2004/05/31 06:00:00 GMT+2
Bono montó ayer en Almería el Día de las Fuerzas Armadas. Dicen las crónicas que asistieron a los actos 25.000 almerienses. Es una buena cantidad de gente, aunque muy inferior a la que se ha movilizado por allí en varias ocasiones para oponerse a la regularización de la situación laboral de los inmigrantes, sin ir más lejos.
Cuentan que Bono es ya el ministro que aparece mejor valorado en los sondeos de opinión. Lo veo lógico.
Hace unas semanas escribí un artículo en su contra en el que me referí a las repetidas veces en que juró y perjuró que nunca aceptaría ser ministro, porque él tenía «un compromiso ineludible con Castilla-La Mancha». Ironicé recordando cómo se olvidó de la promesa justo en cuanto vio que podía dejar de ser un brindis al sol. Al día siguiente recibí varios correos de gente que me reprochaba que me lanzara así a por «un ministro socialista». No me sorprendió esa reacción.
Bono juega con ventaja. De un lado, la mayoría del electorado socialista está con él de manera casi incondicional, haga lo que haga, porque es uno «de los suyos». Del otro, goza de la simpatía de una parte nada desdeñable del electorado del PP, porque no para de hablar de Ejpaña, de la cantidad de valores eternos que tienen tanto Ejpaña como su milicia, de cómo todo irá bien «si Dios quiere», etcétera. Eso, las procesiones bajo palio que se monta por Corpus Christi y actos como el de ayer en Almería mueven a bastantes simpatizantes del PP a sentir que, en el fondo, Bono también es «de los suyos».
Se suma lo uno y lo otro y ya está: el ministro mejor valorado.
Los mandamases presentes en los actos de ayer en Almería se explayaron hablando de lo mucho que se han modernizado las Fuerzas Armadas españolas, tanto material como espiritualmente, y lo muy a la altura que están de la moderna España del siglo XXI. Acabado lo cual, todos se pusieron muy firmes y cantaron La muerte no es el final, en homenaje a «los que dieron su vida por España». ¡Todo un ejemplo de arrebatada modernidad! El citado himno se basa en dos supuestos de naturaleza militarista, mística y reaccionaria. Primero, pretende que los militares «dan» su vida, cuando lo cierto es que la pierden, sin más, y muy a su pesar. Y segundo: sobreentiende que «dan» su vida «por España». No por la convivencia en libertad, no por la hermandad de los pueblos, sino «por España», convertida en un ente inmanente situado más allá de toda opción ideológica y de todo ordenamiento jurídico.
Para rematar la faena, tan moderna y tan del siglo XXI, ¿quién faltaba? Dios, por supuesto. Él es el destinatario de la letra del himno: «En Tus palabras confiamos / con la certeza que (sic) Tú / ya le has devuelto a la vida, / ya le has llevado a la luz».
Bono en su salsa.
Y el socialismo, en avance irrefrenable.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/31 06:00:00 GMT+2
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2004/05/30 06:00:00 GMT+2
Hay propietarios de periódicos de afán tan monolítico que no cejan hasta hacerse con un equipo de editorialistas en total sintonía con ellos mismos. En principio la tarea no parece fácil, pero en la práctica no resulta tan complicada: basta con seleccionar periodistas que dispongan de un buen bagaje cultural, que escriban con técnica aceptable, que conozcan bien las inclinaciones y los intereses del jefe y que carezcan de principios, a no ser que la ambición personal a toda prueba compute como principio (al modo de pulpo como animal de compañía, según el conocido anuncio).
Otros capitanes de naves periodísticas -los menos- prefieren seleccionar para editorialistas a personas con criterios eventualmente contrarios a los suyos, que les repliquen a la hora de tomar posición y les presenten objeciones. Consideran que, de este modo, sus propias opciones editoriales (que son las que acaban imponiéndose, claro está, porque para eso son los que mandan) aparecen más preparadas para afrontar las críticas.
