2004/06/23 06:00:00 GMT+2
1.- Escribía ayer sobre el poeta Julio Campal, con el que tuve un breve y juvenil contacto, y en cosa de nada ya recibía un correo rectificando mi memoria. Pablo Susinos, bibliotecario escrupuloso y preciso, me enviaba un enlace de Internet que ponía de manifiesto un par de errores de mi recuerdo.
Mi primer error fue afirmar que Julio era chileno, cuando en realidad nació en Montevideo. Juraría que le oí hablar a él mismo de su nacionalidad chilena, pero está claro que le entendí mal.
Mi segundo error no está tan claro. Sus familiares y amigos afirman que no se suicidó. Se trata de un extremo al que yo no atribuyo mayor importancia (¿y qué, si se suicidó?), pero ellos parece que le dan una gran trascendencia (vid. la información adjunta). De los hechos, tal como ellos mismos los recogen, no se puede desprender ninguna conclusión tajante.
Había un tercer error en mi recuerdo, que Pablo Susinos no cita: lo que contaba no sucedió en 1965, sino en 1966.
Lo que me ha resultado más curioso de lo que he leído sobre Campal, además de la importancia literaria que tuvo, y que yo desconocía, es comprobar que hubo algunos amigos míos de la época que siguieron en contacto con él. Veo en una lista de abajofirmantes al historiador Juan Carlos Jiménez de Aberásturi y al poeta y pintor Jokin Díez. Jokin y yo, influidos por las cosas que nos contaba Julio, publicamos por entonces un poema espacial en la revista del Instituto de Enseñanza Media en el que hacíamos como que estudiábamos, Ibai Alde, revista de la que éramos inspiradores junto con Jesús Ceberio, actual director de El País.
Qué cosas.
2.- Como quiera que el otro día me referí a los argumentos jurídicos que el Consejo General del Poder Judicial ha opuesto al proyecto de nueva Ley contra la violencia doméstica, y dado que pedí más razones para evaluar el asunto, me parece oportuno dar cuenta aquí del artículo que publica hoy en El Mundo Luis Aguiar, vocal del CGPJ y catedrático de Derecho Constitucional.
Aguiar responde a las dos líneas de objeción que figuran en el informe del CGPJ (frente al que él opuso un voto particular) y dice:
«En primer lugar, se critica la improcedencia de una opción legislativa que se dirige a combatir la violencia sobre la mujer, habida cuenta de la existencia de otras muchas manifestaciones de violencia, como la que con frecuencia padecen ancianos y niños, «más grave si cabe» que la violencia sobre las mujeres (informe del CGPJ, pág. 18).
Se desconoce así que, históricamente, las relaciones de dominio que se han ejercido en el seno de la familia se han traducido con frecuencia en violencia sobre la mujer. Y se desconoce que la lacra social por excelencia en la vida de pareja es la creación de un insoportable clima de violencia sobre la mujer (de cada 10 denuncias por violencia doméstica en 2003, 9,1 eran por violencia sobre la mujer).
Una breve cita parece avalar la opción del Gobierno. La recomendación del Consejo de Europa de 30 de abril de 2002, cuyas primeras palabras son: «Reafirmando que la violencia hacia las mujeres es el resultado de un desequilibrado reparto de poder entre hombres y mujeres, y está provocando una seria discriminación contra el sexo femenino...».
La segunda línea de crítica es la que consiste en tildar de inconstitucionales las reformas penales (establecimiento de tipos penales de los que sólo puede ser autor el hombre) y procesales (creación de juzgados de violencia sobre la mujer) por entender que vulneran el artículo 14 de la Constitución.
También aquí me permito discrepar. Unas y otras han de interpretarse como medidas de acción positiva, consistentes en dulcificar el principio de igualdad ante la ley para garantizar así una igualdad real y efectiva en el disfrute de los derechos.
En nuestro ordenamiento, el principio de igualdad ante la ley no puede ser interpretado como un rígido y formal axioma. El legislador, por el contrario, está constantemente atribuyendo consecuencias jurídicas distintas a actos iguales, pero que son realizados por sectores de población en circunstancias sociales diferentes.
En suma, el problema no es si el legislador puede o no modular el principio de igualdad, sino si cuenta con una justificación objetiva, razonable y proporcionada. Combatir una violencia que coloca a un buen número de mujeres por debajo de la dignidad que merecen y que el año pasado provocó la muerte de 81 de ellas parece que puede justificar unas enérgicas medidas para intentar paliar tan lamentable situación.»
Me parecen argumentos sólidos y muy dignos de consideración. Llegados a este punto, la única objeción que sigo poniendo al proyecto de Ley es que no extienda su ámbito de aplicación a las otras formas de violencia que se producen dentro de la vida en pareja y que también tienen su origen en las estructuras de dominio propias de la ideología patriarcal. Me refiero, en concreto, a las formas de violencia que ejercen quienes asumen el papel de dominadores dentro de las parejas compuestas por personas del mismo sexo.
