Como muchos otros, yo también he rastreado dos líneas de argumentación con respecto a los actos de protesta antiglobalizadora que han tenido lugar el pasado fin de semana en Barcelona.
En primer lugar, he reflexionado sobre el hecho, nada casual, de que el Estado se dedique a disfrazar de jóvenes airados a algunos de sus agentes para que se pongan a tirar piedras, a romper escaparates y a hacer como que hostigan a sus compañeros de uniforme, proporcionándoles con ello la coartada formal que necesitan para zurrar la badana a todo quisque y detener a mansalva.
En este caso el silogismo resulta de cajón: si los paladines del Nuevo Orden desean que haya incidentes es porque entienden que eso les beneficia. Y, si eso les beneficia, el que fomenta la gresca les hace el juego.
Vale.
Segunda reflexión: la gran manifestación congrega a cientos de miles de personas que, en su aplastante mayoría, desfilan muy ordenada y pacíficamente. ¿Balance que hacen de ello los mandamases de la UE y sus acólitos mediáticos? Que fue una fiesta muy linda... y a otra cosa, mariposa. Ninguna reacción defensiva, ningún sofoco: se han quedado tan anchos. No reaccionaron igual en Seattle, ni en Viena, ni en Génova: los follones que se produjeron durante esas cumbres les dejaron atónitos, desconcertados, sin saber dónde meterse. Lo cual parece autorizar un razonamiento opuesto al anterior. En resumidas cuentas, podría formularse así: si el perro ladra, pero no muerde, los cacos se mofan y hacen su agosto. Ergo hay que morder.
Los hay que se quedan con la primera reflexión y cierran los ojos a la segunda. Otros hacen lo contrario.
Se equivocan. Los unos y los otros. Porque las dos cosas son verdad y las dos deben ser tenidas en cuenta.
Hay que reflexionar a fondo para encontrar el modo de escapar de las dos trampas. Para impedir tanto que la protesta se convierta en batalla campal y ahuyente a la mayoría como que resulte tan inofensiva y light que pueda ser dejada a puro beneficio de inventario político y mediático.
Tengo el convencimiento de que, en esto como en casi todo, la clave está en acotar los términos exactos del problema. Hemos de determinar qué tipo de acción es la que hace falta.
Una vez que sepamos qué buscamos, no me cabe duda de que lo encontraremos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (19 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de abril de 2017.
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