Quienes asumen el oficio de editorialista en estas últimas condiciones ya saben que sólo de manera excepcional acabarán escribiendo artículos que expresen sus puntos de vista personales, y lo sufren, pero se resignan: a fin de cuentas, las opiniones editoriales no van firmadas y quienes las leen ya saben que reflejan el punto de vista institucional del medio, no el criterio particular de quienes finalmente las han puesto negro sobre blanco. Si, además, han logrado que algunos de sus argumentos aparezcan reflejados en el texto final, la amargura es algo menor.
Con todo y con eso, pasar los días, las semanas y los años sirviendo de intérprete a opiniones ajenas, cuando uno las tiene propias y bien firmes, es duro. Desgasta la moral del más pintado.
Por eso siempre he creído que demuestran mucha inteligencia los jefes de periódico que facilitan a sus editorialistas menos acomodaticios la posibilidad de escribir artículos de opinión con firma. Les proporcionan de ese modo una válvula de escape. Para que no revienten.
A mí, que ejercí de editorialista en El Mundo durante diez años, ocho de ellos como responsable de la sección, Pedro J. Ramírez me ofreció desde el principio la opción de ser también columnista. Y doy por hecho que esa circunstancia es la que explica, mejor que ninguna otra, que tardara tanto en dimitir del cargo.
Con todo, renuncié en el verano de 2000 a seguir ejerciendo de editorialista. Pedro García Cuartango, que fue mi segundo durante los últimos años -aunque en montones de materias tuviera ya por entonces una preparación muy superior a la mía- fue el designado para sustituirme.
Separado desde hace ya casi cuatro años de la Redacción, compruebo hoy que Ramírez sigue ofreciendo a los jefes de Opinión del diario la posibilidad de escribir con su firma para decir lo que tienen a bien, aunque con ello contradigan de pe a pa la línea sostenida oficialmente por el diario.
Para aquellos de vosotros que no hayáis tenido ocasión de leer el artículo que Cuartango ha publicado hoy en El Mundo con referencia a la boda real («Irreal espectáculo»), lo ofrezco adjunto. Es una prueba brillante de su inteligencia crítica, de su fina capacidad de análisis y, ya de paso, de lo bien que sabe escribir.
«¿Y así opina el subdirector responsable de la sección de Opinión de El Mundo?», preguntará más de uno, sorprendido. Supongo que, cuando le hagan esa pregunta, Cuartango responderá como lo hacía yo cuando estaba en ese puesto y me venían con las mismas: «Lo más definitorio del cargo de subdirector de Opinión en El Mundo es la primera sílaba: sub.»
Javier Ortiz. Apuntes del natural (30 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/30 06:00:00 GMT+2
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2004/05/29 07:00:00 GMT+2
Esperanza Aguirre se declaró feliz anteayer porque el último pulsómetro de la Cadena Ser ha indicado que Mayor Oreja es el cabeza de lista a las elecciones europeas mejor valorado por los presuntos votantes. «¡Hasta ellos lo reconocen!», clamó en un mitin, sin darse cuenta –supongo– de lo raro que quedaba ese «ellos» aplicado a las personas consultadas en un sondeo de opinión.
Digo yo que doña Esperanza no habrá olvidado que otros «ellos» de idéntica procedencia se mostraron persuadidos hace algo más de dos meses de que Mariano Rajoy ganaría las elecciones generales. Y que, tres años atrás, otros «ellos» muy similares daban por hecho que Mayor Oreja vencería en las elecciones autonómicas vascas. Seguro que recuerda lo mucho que todos esos «ellos» acertaron.
A lo largo de su ya dilatada carrera política, Jaime Mayor ha evidenciado que tiene un serio problema con las urnas. Los sondeos se le dan bien pero, cuando llega la hora de la votación, se atasca. No es que fracase en la movilización de sus partidarios; es que, según todas las trazas, resulta todavía más eficaz movilizando a los electores contrarios.