3.- Baltasar Garzón se ha visto obligado a poner en libertad a Juani Lizaso, la persona a la que encarceló acusándola de ser responsable de las Herriko Tabernak. Lo ha tenido que hacer porque se le ha pasado el plazo máximo que la Ley asigna a la situación de prisión preventiva. Es, sencillamente, una vergüenza, que revela la frivolidad y la negligencia de un juez al que el CGPJ le consiente todo. El engominado magistrado tiene tiempo para acudir a toda suerte de actos sociales y saraos, pero no para evitar que los sumarios se le eternicen sobre la mesa.
La opción es obvia: o Lizaso debe estar en la cárcel porque es un peligro público, en cuyo caso el magistrado de la Audiencia Nacional es responsable de su indebida situación de libertad y debería ser expedientado por ello, o no pasa absolutamente nada porque esté en la calle, y entonces Garzón es culpable de mantener situaciones de prisión innecesarias.
4.- «I don't want to die!». El grito angustiado del traductor coreano secuestrado por un grupo que se dice de Al Qaeda revolvía las tripas.
Lo degollaron a sangre fría.
Lo que me resulta más monstruoso es que crean que la difusión de ese vídeo les ayuda en algo. ¿En qué puede ayudarles? En la siembra del terror, por supuesto. Pero por cada civil aliado al que hayan influido para que se niegue a participar en la ocupación de Irak habrá miles de personas a las que hayan distanciado de la defensa de una causa que tiene a gente así entre sus protagonistas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/23 06:00:00 GMT+2
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2004/06/22 06:00:00 GMT+2
En San Sebastián, allá por 1965, más o menos, solía acudir a unas tertulias literarias nocturnas que organizaba un joven poeta chileno llamado Julio Campal. Nos juntábamos en el restaurante «El Caserío», cerca de la Plaza de la Constitución, y charlábamos mientras nos bebíamos algunas botellas de rioja Glorioso. No sé por qué, pero lo del Glorioso era obligado; no se podía beber otra cosa.
Campal era un personaje singular, que simpatizaba con la izquierda comunista pero construía poemas vanguardistas (*). Dirigía una sala de exposiciones que se acababa de inaugurar y que financiaba un constructor con inquietudes, no sé si sólo artísticas o también fiscales. Campal llegó a montar incluso una exposición de poesía concreta rarísima, que llamó mucho la atención. Salió en el No-Do. Aparecía fugazmente el joven Ortiz leyendo un poema, aunque no se le oía.
El público de las tertulias era variado. Lo convocaba el propio Campal. Invitaba a la gente que iba conociendo en San Sebastián y que le resultaba de interés.
Dos o tres veces se trajo a un joven obrero al que él quería convertir al marxismo. El obrero se resistía. Se resistía a todo. Se resistió a interesarse por la literatura, se resistió a hacerse marxista y, finalmente, se resistió a acudir a la tertulia. Campal, que tenía un punto gamberro, le decía que era «un proletario indisciplinado», cosa que al proletario no le hacía ninguna gracia, pero a los demás sí. El proletario no sólo resultó ser bastante jetas -cosa que todos nos barruntábamos-, sino también tirando a mangui. Campal contó que había desaparecido acarreando alguna de sus pertenencias.
Al cabo de unos meses, el simpático poeta chileno dejó San Sebastián y se marchó a Madrid. Me dijeron que se suicidó poco después por un asunto de amores.
Me acordé del maldito «proletario indisciplinado» el pasado sábado. Me topé en la puerta de El Corte Inglés de la Castellana, en Madrid, con un tipo, estilo vendedor de La Farola, que me lo recordó tanto por el físico como por sus ganas de alejarse del arquetipo del gremio: si aquel se negaba a comportarse como un buen integrante de la muy noble y muy histórica clase obrera, éste se apartaba decididamente de los modales de un mendigo comme il faut.
Según aparqué mi scooter en la acera, junto a las demás, se me acercó y me dijo: «Yo cuido las motos aparcadas aquí». Sonriente, le respondí que allí las motos no corrían ningún peligro particular, pero mucho menos la mía, vieja y con aspecto de cascajo. Momento en el que él, torciendo la boca y adoptando un tono de lo más lúgubre, me soltó: «Tú verás. No me des nada y lo mismo cuando salgas te encuentras con un retrovisor roto o una rueda pinchada».
Consiguió indignarme. Le pregunté si se pensaba que estaba en el Chicago de los años 20, cuando Alfonso Capone y los suyos ofrecían «protección» a los tenderos. Y le añadí que tuviera cuidado con lo que hacía porque, como cuando yo saliera la moto hubiera sufrido algún desperfecto, me encargaría de él. Debió de tomárselo como una amenaza de represalias físicas, porque me contestó: «¿Y eso quién? ¿Tú? ¡Pero si estás acabado!».
Debo reconocer que esto último me afectó realmente, porque me hice cargo de inmediato de que tenía razón por partida doble, tanto en términos absolutos como relativos: él, pese a ser un tirado, tenía aspecto de poder deshacerse de mí de un solo bofetón.
Pero no se lo confesé, sino que me di la vuelta y me fui para el establecimiento, momento que él aprovechó para hacer oír un nítido «¡Hijo de puta!».
