Hay a quienes, veraneantes, les da por el turismo, y vuelan a lejanas tierras en busca de dosis intensivas de exotismo. Es una opción respetable. Respetable y cara. Por mi parte, hace ya unos años que, en cuanto puedo tomarme un tiempo vacante, lo dedico a disfrazarme del jubilado que un día seré, si antes el Hacedor no me arroja a sus infiernos. Me retiro lejos del mundanal ruido, cerca de la madre mar, y dejo que las horas vayan muriendo lentamente mientras oigo música, escribo, riego las plantas, leo, escruto el cielo de infinitas estrellas y hago, en suma, lo que me da la gana. Es entonces cuando noto que la felicidad es posible.
Al cabo, cuando me toca retomar a Madrid -acaba de ser el caso-, experimento siempre una desazonante sensación de extrañamiento hacia aquello que constituye el entorno habitual en el que me desenvuelvo la mayor parte de los once meses restantes. Me cuesta reconocerme en mis propias circunstancias: mi casa, mis cosas, mis amigos, mi trabajo... La extrañeza por mi entorno se convierte así en extrañeza por mí mismo: «Qué vida más absurda lleva este tipo», me digo. Por unas horas me veo ajeno, y esa forma de enajenación me aporta lucidez: distante de mí mismo, noto mejor lo que no me gusto, y puedo odiarme, así sea con ternura.
Imagino que es algo que nos sucede a todos los que tenemos ese privilegio cada vez más raro (la crisis, el paro) de escapar de la rutina por dos pares de semanas, de huir lejos de nuestro ser/estar diario, de revestir nuestra existencia con hábitos nuevos, de disfrazarnos, carnaval privado, de un otro yo, a treinta días vista.
Es lo peor, volver de la jubilación anticipada a la reinserción social obligatoria. Recuperar la actualidad. Regresar a la política. No les extrañe que luego me pase meses y meses escribiendo con rencor y descontento.
Javier Ortiz. El Mundo (1 de agosto de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de agosto de 2010.
Comentarios
Escrito por: Marieta.2010/08/04 09:43:23.959000 GMT+2
Escrito por: iturri.2010/08/04 21:23:34.448000 GMT+2