Las listas al Parlamento Europeo están siempre bajo sospecha. La ciudadanía se barrunta que los partidos envían allí a tres tipos de dirigentes: a los fracasados, a los que incordian y, muy en especial, a los fracasados que incordian. No creo que haya muchos electores que duden de que, si el PP ha optado por mandar a Mayor Oreja a Estrasburgo, es para ofrecerle una salida más o menos honorable, pero sobre todo lejana.
No son circunstancias que ayuden a suscitar un entusiasmo loco en los votantes.
El exaspirante a presidente de la Comunidad Autónoma Vasca ha trazado las grandes líneas de su campaña electoral para el 13-J acusando al PSOE de pretender una Europa «socialdemócrata, laica y enfrentada a los EE.UU.». Se ve que ignora que la mayoría sociológica de este país responde punto por punto a ese preciso patrón: simpatiza con las medidas políticas que suelen identificarse con el Estado de Bienestar y la socialdemocracia, es partidaria de la plena separación de la Iglesia (de las Iglesias) y el Estado y, después de lo sucedido en los últimos meses, ha renovado su tradicional animadversión hacia los gobernantes de Washington. Tratar de asustar al electorado diciéndole que como vote al PSOE va a contribuir a una Europa social, laica y con fuerte personalidad en el escenario internacional es, lisa y llanamente, hacer campaña a favor del adversario.
He oído en las últimas horas un par de intervenciones públicas del cabeza de lista del PSOE, Josep Borrell. Bastante flojas. No creo que el exministro de González vaya a dar la victoria a su partido. Para mí que, tal como están las cosas, el activo electoral más importante que tienen los socialistas de cara a las próximas elecciones es Mayor Oreja.
Javier Ortiz. El Mundo (29 de mayo de 2004). Basado en un apunte llamado Mayor y los bobos. Javier añade en éste una nota que podéis consultar en el enlace. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de abril de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/29 07:00:00 GMT+2
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2004/05/29 06:00:00 GMT+2
Esperanza Aguirre se declaró feliz anteayer porque el último pulsómetro de la Cadena Ser ha indicado que Mayor Oreja es el cabeza de lista a las elecciones europeas mejor valorado por los presuntos votantes. «¡Hasta ellos lo reconocen!», clamó en un mitin, sin darse cuenta –supongo– de lo raro que quedaba ese «ellos» aplicado a las personas consultadas en un sondeo de opinión.
Digo yo que doña Esperanza no habrá olvidado que otros «ellos» de idéntica procedencia se mostraron persuadidos hace algo más de dos meses de que Mariano Rajoy ganaría las elecciones generales. Y que, tres años atrás, otros «ellos» muy similares daban por hecho que Mayor Oreja vencería en las elecciones autonómicas vascas. Seguro que recuerda lo mucho que todos esos «ellos» acertaron.
A lo largo de su ya dilatada carrera política, Jaime Mayor ha evidenciado que tiene un serio problema con las urnas. Los sondeos se le dan bien pero, cuando llega la hora de la votación, se atasca. No es que fracase en la movilización de sus partidarios; es que, según todas las trazas, resulta todavía más eficaz movilizando a los electores contrarios.
Las listas al Parlamento Europeo están siempre bajo sospecha. La ciudadanía se barrunta que los partidos envían allí a tres tipos de dirigentes: a los fracasados, a los que incordian y, muy en especial, a los fracasados que incordian. No creo que haya muchos electores que duden de que, si el PP ha optado por mandar a Mayor Oreja a Estrasburgo, es para ofrecerle una salida más o menos honorable, pero sobre todo lejana.
No son circunstancias que ayuden a suscitar un entusiasmo loco en los votantes.
