarra más propicia a la unión con la Comunidad Autónoma Vasca? ¿No se da cuenta de que la contradicción izquierda-derecha puede pesar más, en Navarra y en España entera, que la aburrida historieta del PP sobre los afanes anexionistas vascos?
La militancia y la base social del socialismo navarro no están obsesionadas por ese rollo, sino por la política práctica de UPN, esencia del ultramontanismo local. Y por eso eran decididas partidarias de un acuerdo con Na-Bai y con IU. No para hermanar Fitero con Donibane Lohizune (cosa que tampoco creo que les importara demasiado, dicho sea de paso), sino para afrontar problemas muy concretos: de derechos de las mujeres –incluidos los recogidos en la legislación sobre el aborto, que en Navarra siguen siendo teóricos–, de lucha contra el empleo ilegal, de educación, de protección del medio ambiente, de ordenación territorial, de comunicaciones…
Lo que el elector o la electora de base espera de los políticos que dicen que son de izquierdas es que se opongan a los que son de derechas. Si en vez de oponerse a ellos les extienden una mullida alfombra para que accedan al poder, entonces ya está montado el lío. Y cuando se monta el lío, hay mucho elector o electora subjetivamente de izquierdas que opta por decir «¡Que los zurzan!» y renuncia a acudir a las urnas.
Es una reacción muy elemental y muy objetable, ya lo sé. Pero estadísticamente contrastada. Y de efectos devastadores.
Javier Ortiz. El Mundo (13 de agosto de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: La dádiva navarra. Subido a "Desde Jamaica" el 27 de junio de 2018.
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