Henchido de justa indignación, y ya abandonadas mis reflexiones sobre la diferencia de los respectivos físicos, volví sobre mis pasos. No debía de tener mi actitud un aspecto excesivamente amistoso, porque el menda se apresuró a declarar que se había limitado a decir que por allí «solía» haber «mucho hijo de puta» y hasta aceptó resignado que yo le replicara, pendenciero, que de eso él tenía que saber la tira.
Pese a lo cual, no me quedé nada tranquilo. Ni por la moto, ni por mí, ni por lo que podría acabar haciendo mi mendigo indisciplinado, que no había dado prueba de estar muy en sus cabales. Por lo cual hice lo único que se me ocurrió para no correr demasiados riesgos: hablé con un encargado de El Corte Inglés al que informé de lo sucedido, haciéndole ver, jesuitico, que la presencia de aquel individuo no contribuía al buen nombre de su establecimiento (sic!). El encargado avisó al personal de seguridad.
Vi que salían un par de maromos. No sé qué harían; lo que sí sé es que cuando volví a por la moto el mafioso de base había desaparecido.
Se me quedó mal cuerpo. Ya sé que ser mendigo no da derecho a ir amenazando a la gente, pero denunciar a mendigos tampoco es una actividad que figure entre las de mi predilección, por así decirlo.
En resumen, que el mendigo indisciplinado me amargó el sábado.
(*) Releyendo el apunte, me doy cuenta de que puede parecer, más que nada por ese pero que he metido de por medio, que veo algún tipo de incompatibilidad entre la izquierda radical y la poesía vanguardista. Para nada. Lo que seguramente me ha pasado por la cabeza en el momento de escribir ese párrafo es el hecho de que, por aquel entonces, los poetas de izquierda se dedicaban casi unánimemente a la llamada «poesía social». Con el tiempo he agradecido a Campal, además de aquellas noches festivo-literarias, que llamara mi atención sobre experiencias poéticas -particularmente francesas y norteamericanas- que yo desconocía por completo. Él me asomó a un poema que hoy considero imprescindible, por atrevido y por revolucionario, al menos en el plano literario: hablo de Un coup de dés (jamais n'abolira le hasard), de Stéphane Mallarmé.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/22 06:00:00 GMT+2
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2004/06/21 06:00:00 GMT+2
Lo primero de todo: tranquilos -y tranquilas- quienes no os interesáis por el fútbol lo más mínimo porque, gracias a la derrota que sufrió ayer la Selección Española y a su eliminación de la Eurocopa, ese presunto deporte va a ser de nuevo sólo uno de los principales temas de conversación del resto de la gente. Incluso puede que desaparezca de estos Apuntes por un cierto tiempo. Estáis de enhorabuena.
Pero no me resisto a hacer un último comentario sobre lo sucedido ayer. Un comentario que es de fútbol sólo en la superficie, pero que se refiere a un asunto bastante más de fondo.
Acabo de oír un amplio repaso de los titulares que dedican los periódicos de hoy a la Selección Española. Ponen a parir a los jugadores, al entrenador y a la Federación, con su presidente al frente (y con las llaves de la caja). Según ellos, no podía haberse hecho peor la tría de jugadores, no cabía colocarlos en el campo con menos acierto, era imposible elegir una táctica más desafortunada y, en fin, a los propios futbolistas les habría sido difícil mostrar de manera más rotunda sus carencias.
Esto hoy. Ayer por la mañana, la práctica totalidad de los especialistas de los diarios y de los medios audiovisuales se declaraban encantados con el equipo que presentaba Iñaki Sáez, al que alababan el buen gusto que había tenido de dar cabida por fin a varios de los jugadores que los propios periodistas habían defendido con más fuerza durante los días anteriores.
Por decirlo resumidamente: ayer jugó la Selección favorita de la Prensa y hoy la Prensa achaca la derrota a todo el mundo... con excepción de la Prensa.
Me ha sentido igual que me sentí cuando el ex portavoz de CiU en el Congreso, Miquel Roca Junyent, lanzó a escala estatal la que fue bautizada como «Operación Roca» y convenció a varios conspicuos prohombres de la capital del Reino, como Federico Carlos Saínz de Robles y el propio actual presidente en funciones del Real Madrid, Florentino Pérez, para que fundaran un llamado Partido Reformista. Siguiendo sus instrucciones y actuando a su dictado, se presentaron a las elecciones y se dieron un tortazo de aquí te espero, momento que Roca aprovechó para declarar: «Lamento sinceramente el poco éxito que han tenido mis amigos de Madrid». Se lavó las manos, como si el fracaso no fuera cosa suya.