Apunté el otro día cómo Mayor Oreja ha trazado las grandes líneas de su campaña electoral para el 13-J acusando al PSOE de pretender una Europa «socialdemócrata, laica y enfrentada a los EEUU». Ahora dice que espera que los socialistas no hablen de Irak durante la campaña, porque eso sería «tomar a los electores como bobos» (sic). Es decir, que considera que un punto esencial en la campaña debe ser la crítica del distanciamiento europeo de EEUU... ¡pero no quiere que se hable de la causa principal de ese distanciamiento! Me da que el que toma al electorado por bobo es él.
He oído en las últimas horas un par de intervenciones públicas del cabeza de lista del PSOE, Josep Borrell. Bastante flojas. No creo que el ex ministro de González vaya a dar la victoria a su partido. Para mí que, tal como están las cosas, el activo electoral más importante que tienen los socialistas de cara a las próximas elecciones es Mayor Oreja.
Nota.- Este apunte es muy parecido a la columna que hoy publico en El Mundo. He retirado una argumentación, que ya empleé en un apunte anterior, y he añadido otra nueva. He hecho este apaño por simples razones de comodidad: ayer por la noche tuve un pinchazo en la moto, la dejé en el quinto infierno y tengo que ir ahora a por ella, antes de que me la birlen o me la desmonten.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/29 06:00:00 GMT+2
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2004/05/28 06:00:00 GMT+2
Se perpetró ayer en Madrid, como todos los años por estas fechas, la corrida de toros de la Asociación de la Prensa capitalina. En primera fila de la plaza de Las Ventas se sentó el jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, junto al presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja.
El monarca, atendiendo al patrocinio del festejo, accedió a ser entrevistado en directo por un periodista de Canal Satélite Digital, emisora que retransmitía el suceso a través de Canal Deporte (sic). Sentado frente al televisor, soñé por un instante con la posibilidad de que el entrevistador, consciente de las especificidades del personaje, le preguntara: «Díganos, majestad, ¿qué le gusta más: una buena corrida o una buena corrida?» No se produjo el milagro. Tuve que conformarme con una arenga regia sobre la necesidad de respaldar «nuestra fiesta nacional».
Bueno, pues hablemos de eso. ¿Hay que respaldar la tauromaquia? Los antitaurinos saltan al punto y dicen que de eso, nada; que lo que hace falta es prohibir de una vez por todas ese lamentable y sanguinolento espectáculo. Lo cual conduce de modo inevitable al eterno debate: que si las costumbres populares, que si los atavismos, que si las tradiciones y el margen de tolerancia que deben merecer (o no), que a ver quién es el guapo que se atreve a meter mano a los Sanfermines, etcétera.
La discusión que yo planteo es previa y apunta a las propias palabras del rey, que reclama apoyo para el mundo del toro. ¿Quién se supone que debe prestarle ese apoyo? Digo yo que, si realmente es «la fiesta nacional», si está tan «dentro de la entraña del pueblo» como aseguran y si hay tantos y tantos dispuestos a romperse los cuernos para que se mantenga per in sæculam sæculorum, no deberían tener mayor problema. Que se lo sufraguen ellos mismos de su bolsillo y ya está.
Pero no. Reclaman subvenciones públicas.
El debate no debería versar sobre si hay que prohibir o permitir la sedicente fiesta, sino sobre quién debe correr con los gastos. Sobre si hemos de pagar entre todos un espectáculo que, digan lo que digan, sólo interesa -y de manera ocasional- a una muy exigua minoría de la población española.
Porque ése es el meollo del asunto. La Feria de Abril, San Isidro, los Sanfermines... Hay al año, sí, un puñado de ferias, aquí y allá, que se autofinancian, o que incluso arrojan algún beneficio (*). Pero, salvando esas corridas, que son pocas, la gran mayoría de los festejos que se celebran durante la larga temporada taurina no dan ni de coña para cubrir gastos. Y con los beneficios exclusivos de las ferias más sonadas no se podría mantener todo el tinglado taurino: la crianza de reses bravas, los honorarios de los matadores, los sueldos de las cuadrillas... Para sustentar eso se requiere un dineral, y ese dineral no entra por taquilla.
