Ismael Moreno es juez de la Audiencia Nacional. Mejor dicho: Ismael Moreno está juez de la Audiencia Nacional. Antes estuvo policía. Mejor dicho: antes fue policía.
No puede darse por probado que Ismael Moreno no tenga más alma de policía -de policía de los tiempos en que él empezó a ser policía- que de juez. No digo que esté probado que la tenga, sino que no está probado lo contrario.
Hay gente que sostiene que, allá por cuando el juez Ismael Moreno ejerció de policía, se vio envuelto en ciertos asuntos que quizá no encontraran fácil acomodo en una antología de Vidas Ejemplares, de aquéllas que tanto menudeaban en los tiempos en que Ismael Moreno soñaba con ser policía. Doy por hecho que eso es una infamia, y que el hoy juez Moreno fue un policía fetén, inmaculado, que si no logró que la policía se integrara en Gesto por la Paz fue tan sólo porque esa organización todavía no existía.
Pero, lamentablemente, eso no está suficientemente acreditado. Tampoco lo contrario. Habrá que dejar el asunto en el aire.
Las lenguas de doble filo no paran, y las hay que han dejado caer que don Ismael tal vez no sea insensible a la eventualidad de que su pasado prejudicial -nótese que digo prejudicial, y no perjudicial- deviniera súbitamente presente en las páginas y las ondas de algún grupo editor que, de no actuar a su conveniencia, podría enfadarse mucho con él. Otra suposición inadmisible: sería tanto como pretender que se siente acobardado. Estoy seguro de que, si don Ismael prefiere mantener su pasado al margen, será por razones tan comprensibles como humanas. Todos dejamos atrás cosas, hechos y situaciones cuya rememoranza nos causa inquietud y zozobra. Pero eso no tiene nada que ver con el miedo a que alguien nos descubra actos que preferiríamos mantener ocultos.
Pero tampoco puede acreditarse nada de eso. Vaya por Dios.
Lo lamentable es que todos estos chismes, que deploro, unidos a la sorprendente -eso sí- resolución que el juez Moreno tomó ayer, aceptando la recusación de Javier Gómez de Liaño -lo que le elevó automáticamente al rango de juez estrella-, pueden infundir en la opinión pública el sentimiento de que quizá sea un poquitín parcial. Sentimiento que incluso se podría ver reforzado por el conocimiento del rifirrafe que don Ismael tuvo con la fiscal Márquez de Prado, cuya vinculación con Gómez de Liaño es de sobra conocida.
Embarazosa situación que, de aplicar don Ismael la doctrina por él mismo enunciada, según la cual no basta con que un magistrado sea imparcial, sino que además tiene que demostrarlo, y que no puede tomarse como suficiente que no haya hecho nada malo, sino que además tiene que acreditarlo, le obligaría a abstenerse en el caso Sogecable.
Hay quien cree que no lo hará. Otra infamia. Yo doy por supuesto que él no tiene una medida para Javier Gómez de Liaño y otra para sí mismo.
Javier Ortiz. El Mundo (25 de octubre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de octubre de 2010.
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