Mi coche enfila contra la niebla en la altura, recién pasado el puerto de El Escudo. Aún es noche cerrada. Llueve. Avanzo despacio; no quiero correr riesgos.
La sintonía de la radio me llega con dificultad. La apago y pongo música.
Empiezan a sonar las notas de A country girl in Paris. Me viene a la memoria la primera vez que oí esa canción. Estaba en otra alta montaña, en la Sierra de Cazorla, aislado por la nieve. Había un grupo de desconocidos y yo bromeaba pretendiendo que eran el momento y el lugar ideales para que se produjera un asesinato a lo Agatha Christie. Se acercaba el fin de año, y John Denver salió en la televisión. Dijo que era la primera vez que cantaba esa pieza en público.
Me gustó.
Cada cual tiene canciones que le recuerdan algo, o a alguien, como marcapáginas de sus sentimientos. En mí es casi una enfermedad: todo en mi vida -cada encuentro, cada desencuentro, cada tramo, cada tropiezo- está señalado por canciones, como cicatrices de la memoria.
Algunas de ellas son obra de John Denver.
En 1968 me regalaron el Album 1700, de Peter, Paul & Mary. Lo tengo anotado: fue mi sexto LP. En ese disco estaba Leaving on a jet plane, obra de John Denver.
El convulso 1977 es para mí -fue- el año de Annie's song.
En 1979 hice un viaje en coche desde Vigo a Madrid en compañía de un buen amigo, al que llamábamos Matius. Fuimos escuchando una casete de Denver en la que había una canción titulada Matthew. Recuerdo perfectamente a mi amigo, inclinado sobre el asiento, tarareándola.
1988 fue el año de A country girl in Paris.
1977 está muerto. La persona que me regaló el album de Peter, Paul & Mary murió hace dos años. Los recuerdos unidos a Annie's song y a la Sierra de Cazorla no han muerto, pese a que los enterré vivos: quizá agonizan. Mi amigo Matius murió el año pasado.
Ya se ha disipado la niebla y es de día. Un pálido sol de otoño acaricia la meseta.
Salgo de Burgos. Conecto de nuevo la radio. El noticiario informa de que la avioneta de John Denver se ha estrellado contra el mar, en California. Dice el locutor que las autoridades temen que fuera él quien la pilotara. Era.
Se me encoge el estómago. Vuelvo a conectar el CD. Denver canta Bread and Roses con música propia. Pero ese viejo himno feminista no se me asocia a él, sino a Judy Collins, con la música de Caroline Kohsleet. Y a 1980: lo hicimos sonar a tope con las doce campanadas del año nuevo.
Supongo que si hubiera conocido a John Denver no habríamos hecho muy buenas migas. El amor desbordado por la Naturaleza no es mi fuerte. Y la pasión por los aviones, menos.
No lloro su muerte, sino los jirones de mi vida que se lleva con él a la tumba.
Javier Ortiz. El Mundo (15 de octubre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de octubre de 2010.
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