Ahí está el punto débil de la pésimamente llamada «fiesta nacional». Liberalícese, privatícese realmente el negocio de la tauromaquia, prohíbase a ayuntamientos y diputaciones inyectarle fondos por vía directa o a través de asociaciones, hermandades, montepíos o las vainas que sean, déjenlo de una vez a su suerte, como si fuera un astillero, y ya veremos cuanto aguanta. Cuanto no aguanta, quiero decir.
Reclamemos a Bruselas que examine las cuentas del mundo de los toros y que se pronuncie sobre las subvenciones que recibe de las administraciones españolas, particularmente de las locales. Y si dictamina que ese dinero público no está protegiendo ningún bien social, que obligue al Estado español a cerrar ese grifo.
¿Para qué debatir sobre filosofías cuando el problema es de mero rigor presupuestario?
(*) Incluso ésas no se financian gracias a la afición. Buena parte de las plazas se llenan en esas fechas de gente que ni entiende de toros ni le importan una higa; que va a lucir el palmito, a que la vean y a ser vista. Bastaba con echar una ojeada a los tendidos de sombra ayer en Las Ventas: pijerío a tope. De ambos sexos. (Luego está el caso especial de Pamplona, donde la principal ocupación de la mayoría es armar bulla y comer.)
Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/28 06:00:00 GMT+2
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2004/05/27 06:00:00 GMT+2
El cabeza de lista del PP para las próximas elecciones al Parlamento Europeo, Jaime Mayor Oreja, acusó ayer al PSOE de pretender una Unión Europea «socialdemócrata, laica y enfrentada a los EEUU».
Qué disparate.
Es un disparate, en primer y principal lugar, porque, a nada que Mayor consulte los muchos y solventes trabajos realizados al respecto, se enterará de que la mayoría sociológica de este país responde punto por punto a ese preciso patrón: simpatiza con la política social que suele identificarse con el llamado «Estado de Bienestar» y con la socialdemocracia, es partidaria de la plena separación de la Iglesia (de las Iglesias) y el Estado y, después de lo sucedido en los últimos meses, ha renovado y puesto al día su tradicional animadversión hacia el imperio de Washington. Tratar de asustar al electorado diciéndole que como vote al PSOE va a contribuir a una Europa social, laica y con una fuerte personalidad propia en el escenario internacional supone, lisa y llanamente, hacer campaña a favor de la lista que encabeza Josep Borrell.
Qué más quisiéramos muchos que Mayor tuviera razón y fueran ésas las metas europeas que se propusiera el PSOE. Por desgracia -y ahí se muestra otro aspecto disparatado de su afirmación- el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero no es socialdemócrata (se identifica con lo esencial de las políticas económicas neoliberales imperantes en el mundo occidental), flaquea en su laicismo (incluso tiene un ministro de Defensa que no para de hacer exhibición de sus particulares creencias religiosas) y es fiel continuador de los gobiernos de González, que actuaron como aliados de Washington en muchas y muy importantes ocasiones, incluida la primera Guerra del Golfo.
Lo que viene a decir Mayor -y no sabe el daño que hace con ello a las aspiraciones electorales de su partido- es que su programa incluye tres puntos esenciales: que la UE desmonte con más rapidez el Estado de Bienestar, que se haga más vaticanista y que se rinda con aún más entusiasmo al diktat de Bush.
Es, si bien se mira, un programa que apunta contra las principales señas de identidad de la construcción europea. Revela hasta qué punto el PP desconfía de la Unión Europea y trata de frenar su progresión.
