Tres de cada cuatro vascos opinan que los jueces no son imparciales, según un sondeo que acaba de realizarse en Euskadi. Muchos de entre ellos consideran que en el País Vasco los jueces tienen miedo.
No seré yo quien les contradiga. Estoy convencido de que hacen legión los jueces y magistrados que actúan presionados y con miedo.
Miedo a ETA, se supone, aunque casi todos los atentados de ETA contra integrantes de la carrera judicial se hayan producido fuera de territorio vasco. Imagino que más de uno -y de dos- también se sentirá presionado por lo que los cursis llaman el entorno de HB.
Eso son obviedades. Pero cuando se habla del miedo de los jueces en Euskadi rara vez se alude a otra presión que también sufren, y que no es menos operativa. Me refiero a la presión del Poder y de quienes lo corean.
Tomemos un ejemplo reciente: el del juez de Bilbao que firmó el polémico auto sobre los incidentes ocurridos en una manifestación de HB celebrada el pasado 15 de febrero. No entro en lo bien o mal fundamentado en Derecho que esté ese auto. En todo caso, cualquier persona que lo haya leído -yo lo he hecho- sabe que es mentira lo que se está diciendo de él. No exculpa a quienes agredieron a la Ertzaintza ni pone en la picota a la Policía vasca: asegura que no ha sido posible identificar a los que la atacaron y entiende que debe examinarse si un ertzaina que disparó fuego real e hirió a un viandante actuó con la debida prudencia. A los demás ertzainas que también dispararon los exime de responsabilidad.
¿Que, pese a todo, se equivoca? Puede ser. Pero la escandalera que se ha montado a cuento de su auto es tal que difícilmente ese juez podrá examinar ahora con la debida serenidad los recursos que le han presentado. Está sometido a una enorme presión. Y sería razonable que sintiera miedo: de ratificar su criterio, será puesto a caldo por casi todos los políticos y comentaristas.
Pero vayamos más al fondo. Hay un dato que se desprende de la lectura del auto y en el que nadie, al parecer, ha reparado. Me refiero a la fecha. El juez firmó ese auto en julio. Los representantes legales del Departamento de Interior del Gobierno Vasco lo recurrieron en cuestión de horas. ¿Qué quiere decir esto? Que Juan María Atutxa supo de ese auto hace dos meses. ¿Por qué, si su contenido le parecía tan «intolerable», lo ha guardado en silencio todo este tiempo? ¿Y por qué lo ha aireado ahora?
Cuando deben instruir o juzgar asuntos con derivaciones políticas, los jueces honestos -me consta que existen: conozco alguno- se ven cogidos entre dos fuegos. En Euskadi y fuera de Euskadi. No seamos tan ingenuos de suponer que sólo ETA los atemoriza. Los anatemas de los prebostes políticos y las descalificaciones de la Prensa no matan, pero destrozan carreras. También dan mucho miedo.
Lo cual como juicio moral quizá no valga gran cosa, pero ayuda a entender el estado de la Justicia.
Javier Ortiz. El Mundo (20 de septiembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de septiembre de 2012.
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