España padece una inflación espantosa de prensa deportiva y de espacios de información deportiva en radio y televisión. Bueno, no: de prensa dedicada en su 80% al fútbol y de informativos audiovisuales dedicados casi por completo al fútbol, porque el resto de los deportes, salvo momentos especiales del ciclismo, el tenis, el baloncesto, el golf y el motor, están casi de adorno. Hay decenas y decenas -o cienes y cienes, que diría el otro- de comentaristas, opinadores, supuestos graciosos y presuntos teóricos, jugadores, árbitros y entrenadores retirados o en paro -bastantes de ellos, por cierto, con una capacidad para expresarse que roza peligrosamente la nada absoluta- que se pasan el día y la noche ñaca que ñaca, erre que erre, y que lo tienen todo clarísimo y saben siempre lo que habría que hacer. Pueden escribir o decir lo que se les ponga porque no rinden cuentas más que ante sus respectivos públicos incondicionales -que no se las piden-, y ejercen una presión sobre los jugadores, los técnicos y las directivas que para mí que debe de ser prácticamente intolerable. Dado que, por lo común, los jugadores, los técnicos y los miembros de las directivas no son gente de temple e inteligencia excepcionales, y que todos ellos saben que sus nada desdeñables ingresos dependen de lo mejor o peor que caigan al público (es decir, a los periodistas), la influencia que los medios ejercen sobre el negocio del fútbol es tremenda. Decisiva. Excesiva.
En esta Eurocopa se ha visto con más claridad que nunca. La Prensa le ha hecho la selección a Sáez -que tampoco tiene pinta de ser Einstein, precisamente- y ha acabado por ponerlo a su servicio. A él y a los jugadores. Conseguido lo cual y fracasado el invento, hoy los trata como a juguetes rotos.
Iba a escribir «...como a pobres juguetes rotos». Pero no. Cualquier cosa menos pobres.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (21 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/21 06:00:00 GMT+2
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2004/06/20 06:00:00 GMT+2
Gran tensión interterritorial tras la renuncia oficial a realizar el trasvase del Ebro. El Gobierno del PP se había comprometido a fondo con ese plan, que le daba muy buenas rentas electorales en el sur del País Valenciano, en la Región Murciana y en Andalucía oriental, aunque se las retrajera en Aragón y Cataluña.
No me cuesta nada entender los apoyos y los rechazos al Plan Hidrológico Nacional. A la gente suele gustarle que le den y le molesta que le quiten. Pero, cuando me preguntan de qué lado estoy, admito que no tengo suficientes conocimientos técnicos como para tomar una posición rotunda.
Tengo, eso sí, algunos elementos de juicio.
Sé, en primer lugar, que el elevado déficit de agua que padece el Estado español se debe en buena medida a la pésima gestión del agua existente. La Administración no provee el mantenimiento y la mejora de las conducciones, lo que provoca que una proporción escandalosa del agua disponible se fugue durante su recorrido entre el origen y el destino, sin que nadie la aproveche. Leí hace tiempo que en las conducciones de la ciudad de Madrid se pierde no menos del 25% del total del agua que sale de los embalses de la región. Es un ejemplo.
Sé también que en toda el área del Mediterráneo meridional se han propiciado modelos de crecimiento que requieren unas disponibilidades de agua que el medio natural no proporciona ni de lejos.
Hablo de dos sectores económicos muy en particular: la agricultura y el turismo.
En algunas zonas de Almería, Murcia y Alicante se han puesto en marcha grandes cultivos intensivos no adaptados al medio, que requieren riegos muy importantes y casi constantes.
A la vez, se ha optado por un tipo de turismo masificado, basado en la cantidad, lo que supone una sobredemanda de agua impresionante (y muchos otros dispendios infraestructurales).
Para acabar de rematar la faena, la oferta de turismo residencial y de qualité se atiene a parámetros absurdos, destinados a rodear al turista de un entorno propio de la Europa húmeda, con campos de golf y tontunas de ese estilo.
Medio vecino que soy de una comarca del sur del País Valenciano, agarro constantes cabreos cuando veo los cientos de villas costeras de gente bien, todas con su inevitable prado de césped. ¡Césped en Alicante! Hay plantas autóctonas tan verdes como el césped -y más bonitas, para mi gusto- cuyo cultivo requiere dosis de agua mínimas. Pero nadie llama a esa gente la atención por el derroche que hacen de un bien tan escaso y tan preciado.
Y dicen ahora que es de justicia desviar el caudal del Ebro para cubrir las crecientes exigencias planteadas por unas iniciativas económicas más que discutibles que nadie consultó con nadie antes de ponerlas en marcha.
En mi criterio, sería necesario replantearse lo que se está haciendo en toda esa zona, incluso aunque fuera posible autoabastecerla de agua (por ejemplo, con las plantas desalinizadoras que al parecer planea construir el Gobierno del PSOE). Debería estudiarse a fondo tanto el tipo de turismo que conviene (el actual está convirtiendo irreversiblemente la costa sur del Mediterráneo en un erial ecológico) como el tipo de agricultura que debería propiciarse (la de ahora proporciona demasiado a menudo frutos tan relucientes como insípidos. Y eso sin hablar de la explotación ilegal de la mano de obra inmigrante en la que se basa.)
Soy partidario -rotunda, radicalmente partidario- de la solidaridad interterritorial. De repartir no ya lo que sobre, sino lo que haya. De lo que no soy partidario es de que cada cual haga de su capa un sayo, con toda la naturalidad del mundo, y que luego reclame a los demás que le compren más capas, para seguir haciendo lo mismo.
