He tratado varias veces de contemplar un encierro de San Fermín por televisión. No he conseguido nunca ver uno entero. Me puede el horror. No soporto que haya gente que se divierta jugándose la vida. Y no entiendo que la Iglesia católica -tan preocupada por las formas de vida no inteligente, como la de los embriones- acepte sin queja que haya adultos que invoquen a un santo de su culto para patrocinar esa ruleta rusa indígena. Se ve que la Iglesia hace abstracción de ese aspecto de la fiesta.
Uno de los aspectos más temibles de la raza humana es su enorme capacidad para hacer abstracción del horror.
Discuto con quienes disfrutan presenciando la lidia de toros. Entiendo perfectamente que no gozan viendo cómo el animal se desangra, agoniza y muere. Que es el arte con el que los matadores domeñan la bravura del toro lo que les interesa. Ellos hacen abstracción del lado sangriento del espectáculo. Pero ahí reside justamente lo peor: en que sean capaces de obviar que un animal esté siendo tomado por acerico. Tampoco el público que asistía a los circos romanos gozaba con la muerte de los gladiadores: lo que le interesaba era la esgrima de los combatientes. No iba a ver morir. Simplemente, alguien tenía que morir, o resultar herido grave, para que el arte de luchar se pudiera poner de manifiesto. Lo mismo sienten -o, mejor dicho: no sienten- los aficionados al boxeo. No se regocijan viendo sufrir. Hasta es posible que, si pensaran en ello, les diera lástima el sufrimiento del boxeador. Pero tendrían que pensar en ello. Tendrían que pensar.
Europa asiste estupefacta a la reedición de Noche y Niebla que están protagonizando los serbios de Bosnia. Se pregunta atónita cómo un pueblo puede caer tan bajo. Yo se lo diré. En realidad, los serbios no han caído tan bajo. Ya estaban.
Como integrantes de la raza humana, los serbios tienen una gran capacidad para hacer abstracción del horror. Lo dice todo el mundo que lo ha experimentado: en las guerras, te impresionan mucho las primeras muertes a las que asistes (o que produces); luego ya, haces abstracción. El sufrimiento de los bosnios es para los serbios tan sólo la condición necesaria de su éxito nacional. No es que gocen con la desgracia de sus enemigos; es que no piensan en ella. La obvian.
Por lo demás, la civilizadísima Europa también hace abstracción. De veinticuatro horas que tiene el día, apenas dedica unos minutos para compadecerse de Bosnia. El resto del tiempo la olvida. Como ha olvidado a Ruanda, perdida ya en las nubes de la abstracción. Como ha olvidado a Somalia. Y a Chiapas. Y al Kurdistán.
Por favor, no sigan diciendo que los serbios de Bosnia son inhumanos. Son humanísimos. La nuestra es la única especie del reino animal capaz de tales horrores. Los serbios hacen abstracción de sus crímenes para poder protagonizarlos. Y los demás, para poder tolerarlos.
Javier Ortiz. El Mundo (15 de julio de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de julio de 2012.
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