En realidad, lo que mejor retrata el escaso interés que tiene el PP en la construcción europea es el hecho mismo de que haya puesto al frente de su lista electoral a Jaime Mayor Oreja, que goza de una merecida fama como perdedor en todas las votaciones a las que se ha enfrentado. Aunque haya que reconocer que el hombre no desentona nada como jefe de una candidatura que es una auténtica fila de elefantes camino de su cementerio.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/27 06:00:00 GMT+2
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2004/05/26 07:00:00 GMT+2
He pasado la mitad de mi vida discutiendo las tópicas virtudes esenciales de la Transición española: que si «el papel providencial» de la Corona, que si «la ejemplar contención» de las Fuerzas Armadas, que si «el realismo y la mesura» de la oposición democrática... Renuncio a seguir debatiendo sobre ello: quede la tarea para los historiadores. Espero a cambio que se me admita por lo menos la posibilidad de que determinadas convenciones políticas que tal vez pudieron ser necesarias hace años -yo sigo pensando que no, pero da igual- merezcan hoy en día una menor veneración.
El consenso, por ejemplo.
Venimos arrastrando desde 1976 el lugar común de que el consenso es lo mejor. Que no hay nada como que los partidos se pongan de acuerdo. En todo, a poder ser.
Es un criterio peligrosamente antidemocrático.
En toda sociedad libre y plural conviven diferentes realidades sociales, de las que se derivan intereses contrapuestos e ideologías divergentes, que expresan el modo en el que cada tendencia considera que debería organizarse el conjunto. Nadie tiene por qué renunciar a sus ideas para hacerlas más parecidas a las del resto. Al contrario, cada cual debe defender su propia concepción de la vida colectiva y contraponerla -de manera pacífica, por supuesto- a las otras.
Luego va y se vota. Y el que gana, tira para adelante con su proyecto, respetando al máximo las posiciones minoritarias, pero sin amoldarse a ellas.
Aquí no funcionamos así. Aquí se parte de que lo bueno es que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo, para que no haya una verdadera alternativa entre opciones contrapuestas, sino una receta única de aplicación obligatoria. Y al que defienda otra cosa, que le den viento fresco.
Tómese el caso de la actual polémica sobre la reforma de los estatutos de autonomía. Por las razones que sea -y con todas las vacilaciones que sea-, Zapatero se ha inclinado por un modelo de reformas a la carta, que aporte soluciones concretas a los problemas específicos de cada comunidad autónoma. No tiene nada de inconstitucional. Al contrario: la Constitución consagra la existencia de diferentes colectividades territoriales («nacionalidades y regiones») y prevé que unas y otras puedan disfrutar de diversos grados de autonomía. Al PP eso le parece mal y prefiere que el poder central fije de antemano los límites («el techo competencial») y que sólo luego se desarrolle el debate en cada comunidad autónoma. Pues vale: es su planteamiento.
Pero no: ya está el patio resonante de voces que exigen a ambos que alcancen un consenso. El maldito consenso. ¿Cómo puede haber consenso, si se trata de dos modelos contradictorios?
Fácilmente: renunciando el PSOE al suyo.
Que es en lo que acaban siempre los consensos en España: haciendo todos lo que impone la derecha.
Javier Ortiz. El Mundo (26 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de abril de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/26 07:00:00 GMT+2
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2004/05/26 06:00:00 GMT+2
Recuerdo cuando Miguel Sanz fue elegido presidente de la Comunidad Foral de Navarra. Pocos días después, me topé en Madrid con un conocido periodista que acababa de compartir mesa y mantel con él. Le pregunté: «¿Qué tal el Sanz éste?». Y el periodista -persona muy relacionada con el PP, por cierto- me respondió con una rotundidad que no dejaba mucho lugar a la duda: «Uno de los tíos más tontos que he conocido en mi vida».