No sé si es éste el caso. Ya digo que razono sólo con algunos elementos de juicio. Tal vez me faltan otros.
Planteo el debate, sin más.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (20 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/20 06:00:00 GMT+2
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2004/06/19 06:00:00 GMT+2
La Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea llegó ayer a un acuerdo que abre la puerta en principio a la existencia de una Constitución Europea.
Supongo que aquí, inter nos, está de más extenderse en explicaciones sobre la clase de Europa que está construyendo esa gente. Sabemos de sobra que es un desastre: ese desastre economicista e insolidario al que dio la espalda el pasado domingo la mayoría de la ciudadanía europea (aunque no en todos los casos, ni mucho menos, por economicista y por insolidario).
La cuestión que me planteo a día de hoy tiene que ver con lo que en alguna ocasión, ya hace años, llamé «la caducidad de las causas». Me refiero al hecho de que suceden (con molesta frecuencia, además) determinados hechos que juzgamos intolerables, inaceptables, espantosos, etc. Pero sucede también, y con no menos fastidiosa recurrencia, que nuestras condenas, por enérgicas y justificadas que sean, no son atendidas. Y que los hechos intolerables, inaceptables, etc., se instalan en la vida, y perduran.
Cabe que, en un esfuerzo de encomiable didactismo, nosotros acertemos a persuadir a nuestros herederos de que los tales hechos intolerables, etc., son efectivamente intolerables, etc., de modo que ellos tampoco los toleren, etc. Pero ¿y si los hechos siguen perdurando? ¿Hasta cuándo habremos de pretender que nuestro justificadísimo rechazo conserve su vigencia no ya filosófica, sino política práctica? Por ejemplo: ¿debemos, por respeto a la justa ira de nuestros ancestros, rechazar de plano las consecuencias históricas del inicuo «abrazo de Bergara»? ¿Habremos de negar tenazmente las consecuencias intolerables, inaceptables, espantosas, etc., de la derrota que nuestra imperecedera causa sufrió en la batalla de Almasa, el 25 de abril de 1707?
Como que no, ¿no?
Ahora bien: una vez decidido -si decidimos- que, mal que les pese a los carlistas, todas las causas concretas que no triunfan acaban teniendo una fecha de caducidad -por más que pueda y deba pervivir el impulso ético que motivó algunas-, el asunto que resulta inevitable plantearse a continuación es cuándo. Cuándo caducan, quiero decir.
Supongo que ahí no puede darse una respuesta uniforme. Depende de la causa de que se trate. En general, mi espíritu práctico me dice que vale la pena sostener aquellas causas justas que cuentan con suficiente personal apoyante como para hacerse oír.
Bien. Como quiera que no es mi deseo escribir hoy ni sobre la Monarquía juancarlista ni sobre la OTAN, me limitaré a decir que para mí que no tiene demasiado sentido quedarse con las objeciones de principio a la Unión Europea que muchos venimos haciendo desde Maastricht y aún antes, negando la mayor, y que tal vez empiece a convenir que, aunque sin dejar de recordar que es un engendro, economicista, insolidario, intolerable, inaceptable, espantoso, etc., pasemos también a examinar cada uno de los pasos que se van dando en el proceso, para evaluar las alternativas en presencia y dar nuestra opinión sobre ellas.
En coherencia con esta confesión autocrítica, me he impuesto a mí mismo la penitencia de estudiarme en serio todo ese lío de la mayoría de bloqueo, el 55% del 4% del 12% de países con población equivalente al 60% del 26% del 40%, para saber bien de qué va y decidir qué conviene más no ya a la causa de «Epaña», sino a la de los parias de la Tierra.
Porque eso sí lo tengo claro: la de los parias de la Tierra es una causa sin posible fecha de caducidad.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (19 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/19 06:00:00 GMT+2
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2004/06/18 06:00:00 GMT+2
El juez de la Audiencia Nacional encargado de la instrucción del sumario abierto por los atentados del 11 de Marzo, Juan del Olmo, ha puesto en libertad a tres marroquíes que en su día fueron presentados como autores materiales de la matanza. Sostiene la fiscal Olga Sánchez, y el juez está de acuerdo, que los indicios que apuntan a la presunta culpabilidad de estas tres personas son «demasiado endebles».
Deben de ser realmente muy endebles, porque doy por hecho que tanto la fiscal como el juez hubieron de evaluar las consecuencias que su decisión iba a tener. Con ese auto de libertad han demostrado de un plumazo, para empezar, que en este país los responsables políticos pueden exhibir a cualquiera en la plaza pública presentándolo como asesino sin contar no ya con pruebas, sino ni tan siquiera con «indicios racionales» de alguna solidez. Y han evidenciado, en segundo lugar, que ellos mismos pueden mantener en la cárcel más de tres meses a personas que, según acaban admitiendo, no estaba nada claro que tuvieran ninguna relación con los crímenes investigados.
