Tengo más costumbres de las que me sabía.
Estoy descubriendo estos días que mi cabeza está habituada a encontrarse de vacaciones en el mes de julio y que se siente extraña, desconcertada, al verse en Madrid y trabajando. O, mejor dicho, a verse trabajando en Madrid, porque también suele trabajar durante las vacaciones. Sólo que lejos.
He tratado de computar los años que llevo tomándome las vacaciones estivales en el mes de julio. No menos de 20. Y desde hace once, siempre en mi casa de Aigües.
Hay sucesos que forman una sola unidad en mi cabeza: si hay encierros en Pamplona, es que estoy de vacaciones. Si hay Tour de Francia, es que estoy de vacaciones. Si hay moros y cristianos en La Vila, con desembarco incluido, es que estoy de vacaciones.
Empecé tomándome las vacaciones en julio sólo para no hacerlo en agosto. Para evitar el gran follón y escapar de las infinitas caravanas y de las insoportables aglomeraciones.
Ese argumento dejó de valer gran cosa cuando compré la casa de Aigües, porque allí la paz es plena durante todo el año, agosto incluido. Pero mantuve la costumbre veraniega por razones laborales: mi jefe se largaba de vacaciones en agosto, y así, al irme yo en julio, no sólo nos turnábamos, sino que además conseguía pasar dos meses sin verlo.
En agosto aprovechaba los escasos días de libranza que me tocaban para hacer una escapada ritual: a Donosti, a celebrar con mi madre su cumpleaños. Mi madre murió el pasado diciembre, con lo que esa excursión está también de sobra.
Yo ya tenía cogidos todos los trucos del julio alicantino: las fiestas más bonitas, los sitios más recoletos, las calas más tranquilas a las que llegarse con la barca... Ahora me tocará hacer el aprendizaje de agosto. Me da que, si ya otros años apenas abandonaba mi pacífico recinto de Aigües, este año lo voy a dejar aún menos.
Obtendré una ventaja, eso sí. Verano tras verano, me he quejado de no estar en agosto en Alicante y perderme la celebración del Misteri en Elx. Este 15 de agosto podré escuchar en directo esa maravilla.
Como no haya entradas, me corto las venas con un remo de la barca.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (7 de julio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de mayo de 2017.
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