El espectáculo que ofrecieron anteayer los socialistas españoles en el Parlamento Europeo fue realmente singular. Había que votar una enmienda que eludía expresarse en términos explícitamente críticos con respecto al Plan Hidrológico del Gobierno de Aznar. Ante lo cual, ellos decidieron hacer una exhibición del más perfecto pluralismo: mientras la mayoría se abstuvo, conforme a las consignas de su grupo, cuatro votaron a favor, cinco en contra y otros cuatro, quizá para que no faltara de nada, optaron por ausentarse del salón de plenos.
Lo peor del episodio es que no tuvo nada de especial. Fue tan sólo la enésima muestra de uno de los muchos males que aquejan al PSOE: cada organización territorial trabaja, en lo esencial, pro domo sua. Convencidos -digan lo que digan-, de que no tienen ninguna posibilidad de desbancar al PP en las próximas elecciones generales, renuncian a la batalla unificada por La Moncloa y se vuelcan en la denodada búsqueda del voto local, con la esperanza de conservar esas parcelas de poder.
Pero, a fuerza de tratar de contentar en Cataluña y Aragón a la mayoría opuesta al trasvase del Ebro, y en Valencia y Murcia a la mayoría favorable a ese trasvase -y, en general, a fuerza de prometer A a quienes reclaman A y B a los que exigen B-, dan toda la sensación de haberse convertido en un mero batiburrillo de taifas, incoherente e indisciplinado. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que Alfonso Guerra advertía de que «el que se mueve no sale en la foto»! Ahora cuesta ponerlos de acuerdo hasta para que haya foto.
El PSOE hace gestos de oposición, a veces incluso muy aparatosos y altisonantes, pero no sigue una línea crítica sistemática y constante, que se refleje en todos y cada uno de los grandes focos de interés de la opinión pública. Da la sensación de experimentar ataques espasmódicos de furia opositora, pero a la misma velocidad que se le vienen se le pasan y, en cuanto se descuida, ya está de nuevo marchando a remolque de las iniciativas del PP y de sus constantes ofertas de «pactos de Estado». En conjunto, transmite una imagen deslavazada y sin fuelle. Lo cual es más que grave, porque las imágenes son, en nuestras sociedades mediáticas, las que a la postre atraen o ahuyentan el voto procedente de la amplia franja de electores sin adscripción político-ideológica definida.
Nada de lo cual me importaría demasiado si no fuera porque la prepotencia gubernamental es un magma que tiende a expandirse hasta ocupar todo el espacio disponible. Es ley de vida: o se le pone coto o se desmanda. Y el PSOE le está dejando vía libre. Qué digo vía: le ha abierto una autopista entera. Y con derecho a cobrarnos peaje.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social y El Mundo (2 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.
Agradecimiento publicado en el Diario.- No uno: hasta siete lectores me enviaron ayer los apuntes del Diario correspondientes a la semana del 3 al 9 de diciembre del 2001, que yo había extraviado. Se ve que algunos los coleccionan. Todo un detalle. Gracias infinitas.
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