Dice un proverbio árabe que, cuando alguien te engaña, la primera vez es culpa suya, pero que, a partir de la segunda, la culpa es ya enteramente tuya. Parece sensato. Ateniéndonos a ese razonamiento, convendremos en que no dan mucha prueba de sensatez quienes dan crédito a las acusaciones que lanzan tales o cuales gobernantes -y a veces también tales o cuales jueces- sin más garantía que la de su propia palabra.
Se trata de un fenómeno generalizado. Acaba de probarse en los propios EE.UU. que, cuando George W. Bush estableció una relación directa entre el régimen de Sadam Husein y los terroristas del 11-S, lo que hizo fue presentar como hechos probados lo que no pasaban de ser deseos personales suyos. Mintió, sin más. Como nos han mentido aquí en un buen puñado de ocasiones.
Esta de ahora es otra más.
Habida cuenta de la reiterada experiencia, deberíamos todos hacer un ejercicio sistemático de incredulidad. Yo lo hago, pero mucha gente a mi alrededor pretende que exagero. «Han detenido al culpable de tal crimen», me dicen. Y yo respondo: «Dicen que han detenido a uno que dicen que fue el autor de un crimen que dicen que ocurrió en las condiciones en que ellos dicen». Yo, como Santo Tomás, sólo me creo ya lo que veo y toco.
Hemos retrocedido enormemente. Antes, los titulares de las noticias abundaban en «presuntos». Ahora sólo hay culpables.
Hasta en el siglo XVII los había más despiertos. Existe una canción satírica inglesa datada en 1689, titulada Epithalamium. A Wedding Song, que se subtitula: «Sobre el supuesto matrimonio del supuesto Príncipe de Gales con la supuesta nieta del Rey de Francia, supuesto hijo de Louis XIII».
Es obvio que el autor de la canción sí que había aprendido de la experiencia.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de junio de 2004) y El Mundo (19 de junio de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 4 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/18 06:00:00 GMT+2
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2004/06/17 06:15:00 GMT+2
Perdonad mi retranca, pero sabía que me íbais a castigar con medio centenar de correos sobre lo mal que lo hago todo (en materia informática, al menos).
Estaba seguro, para empezar, de que iba a echárseme encima la brigada ligera pro-Linux. ¡Que ya sé que tenéis razón, leñe! Pero, qué queréis: estoy obligado a trabajar con varios ordenadores, y todos funcionan con Windows. Mi cabeza de señor mayor no da ya para interiorizar y convertir en instintivas órdenes pertenencientes a sistemas operativos diferentes. ¡Pero si aún, después de cuatro años, me sorprendo intentando que mi teclado responda a claves del Edicom 2000, que era el sistema de edición que usaba en El Mundo!
Si alguna vez habéis tratado de alternar la conducción de un coche de cambio manual con la de otro de cambio automático, sabréis de qué os hablo. Sin pensarlo, pisas el embrague para cambiar de marcha, y lo que logras es pegar un frenazo que te cagas. O quieres frenar y aceleras. En Memphis (Tennessee, USA), a la vera de Graceland, la casa de Elvis Presley, un conocido mío consiguió, gracias a esa inadecuación de sus diversos aprendizajes, embestir contra otro vehículo, en el que -también es mala folla- viajaba una embarazada. Me temo que no fue la experiencia más gratificante de su vida.
Otros ha habido que me han proporcionado algunos consejos estimables, pero que ya habían sido probados por mi informático de cabecera, sin éxito. Por ejemplo, la cosa ésa de arrancar con otro disco y poner el viejo a hacer de slave. O, lo que viene a ser lo mismo: poner el disco como secundario en otro ordenador para acceder a sus partes no infectadas. Todo eso lo intentamos, y más aún, pero en ningún caso logramos entrar en el disco averiado. Ni siquiera conseguimos que su presencia física fuera detectada.
No han faltado tampoco los que me han explicado cómo cabía recuperar el disco, aunque se perdiera la información contenida en él. Es lo que finalmente hemos hecho, pero la verdad es que eso me daba un tanto igual, porque el disco estaba en garantía. Lo que me interesaba no era tanto el disco duro como lo que tenía metido en él.
El consejo que más me ha interesado -y admito mi culpa por no haberlo tenido en cuenta antes- es el que se refiere a las ventajas de utilizar un disco duro externo con conexión usb. Un disco de ese tipo permite almacenar a diario en un receptáculo pequeño y manejable toda la información contenida en el disco duro del ordenador base, por así llamarlo. Gracias a él, puedes conservar todo lo que quieres tener archivado, copiarlo a otros ordenadores... Puedes hacer con ello, en suma, lo que te dé la gana. ¿Por qué me he resistido hasta ahora a utilizar ese adminículo? Pues porque, como ya he dicho, trabajo en varios ordenadores y ninguno es el ordenador base. Con lo cual, habré de empezar por unificarlos. En fin, pijadas mías, que ya veré cómo encajo.
Admitidme, de todos modos, que esto del reciclaje informático incesante acaba resultando bastante agotador. Estas máquinas te sirven de mucho, pero tampoco es tontería todo lo que te obligan a servirlas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/17 06:15:00 GMT+2
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2004/06/17 06:00:00 GMT+2
Se han puesto dos objeciones «de autoridad» al proyecto de Ley sobre la llamada «violencia de género».
