Suele ocurrir con las criaturas nacidas en condiciones difíciles y cuya supervivencia es problemática: los padres, encantados de que vayan saliendo adelante, las llenan de atenciones. Y las malogran.
Israel fue producto de una gestación artificial. Jamás en la Historia moderna se había visto nacer un Estado cuya población no estuviera previamente unificada y asentada en un territorio concreto. Rusos, centroeuropeos, americanos de las más variadas latitudes, habitantes del norte de África y del Oriente Medio... En la Israel originaria había casi de todo, menos palestinos de origen. En la Palestina de1880, apenas había 24.000 judíos. Y en 1919 no llegaban a los 90.000, pese a haberse iniciado ya la campaña de «retorno a la tierra prometida» promovida por el sionismo. En 1946, a dos años de la proclamación del Estado de Israel, ni siquiera eran aún medio millón. Pero la ONU acudió presta en su ayuda, elaboró un plan de partición -es decir, expropió tierras a sus legítimos propietarios palestinos para regalárselas a ellos- y dio vía libre al Estado de Israel. ¿Excusa? La extensión del antisemitismo por todo el mundo aconsejaba dar al pueblo judío un espacio de asentamiento pacífico. Explicación a todas luces carente de rigor. Primero, porque los palestinos musulmanes y cristianos son también semitas, y segundo, porque aquello fue desde sus orígenes cualquier cosa menos un espacio pacífico.
Las criaturas mimadas, acostumbradas a estar rodeadas de toda suerte de atenciones y de privilegios y a que nadie las ponga en su sitio, se habitúan a hacer lo que les da la real gana, saltándose las normas a la torera y maltratando a quienes las rodean. Asumen ese comportamiento como si entrara dentro de sus derechos. Desde su nacimiento, Israel ha mantenido unos postulados expansionistas incompatibles con la legislación internacional. Como papá EE.UU. le ha proporcionado toda la protección, todo el dinero y todos los juguetes bélicos que ha querido, se ha permitido hacer un sayo no sólo de su capa, sino también de las capas de sus vecinos. El poderosísimo lobby judío de los EUA, capaz de poner y quitar presidentes, le ha servido de constante aval.
Al final, el pueblo que llegó a Palestina escapando del exterminio se ha convertido en exterminador. Y quien se ha quedado sin un espacio en el que vivir pacíficamente es el pueblo palestino, que no tiene los poderosos padrinos que necesitaría para que sus razones se impusieran.
Salvo que los países árabes productores de petróleo acudan en su socorro.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de abril de 2017.
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