Finalmente habrá representación del Parlamento vasco en las Cortes madrileñas para defender el proyecto de nuevo Estatuto.
Cuando escribo esto todavía no se sabe si será el propio Ibarretxe quien asuma la tarea, aunque supongo que sí, al menos parcialmente (no me extrañaría que decidan subir varios a la tribuna de la Carrera de San Jerónimo, para mejor subrayar que no se trata de una propuesta personal, sino de una decisión de la mayoría de la Cámara de Vitoria).
«¡Qué menos!», dicen los más conspicuos comentaristas políticos con sede en Madrid. «¡Sólo faltaría, después del cristo que han montado, que encima no acudieran al Congreso a dar la cara!»
Admito que, cuando oigo esos comentarios, me da por pensar que lo mismo habrían hecho mejor no yendo.
Lo que molesta al enemigo suele ser bueno.
Defendí desde el principio -sin mucho entusiasmo, todo sea dicho- la conveniencia de acudir a las Cortes de Madrid para explicar lo votado por la Cámara vasca. Me pareció que representaba una ocasión interesante para llegar a un buen número de ciudadanos de España y hacerles ver que el llamado plan Ibarretxe podrá estar mejor o peor, pero no es una aberración criminal que pretenda la ruina de las buenas gentes.
Ahora bien: consideré también -y sigo haciéndolo- que la decisión final de subir o no a esa tribuna es meramente táctica, variable de acuerdo con las circunstancias. Tan legítimo es hacerlo como no.
«¡Sería intolerable que despreciaran de ese modo al Parlamento!», claman.
Ah, ¿sí? ¿Y por qué? A mí, personalmente, el Congreso de los Diputados -y no digamos ya el Senado- me produce un respeto tirando a escaso.
«¡Es la sede de la soberanía popular!», replican.
-Sí, y las oficinas centrales de la empresa del señor D'Hont -contesto.
Oigo que Madrazo era partidario -aunque también sin demasiado entusiasmo- de no subir a esa tribuna, para mejor subrayar su rechazo a la decisión centralista de limpiarse el pompis con la propuesta vasca. Era otra posibilidad.
¿Aprovechar la oportunidad propagandística o darles en los morros mandándolos al guano? Como diría Hamlet, ésa es la cuestión.
P. D.- Sé de sobra que la carretera de Aritxulegi lleva de Oiartzun a Lesaka, y no a Leiza, como escribí ayer por error. He hecho montones de veces ese recorrido porque me gusta parar arriba, visitar el monumento de Jorge Oteiza al Padre Donosti, ver los cromlechs neolíticos que lo circundan -unas cuantas piedras mal paridas, si bien se mira- y bajar luego tranquilamente a Lesaka, que es un pueblo precioso donde te ponen unas alubias rojas que te cagas.
Me equivoqué: quería poner Lesaka y puse Leitza. ¿Vosotros no os equivocáis nunca, o qué? Jodé, el chorreo que me he llevado. ¡Nueve correos corrigiéndome!
Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de enero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de diciembre de 2017.
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