Ayer Sanz reclamó al ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, que se aproveche la reforma de la Constitución para suprimir de ella la Disposición Transitoria Cuarta, que establece la posibilidad de que el pueblo de Navarra decida mediante referéndum si desea unirse a los otros tres territorios vascos para formar una sola Comunidad Autónoma. Argumentó Sanz que no es lógico que una Constitución que tiene ya más de 25 años siga incorporando disposiciones transitorias. E insistió mucho en la contradicción que hay, en su criterio, entre el largo mantenimiento del texto constitucional y la permanencia de disposiciones transitorias. «Lo transitorio es contradictorio con lo definitorio», dijo ayer.
Sanz no ha entendido que, si se confirió carácter transitorio a esa disposición, no fue porque se pensara que iba a durar tantos o cuantos años, pocos o muchos, sino porque, en el caso de que se realizara lo dispuesto en ella y el referéndum arrojara un resultado positivo, su mantenimiento dejaría de tener sentido. Es un derecho que se reservó para el pueblo de Navarra y cuyo reconocimiento sólo sobrará cuando se ejerza. Por eso es transitoria la disposición: porque puede llegar el momento en que sobre.
Lo que le ocurre a Sanz es que le toca las narices que haya una disposición constitucional que reconoce los lazos especiales que unen a Navarra con los tres territorios que forman la Comunidad Autónoma Vasca actual. Pero, si quiere acabar con ese género de disposicioones legales, no le bastará con cambiar la Constitución. Deberá «limpiar» la propia legislación foral, que reconoce también esos vínculos. De hecho, el único modo de acabar con esos reconocimientos es que no exista la realidad que reconocen: acabar con la huella de lo vasco en Navarra.
Está en ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/26 06:00:00 GMT+2
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2004/05/25 06:00:00 GMT+2
Publicaba ayer El Mundo una amplia crónica de Manuel Cerdán titulada «PNV y EA negocian con Batasuna para que ETA les conceda una tregua». La crónica hablaba de los contactos mantenidos por los dos socios nacionalistas del Gobierno de Vitoria con varios dirigentes de Batasuna (de Sozialista Abertzaleak, más bien) y aportaba datos sobre la situación de ETA supuestamente obtenidos por la Policía francesa y trasmitidos a sus colegas españoles.
De las informaciones que hayan podido elaborar las fuerzas policiales francesas sobre ETA y el estado de ánimo de sus militantes no puedo decir nada, porque no sé nada de primera mano sobre eso, y mis noticias de segunda mano no tienen por qué ser más fidedignas que las noticias de segunda mano de cualquier otro. Conozco a Manuel Cerdán, aprecio su trabajo y sé que, si dice que los servicios antiterroristas de la Guardia Civil le han dado esa información, seguro que es verdad que se la han dado. Otra cosa es que lo que le han dicho sea la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
De lo que sí tengo información de primera mano, en cambio, es de las conversaciones a tres bandas que están teniendo el PNV, EA y Batasuna. He oído las versiones del PNV y de Batasuna. Y, francamente: me cuesta mucho creer que se hayan propuesto contarme una milonga -la misma milonga- a mí y revelarle la verdad a Cerdán.
De ser cierto lo que me han contado a mí, esos contactos por separado entre los tres partidos existen, y en ellos se habla de todo, pero no en los términos que maneja la crónica de El Mundo. Batasuna no tiene intención de sumarse al plan Ibarretxe, que sigue viendo en lo esencial como un Estatuto de Autonomía con más atribuciones, y tampoco va a pedir a ETA que declare ninguna tregua, porque no quiere crear expectativas que se puedan frustrar al cabo de unas pocas semanas o de unos pocos meses.
De hecho es muy difícil, por no decir imposible, que los caminos del PNV y de Batasuna puedan ir en paralelo en el futuro inmediato. Batasuna reclama que se plantee la batalla por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación como punto preliminar, previo a cualquier otro plan reivindicativo, en tanto el PNV cree que exigirle al Estado que reconozca solemnemente la plena soberanía de Euskal Herria no conduce a nada, porque no lo va a hacer; que lo que sí cabe es forzarlo a admitir legal y prácticamente una cosoberanía de hecho, materializada en cotas cada vez más altas de autogobierno (dicho sea así por resumir).