La primera la ha esgrimido la Real Academia Española. Ha señalado que no es correcto el uso que hace el nuevo texto legal del término «género».
Es cierto que su Diccionario no recoge esa acepción, pero mucho me temo que la Academia llegue tarde una vez más. Debería haber reaccionado hace años, cuando ese uso todavía no se había generalizado tanto. Ahora está ya tan presente en los medios de comunicación y en las publicaciones especializadas que no tiene sentido proponer su erradicación. Que la RAE se la envaine y dé acogida a esa acepción. Otras bastante menos justificadas ha avalado en el pasado reciente.
La segunda objeción «de autoridad» es la que ha planteado el Consejo General del Poder Judicial. Sostiene, muy en resumen, que es anticonstitucional legislar derechos que lo son sólo de las mujeres y penas que sólo son aplicables a los hombres.
El Gobierno, por boca de la vicepresidenta Fernández de la Vega, ha respondido que se trata de un caso de discriminación positiva en el que el Ejecutivo se considera en la obligación de insistir.
No creo que sea necesario señalar en este foro que mis simpatías por el CGPJ son tirando a limitadas. Tampoco creo que sorprenda a nadie si digo que me siento solidario con la causa general del movimiento feminista. Pero ninguno de esos dos juicios previos me impide reflexionar sobre cada asunto concreto para tratar de encontrar los puntos de vista más razonables y más justos, los formule quien sea.
En este caso, los argumentos que he oído hasta ahora en defensa de ese aspecto del proyecto de Ley no me convencen.
En primer lugar, no me parece correcto que se apele a la llamada «discriminación positiva». No hace al caso. La discriminación positiva es aplicable cuando hay que elegir (para lo que sea: para un cargo, para un puesto de trabajo, para una responsabilidad determinada) entre hombres y mujeres que presentan méritos muy similares. En esas circunstancias, algunas personas defendemos que se otorgue un plus de apoyo a las mujeres candidatas, para así contribuir a la más rápida consecución de la paridad efectiva. De la igualdad.
Pero la discriminación positiva no pinta nada cuando se están regulando derechos y delitos. Si una persona maltrata a otra, debe ser castigada en función de su acto, no de su sexo. Y si una persona es maltratada por otra, merece resarcimiento y protección en todo caso, sea hombre o mujer.
Sé de sobra que, en las relaciones de pareja, los malos tratos más comunes -abrumadoramente más comunes- son protagonizados por hombres y tienen como víctimas a mujeres. Lo cual ha de ser tenido muy en cuenta para infinidad de aspectos prácticos: acogida, protección y vigilancia, ayuda económica, hijos e hijas... Pero lo que no entiendo es por qué la Ley debería excluir la consideración de todas las otras hipótesis de malos tratos. Por ejemplo, que el maltratado sea un hombre que vive en pareja con otro hombre. O que la maltratadora sea una mujer que vive en pareja con otra mujer. O que el maltratado sea un hombre al que maltrata una mujer que se prevalece de la minusvalía física o de la fragilidad psicológica de él. No son casos frecuentísimos, sin duda, pero tampoco imposibles, ni mucho menos, sobre todo si la Ley no se ciñe en exclusiva a los malos tratos físicos y abarca también los casos de crueldad mental. ¿Por qué habría que desatender todas esas hipótesis, por minoritarias que sean? ¿Qué ganarían las mujeres maltratadas con el hecho de que la Ley estableciera esa exclusión?
De veras que no lo entiendo. A no ser que el fin perseguido no sea exactamente el declarado, y que el Gobierno esté tratando de aprovechar este asunto con fines electoreros.
Pero si alguien me aporta argumentos que me hagan cambiar de opinión, lo haré gustosamente. Nada me haría más feliz que no coincidir con el CGPJ ni en eso.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/17 06:00:00 GMT+2
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2004/06/16 07:00:00 GMT+2
No creo que Gaspar Llamazares tenga defectos mayores, excepción hecha de su desmemoria (¡mira que hacer un repaso de la historia de IU y olvidarse de citar a Anguita!), pero me da que se ha metido en un brete de difícil salida.
Llamazares quiere ser un político realista. Eso, en principio, está muy bien, siempre que uno se las arregle para establecer correctamente en qué consiste el realismo. Pero para mí que se ha asesorado mal y ha llegado a la conclusión de que lo realista ahora mismo es desdibujar las señas de identidad que caracterizaron a IU en la pasada década y resignarse a trabajar a la sombra del PSOE.
Esa opción de Llamazares ha tenido como resultado una doble huida de muchos electores tradicionales de su coalición. De un lado, los más moderados -por así llamarlos, para abreviar- han decidido que, si de todos modos su voto iba a servir para respaldar a Zapatero, votaban directamente al PSOE, y asunto concluido. A la vez, pero por el otro lado, la gente más a la izquierda -dicho sea también con todas las reservas- ha visto que Llamazares puede utilizar su voto para apuntalar al Gobierno de los Bono y los Solbes, y ha decidido no dárselo.
