La votación que realizó ayer una Sala especial del Tribunal Supremo -una Sala que, por cierto, no está prevista en norma escrita alguna- pone otra vez de manifiesto algo que, de hecho, sabemos de sobra todos cuantos hemos merodeado por las proximidades del núcleo duro de la judicatura española. A saber: que por esos andurriales el partidismo es norma, y la independencia, excepción.
No hablo sólo de partidismos políticos. También de banderías pandillares, de querellas privadas, de intereses editoriales... de todo un amasijo de condicionantes sin la menor relación con la estricta aplicación de la Ley.
Me sería imposible contar las veces que he oído vaticinar el resultado de una votación judicial con argumentos tales como: «Mengano le debe mucho al PSOE y es íntimo de Perengano, con el que pasa muchos fines de semana en su casa de Quintocoño, pero Perengano no traga a Pepitín, porque no votó a su favor cuando fue candidato a la Sala de lo Pretencioso y, además, es cuñado de Fulano, que es muy del PP y con el que está a partir un piñón. Y qué vas a esperar de Vicepérez, que se saca una pasta gansa dando conferencias para la Fundación Ley y Orden...». Etcétera. Lo más curioso es que las previsiones sentenciadoras realizadas mediante tales cábalas rara vez fallan.
Hay casos de desfachatez realmente apabullantes. Ahí está el de Martínez Arrieta, magistrado del Supremo que participó ayer en la decisión contraria a Gómez de Liaño pese a que, en tanto que ex marido de María Dolores Márquez de Prado, actual mujer de Gómez de Liaño, tiene incluso querellas judiciales pendientes con el nuevo matrimonio por culpa del monto de la pensión que está obligado a pagar a sus hijas.
Que un magistrado en situación semejante no se abstenga, no ya por razones de ética, sino incluso de mera estética, y que los demás admitan que meta baza, es revelador del ambiente, mezcla de compadreo y navajeo, que reina por esos pagos.
Gómez de Liaño no salió perdiendo en la votación de ayer porque los argumentos jurídicos a su favor fueran más o menos sólidos. Eso era lo de menos. Perdió porque en la Sala había más jueces contrarios al Gobierno -y al propio Liaño- que favorables. Ahora el asunto irá a una instancia judicial especial, prevista para resolver los conflictos de jurisdisción. Lo correcto para saber qué pasará allí es enterarse de qué pie cojea cada uno de los integrantes de ese órgano judicial.
Lo demás es filfa.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (9 de enero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de abril de 2017.
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