En el discurso que pronunció ayer en la sede de La Caixa en Barcelona, el presidente del PP, Mariano Rajoy, insistió en una tesis que cuenta con muchos adeptos en los círculos políticos y periodísticos capitalinos: en Cataluña existe una «presión política asfixiante» que cercena las libertades y los derechos de quienes no acatan el ideario de la clase política local. «Debajo del envoltorio que representa la defensa de unos principios identitarios y soberanistas, se oculta -explicó- el afán de los grupos políticos que lo impulsan por controlarlo todo, por intervenir y mandar en todos los aspectos de la vida económica, social y cultural de Cataluña».
Sin pretender erigirme en experto cataluñólogo, doy por cierto que Cataluña cuenta con una «clase política» integrada en medida significativa por personas que tienen entre sí fuertes vinculaciones sociales, culturales -en el sentido más amplio del término- y, a veces, hasta familiares, lo cual propicia que la vida política local se desenvuelva en un clima poco dado al enfrentamiento, más inclinado hacia la benevolencia mutua, e incluso al compadreo.
Si cuando se habla de la existencia de una «clase política catalana» se pretende aludir a eso, estoy de acuerdo. Pero no. Lo que provoca las iras de Rajoy no es la homogeneidad de la tal «clase» (o casta), sino que eso que él llama «principios identitarios y soberanistas» impregne tan profundamente el tejido social catalán que se haya convertido para la gran mayoría de los integrantes de aquella sociedad en una especie de sobreentendido, en algo con lo que debe convenir cualquiera que no desee desentonar. Lo cual resulta muy confortable para quien participa de ese ideario difundido y difuso, pero muy incómodo para quien discrepa.
Estoy seguro de que, en efecto, en bastantes ambientes de Cataluña -y muy especialmente en los culturales y políticos- representará un incordio asumir abiertamente ideas españolistas, tanto más en estos tiempos en los que hasta el Español, equipo de fútbol que nació para lo que su nombre indicaba, se ha convertido en el Espanyol. Y lo lamento de verdad, porque el liberal que reside en mis más profundas entrañas quisiera que todo el mundo pudiera expresarse y vivir en plena libertad, sin que nadie coartara sus ideas, salvo que pretenda dar a los demás en la cabeza con ellas.
Pero lo que me parece hilarante es que Rajoy sufra hasta tal punto de subjetivismo que no se dé cuenta de que eso que él deplora en Cataluña se produce también, sólo que multiplicado por bastante, en la vida cultural y política del corazón del Reino. Es obvio que no se ha tomado el trabajo de constatar cuántos contertulios de ideología periférica se expresan a diario en las radios y televisiones no ya madrileñas, sino de supuesto ámbito estatal, públicas y privadas.
Y no es sólo cuestión de nacionalismos encontrados: véase el espacio de opinión que esos mismos medios conceden a quienes defienden posiciones situadas netamente a la izquierda del PSOE. Netamente, digo: que nadie tenga el mal gusto de citarme a Rosa Aguilar.
Habrá quien diga que sangro por mis heridas. ¡Vaya que sí! El peso de la ideología dominante en Madrid es tan fuerte que las pocas veces que alguna cadena de televisión ha tenido la perversa idea de invitarme para que hable sobre Euskadi he rehusado amablemente la oferta. Admito que lo he hecho por cobardía: me da miedo que haya gente en mi barrio que me reconozca al día siguiente y me suelte un bofetón sin mediar palabra.
Es así de sencillo: cada cual tiene por más asfixiante el ambiente en el que respira con menos facilidad.
Pero a Rajoy le invitan a disertar en la sede central de La Caixa, y todos los medios de Cataluña reproducen respetuosamente lo que dice.
Comentario añadido.- Dice Rodríguez Zapatero que más del 50% del gasto del Estado en el próximo ejercicio irá destinado a partidas sociales. Deduzco de ello que cerca del 50% del presupuesto se destinará a partidas no sociales. (¿O serán anti-sociales, directamente?)
Javier Ortiz. Apuntes del natural (20 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de septiembre de 2017.
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