No todo el mundo, pero casi, considera que las fuerzas políticas y sociales con peso en Euskadi -excepción hecha del PP- están en una disposición de ánimo favorable al establecimiento de fórmulas que permitan afrontar dos veteranas necesidades de la sociedad vasca: el fin de la violencia de ETA y la normalización de la actividad política.
Casi todo el mundo está de acuerdo en ello, sí, pero me da que más por el tan traído y llevado asunto del talante que porque se hayan dado pasos reales en la dirección apuntada. Es cierto que la incomunicación -que, de todos modos, siempre ha sido menos absoluta de lo que se pretendía- se ha visto sustituida por diversos cauces de contacto, pero conviene no olvidar que una cosa es hablar y otra llegar a algo.
De momento no hay verdadero diálogo. Digamos más bien que se están produciendo reuniones en las que las dos partes asistentes intercambian monólogos.
La existencia de un deseo general y abstracto de entendimiento no tiene por qué traducirse de manera automática -y de hecho no se está traduciendo- en una voluntad efectiva y práctica de limar en lo necesario las aristas de las propias posiciones para facilitar que las otras partes implicadas en el conflicto puedan dar, ellas también, pasos concretos hacia adelante.
Todo el asunto de la manifestación del pasado domingo en Donostia es una demostración de lo poco que se ha avanzado en la práctica por la vía de las salidas negociadas.
No pongo ni por un momento en duda el derecho de la izquierda abertzale a manifestarse en la calle para que se oigan sus posiciones y se vea el respaldo con el que cuentan. Es el suyo un derecho fundamental que nadie puede negarle. Podrán ponerle determinadas condiciones que regulen su ejercicio, siempre que sean razonables, pero no negárselo.
Tampoco discuto que la Consejería vasca de Interior pueda alegar que está obligada a acatar y llevar a la práctica las resoluciones judiciales, incluso aunque le parezcan injustas, porque la policía no está para discutir con los jueces, sino para obedecer sus órdenes.
Puesto a reconocer, reconozco incluso el derecho del PSE a jalear al TSJPV y a Balza, reclamando que la manifestación fuera prohibida y, en su caso, disuelta por la fuerza.
Todos pueden apelar a razones de mayor o menor peso para obrar como lo han hecho. No quiero entrar aquí a discutirlas. Me limito a decir que no es buena idea dedicarse a colocar trenes que circulen a toda velocidad en dirección opuesta por la misma vía. Y que es eso lo que han hecho todos.
De modo que se habla de diálogo, de entendimiento, de búsqueda de soluciones, etcétera, etcétera (lo cual está muy bien), pero de momento lo único concreto que se hace es ahondar en las diferencias y añadir nuevos motivos de crispación y de desencuentro.
No veo que ninguno esté dando pruebas de haber comprendido que el acuerdo no puede consistir en que los demás se avengan a las posiciones de uno.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de julio de 2017.
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