La existencia del Estado de Israel se asienta en dos pilares fundamentales: uno, el poderío del lobby sionista --a escala internacional, en general, y en los EUA, en particular--; el otro, la feroz determinación de sus dirigentes. Del primero obtienen un gran apoyo político y monetario, que se traduce en una enorme capacidad armamentística. Del segundo, el fanatismo necesario para servirse de esa capacidad armamentística sin ningún escrúpulo.
El pueblo palestino no tiene, en la práctica, ningún poderoso lobby económico que lo respalde. Podría tenerlo, porque a la nación árabe le sobran los petrodólares. Pero la nación árabe está en manos de personajes sin principios, la mayoría de ellos compinchados con Washington -es decir, con el lobby sionista-- y más dispuestos a tirar su dinero construyéndose palacetes en Marbella y visitando las dependencias parisinas de Madame Claude que respaldando a sus hermanos palestinos.
A cambio, lo que el pueblo palestino sí tiene es militantes determinados. Tan ferozmente determinados, o más, que los dirigentes de Israel.
Uno de ellos se llevó ayer por delante a 15 ciudadanos israelíes volando una pizzería en plan kamikaze.
El Gobierno de Tel Aviv está desconcertado y temeroso. Se ha encontrado con la horma de su zapato y no sabe qué hacer. Pide la intervención internacional. ¡Él, que ha burlado una tras otra todas las resoluciones de las Naciones Unidas!
Tendrá que asumir que, si él es capaz de desplegar la mayor bestialidad en uso y abuso de su prepotencia, otros pueden hacer lo mismo, e incluso más, en muestra de su infinita desesperación.
Así están las cosas. Que cada palo aguante su vela. En la sinagoga o en la mezquita.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (10 de agosto de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de mayo de 2017.
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