Reponen por televisión Hidden Agenda, de Ken Loach. Estamos en grupo, en Aigües, y nos da por hablar de las traducciones que no traducen nada. La de esta película, por ejemplo. En castellano no se emplea la expresión «agenda oculta», de modo que el título que le pusieron los distribuidores locales no quiere decir nada, ni da ninguna pista sobre el contenido de la película.
Pasó lo mismo con Les Biches, de Claude Chabrol, que tradujeron «Las ciervas». En la película, como recordareis si la visteis, no aparecía ninguna cierva. Biche en francés es «cierva» pero también, por extensión, «hembra», en general. En este caso, Chabrol hablaba de las hembras humanas.
Tres cuartos de lo mismo pasó con The Little Drummer Girl, la novela de John le Carré -que sigue sin lograr que en España le pongan la partícula en minúscula- y que aquí tradujeron como La chica del tambor. En este caso sí había chica, pero no tambor. Le Carré había hecho un sencillo juego de palabras con The Little Drummer Boy, el celebérrimo villancico que conocemos como El pequeño tamborilero, pero los traductores -vaya unos traductores- ni lo olieron. Las versiones en castellano de la novela y la película hubieran debido titularse La pequeña tamborilera, obviamente.
El recorrido lingüístico, de Irlanda a Israel, me hace pensar en los puntos de contacto entre los conflictos respectivos. Mal que bien, en Irlanda del Norte hay un proceso de pacificación en marcha y, aunque las heridas distan de haber cicatrizado, las dos comunidades enfrentadas le han cogido el gusto a la nueva situación. Se tomó allí ese camino porque, aunque no era nada fácil establecer puntos de encuentro, dos de las partes en conflicto -el Gobierno inglés y los republicanos irlandeses- estaban dispuestas a sacrificarse para hallarlos. Tampoco puede menospreciarse el valor que tuvo la posición del Gobierno de Washington, activamente favorable a la negociación.
En Oriente Medio, en cambio, no hay manera de que la paz avance. Por lo mismo, pero al revés: en ese conflicto hay una parte fundamental, Israel, que no quiere un acuerdo, sino la virtual rendición del contrario, y los EUA le respaldan. Los palestinos sí quieren la paz -les urge-, pero no a cualquier precio. Así es imposible llegar a nada.
La reflexión me conduce directamente a Euskadi.
Es un tercer tipo de conflicto. En Irlanda del Norte, las dos partes clave querían alcanzar un acuerdo. En Oriente Medio, sólo una de las dos. En Euskadi, ninguna de las dos. Tanto ETA como el Gobierno de Aznar proclaman que quieren la paz pero, acto seguido, plantean unas exigencias que son totalmente inaceptables para la otra parte. Lo cual quiere decir que, de hecho, no quieren que haya paz.
La única ventaja comparativa que presenta el conflicto vasco es que la violencia irracional va perdiendo intensidad por su propia cuenta, por la lógica misma de la evolución social. Veo en la prensa de hoy que es noticia de portada el acoso a un senador del PP. Hace dos décadas, cuando las bombas y los tiros eran el pan nuestro de cada día, un hecho como ése hubiera aparecido entre las noticias breves.
La opinión pública del Ebro para abajo sigue afirmando hoy en día que el terrorismo es una de sus principales preocupaciones como quien dice que la señal del cristiano es la santa cruz. Sin pensar en ello. Porque se lo han enseñado así. Pero no puede sentirlo. Porque no es verdad.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de septiembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de diciembre de 2017.
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