¿Resultado? 636.458 votos.
No estoy criticando al coordinador general de IU por no saber guardar el fuego sagrado de las esencias de la izquierda pura. Lo que le reprocho es no tener en cuenta una de las leyes más elementales de la mercadotecnia: si no se sabe muy bien qué producto vendes, lo más probable es que lo vendas poco y mal.
Llamazares hace a veces discursos muy radicales. Pero es poca la gente que se detiene a evaluar los discursos. La mayoría opta por juzgar los hechos. Y la imagen que viene dando la dirección de IU en los últimos tiempos -mirada así: por sus resultados y sin demasiados matices- es la de una fuerza política que le pone muchas pegas al PSOE, pero que al final lo respalda.
Salvo en Euskadi.
Vale la pena reparar en el hecho de que Ezker Batua constituye la única federación de IU que se las está arreglando para capear el temporal. Los opinadores con mando en plaza ponen a Javier Madrazo de vuelta y media, pero EB-IU no para de mejorar sus resultados electorales. Es curioso.
Algo parecido pasaba con Julio Anguita, al que calificaban de utópico e iluminado, pero que llegó a recoger 2.639.774 votos.
Algo debe de haber en común entre ellos, porque la única comunidad autónoma que Anguita ha visitado durante la pasada campaña electoral fue Euskadi. Estuvo con Madrazo y dio una conferencia defendiendo la tesis de que las opciones de fondo del PSOE y el PP son en último término las mismas.
Puede que no sea un punto de vista muy realista, pero para mí que es el que sustentan muchos miles de ciudadanos que se han pasado en masa al partido de la abstención.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de abril de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/16 07:00:00 GMT+2
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2004/06/16 06:00:00 GMT+2
Tengo fama -creo que merecida- de ser un usuario de ordenador extremadamente prudente y precavido contra hackers, virus, troyanos, gusanos y demás ralea. Uso cortafuegos, dispongo de un programa para examinar los correos electrónicos antes de permitirles entrar en mi PC, no abro ningún fichero adjunto cuya procedencia desconozca (y, en cualquier caso, le paso un detector de virus antes de abrirlo), no navego por zonas internáuticas «de alto riesgo» y, sobre todo, cuento con el programa antivirus más profesional -también más caro, me temo- de los existentes en el mercado, que además actualizo a diario, haga sol, llueva o nieve.
Pues bien: pese a todo eso, un virus ha logrado destruir el disco duro de mi PC de sobremesa. El modus operandi del virus, muy resumido, es el siguiente: lo primero de todo, bloquea el anti-virus y el cortafuegos (no me preguntéis cómo); una vez logrado eso, entra en la memoria del ordenador y borra varios ficheros del sistema que son imprescindibles para que el disco arranque. Hecho lo cual, como no puedes trabajar con el disco duro, ni siquiera desde MS-DOS, te es imposible restablecer los ficheros dañados. Adiós al disco: tanto te daría que fuera de madera.
Supongo que no hará falta decir que eso representa una auténtica tragedia.
En mi caso menos que en otros, porque dispongo también de un ordenador portátil, al que paso cada poco los trabajos que hago en el de sobremesa (y viceversa). Además de eso, realizo con cierta frecuencia copias en CD de las carpetas de mayor importancia. Gracias a esas precauciones y alguna más que no cito para no ponerme todavía más pesado, la catástrofe no ha llegado a ser absoluta. Pero sí importante. Primero, porque siempre te olvidas de actualizar algo, o de copiar algo (lo sé por tristes experiencias anteriores). Y segundo, porque no vas copiando todo todos los días. Así, la avería de ayer se llevó por delante tres documentos recientes: la columna de El Mundo, que acababa de escribir pero aún no había enviado, los cuatro primeros folios de un breve ensayo sobre la situación de la Prensa hic et nunc y el esquema-borrador de la presentación de un libro, acto que se celebrará hoy justo a la hora del partido que juega la selección española (con lo que seremos cuatro y el del tam-tam, dicho sea en honor del escenario africano en el que trascurre la acción de la obra).
Os cuento todo esto porque he pensado que mi buena obra del día podría ser la de permitiros escarmentar en cabeza ajena, advirtiéndoos de que hay un virus por ahí capaz de hacer una faena como la descrita y sugiriéndoos que dediquéis unos minutillos a pensar qué tenéis en el ordenador que, en el caso de que se os fuera al carajo, no podríais recuperar y os haría polvo. ¿Vuestras obras completas? ¿Las cartas de amor de vuestros/as amantes? ¿Los datos de la declaración de la renta? ¿Las fotos digitales de las vacaciones pasadas? Repasadlo y haced las copias de seguridad correspondientes. Ya sé que no me lo agradeceréis nunca, porque sois una banda de ingratos, pero me da igual. Me conformo con la conciencia del deber cumplido.
P.S. Excuso decir que también he perdido un montón de correos electrónicos recientes. Si teníais alguna cuenta pendiente conmigo, volved a contármelo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de junio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/16 06:00:00 GMT+2
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