Como planteamiento general, es obvio que EA siente claras simpatías por el de Batasuna, pero no se alejará del plan Ibarretxe mientras se mantenga el tripartito.
En cuanto a ETA, mi criterio -que no mis informaciones- es que son tantas y tan insistentes las voces que están ligando una eventual tregua con la supuesta extrema debilidad de la organización que no le están dejando otra posibilidad que descartar el cese de sus actividades. Así de crudo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/25 06:00:00 GMT+2
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2004/05/24 06:00:00 GMT+2
Aposté en Bilbao a que no vería por televisión ni una sola imagen de la boda, y a que lo lograría sin necesidad de encerrarme en casa bajo siete llaves, y gané la apuesta. Hice vida normal, salí a comer fuera, pasé la tarde con un grupo de amigos y no vi ni una sola imagen de la boda por televisión, aunque debo admitir que lo conseguí gracias a que en un par de ocasiones desvié la vista. Ya sé que era una apuesta un tanto chorra, pero casi todas lo son.
Visto lo que se ha contado sobre el acontecimiento (*), lo único importante que parece que me perdí, además del esperpéntico discurso del padre de la novia -que no sé si retransmitió la televisión-, fue la patada que Froilán, el hijo de la infanta Elena, le soltó a otra criatura que había servido de paje y al que las crónicas identifican como Juan Urdangarín (aunque por la imagen proporcionada por El Mundo a mí más bien me parece una niña). Don Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, que es como oficialmente se denomina el crío, abandonó el lugar que tenía reservado, se fue a por el otro (o la otra), le largó una patada y volvió a su sitio con una sonrisa de malévola satisfacción.
«Una travesura», dice la prensa complaciente. No. Fue el gesto típico de un niño malcriado, acostumbrado a hacer su real voluntad y a que se le tolere todo.
Me contaron que cuando nació este chaval hubo una revista que publicó que su padre había bromeado diciendo: «Desgraciadamente, se parece a su madre». Como no le he visto la cara de cerca, ignoro si conservará el parecido físico -espero que no, por su bien-, pero está claro que ha heredado el carácter de su progenitora, despótico y caprichoso. Un embajador de España, que estuvo al frente de una lujosa legación diplomática muy visitada por la familia real, me confesó que la infanta en cuestión era por entonces -hace algo así como veinte años- uno de los personajes más insoportables que había conocido en su vida.
No resulta extraño que los nacidos en la realeza -y en las oligarquías acaudaladas, en general- desarrollen un carácter arbitrario e iracundo. Pero un rasgo característico de las familias reales ha sido siempre el sometimiento de sus vástagos a un proceso de férrea educación, acostumbrándolos a manifestar sus extravagancias sólo en privado y a autocontrolarse en público para ofrecer una imagen de perfecta serenidad.
Por lo visto el sábado, esa tradición, imprescindible para mantener la necesaria distancia entre la realeza y la plebe, se está perdiendo.
Mi tesis es que, si los niños de la familia real empiezan a comportarse a la vista del populacho como críos consentidos y malcriados, igualitos a los de cualquier yupi gilipollas, las bases sobre las que se asienta la monarquía española, ya de por sí problemáticas, pueden verse seriamente afectadas. Entre otras cosas, porque el comportamiento de esos críos suele excitar mucho las ganas de darles un bofetón... a sus mayores.
(*) Todo el mundo ha hablado y escrito sobre «el evento». Dice el Libro de Estilo de El País: «Evento.- Es algo que puede ocurrir o no. Por tanto, no sirve como sinónimo de acontecimiento o suceso importante». Y el de El Mundo: «Evento.- No es sinónimo de "hecho", "suceso" o "acontecimiento" (si se emplea así, es anglicismo), sino de eventualidad, de algo que puede ocurrir o no».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/24 06:00:00 GMT+2
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