2004/11/02 06:00:00 GMT+1
Constato que, cuanto más aumenta el rigor científico de los medios dedicados a las predicciones, menos se atreven sus responsables a dar por seguro ningún pronóstico. Es una demostración de sabiduría: cuanto más sabe uno de algo, más consciente es de todo lo que ignora. En EEUU, las empresas más solventes del ramo no sólo se han negado a augurar un vencedor en las elecciones en las horas previas a la votación, sino que incluso han tomado toda suerte de precauciones para no errar en la extrapolación de los resultados provisionales. Han aprendido de los errores que cometieron en 2000. Se han vuelto mucho más conscientes de lo aleatorios que resultan algunos factores (entre ellos, la capacidad que tienen los candidatos y los hermanos de los candidatos para hacer trampas).
Lo que nos lleva a una situación un tanto paradójica, e incluso un punto cómica: las empresas especializadas sólo se atreven a hacer pronósticos tajantes cuando las cosas están tan cantadas que su trabajo no hace falta para nada, porque la gente se las arregla muy bien por su cuenta para pronosticar lo que va a suceder.
Hace meses me interesé por las razones que explican que otras predicciones que suelen interesar mucho, las meteorológicas, difieran tanto entre sí según qué medio las emita (eso de un lado) y fallen tanto con tanta frecuencia (eso del otro). Hubo expertos que me ilustraron sobre ello. De sus enseñanzas aprendí que la fiabilidad de los pronósticos, una vez establecidas unas correctas pautas de trabajo científicas, depende decisivamente de los medios con los que cuenten para llevarlos a cabo. De la misma manera que hay sondeos electorales que se hacen con medios tan modestos que su fiabilidad se mueve en una horquilla de error que los vuelve casi insignificantes (téngase en cuenta que un ± 3% equivale a una oscilación de seis puntos porcentuales, lo que en la mayoría de las elecciones es todo un mundo), hay predicciones meteorológicas que abarcan territorios tan grandes y tan variopintos que pueden no valer gran cosa para la mayoría de quienes viven en ellos.
Por eso es preferible acudir a las previsiones de quienes cuentan con más medios concentrados en un menor espacio (en el caso de España, el Instituto Nacional de Meteorología). Pese a lo cual, tampoco es nada raro que se equivoquen, porque una cosa es la probabilidad y otra -me atrevo a decir que por fortuna- la certeza.
Soy capaz de entender todo eso.
Lo que excede mi capacidad de comprensión es que la Dirección General de Tráfico española no sólo se equivoque cada dos por tres en sus pronósticos -lo que la incluiría en el campo de lo anteriormente comentado-, sino que se muestre también incapaz de informar sobre lo que ya está sucediendo. Ayer, por ejemplo, la DGT estaba anunciando que en la N-I, dirección Madrid, había «tráfico lento con paradas intermitentes» entre San Agustín de Guadalix y San Sebastián de los Reyes. Lo cierto es que en ese tramo y en ese mismo momento los conductores tenían que circular a 120 km/h como poco, si no querían que los siguientes se cabrearan. A cambio, en idéntico tramo, sólo que en sentido contrario, había un pollo de aquí te espero, del que nadie estaba informando. ¿No cuentan con equipos de radio los helicópteros de la Guardia Civil que sobrevuelan las carreteras? ¿No los llevan los motoristas? ¿Los tienen, pero no los usan? ¿Los usan, pero su información duerme el sueño de los justos hasta que a alguien le da la gana de cursarla? ¿Qué utilidad tienen las cámaras de televisión situadas en las entradas y salidas de las grandes ciudades? ¿Nadie ve lo que trasmiten? ¿Lo ven, pero no se lo cuentan a quienes proporcionan la información radiofónica? Lo ignoro. Lo único que sé, por triste experiencia privada, es que, por lo general, para lo único que sirven las informaciones de la DGT es para saber (más o menos) cómo estaban hace varias horas las carreteras por la que uno planea circular.
Guardarse de predecir el futuro puede ser una muestra de prudencia científica. No atreverse a contar lo que ocurre parece, en cambio, una reserva un tanto excesiva. Sobre todo cuando a uno le pagan por ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de noviembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/11/02 06:00:00 GMT+1
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2004/11/01 06:00:00 GMT+1
El Mundo asegura saber que el PNV va a pedir el «Sí» en el referéndum sobre la llamada Constitución Europea.
La noticia, que aparece hoy, cita fuentes nacionalistas que el periódico no identifica.
Hay que tomarse la información con reservas, puesto que la dirección del PNV tiene aún pendientes varias reuniones destinadas a debatir el asunto.
En todo caso, si fuera ése el sentido final de su decisión, creo que cometería un grave error.
El Mundo asegura que el «Sí» del PNV será «crítico» y «con reservas». Como si eso tuviera trascendencia. El escrutinio de los votos depositados en las urnas no computa ni síes críticos ni noes dudosos. Se cuentan los votos afirmativos, los negativos, los nulos, los que están en blanco y las abstenciones, sin más. Tan síes serían los votos promovidos por el PNV como los recolectados por el PSOE y el PP.
Sé cuáles son los sentimientos históricos del PNV con respecto a la construcción europea y hasta qué punto ha creído siempre en la importancia de una convergencia continental que asiente las bases sobre las que pueda llegar a edificarse una «Europa de los pueblos». Pero la actual UE no apunta por ahí y, en la pobre medida en que lo hace, lo va a hacer con el «apoyo crítico» del PNV o sin él. El modo más eficaz de obligar a los dirigentes europeos a replantearse la vía de construcción europea que están siguiendo no pasa por respaldar sus proyectos, sino por plantarles cara. O por darles la espalda. Si obtienen una mayoría confortable de síes en el referéndum, se sentirán reafirmados en sus errores. Si por el contrario se encuentran con una fuerte tasa de abstención, se verán obligados a dar explicaciones y a tomar medidas que cuenten más con esos pueblos de Europa a los que ni siquiera citan en sus documentos.
El PNV tiene otra razón -doble razón- para no propugnar el «Sí»: estar del lado de sus socios de Gobierno, EA y EB, y no del de los dos partidos de la alternancia al frente del Estado.
Debería aprender de sus errores. Ya ha habido varios referendos en las últimas décadas en los que los dirigentes del PNV creyeron que convenía arrostrar ciertas dosis de impopularidad en aras de intereses más elevados y que luego, con el paso de los años, resultaron un churro del que Euskadi no sacó nada bueno.
Ellos verán. Pero no estaría mal que, antes de decidirse, pulsaran el estado de ánimo de su propia base social. No la veo yo con muchas ganas de dar su apoyo al engendro de Chirac, Berlusconi, Zapatero y compañía.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de noviembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/11/01 06:00:00 GMT+1
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2004/10/31 06:00:00 GMT+1
Aprovechando la tranquilidad del puente, unos cuantos amigos y amigas de distintas procedencias nos hemos refugiado en una bonita casa rural situada en las cercanías de Markina, en Vizcaya, para pasear -que el tiempo acompaña-, comer bien y charlar sin prisas ni temario específico, disfrutando de nuestra mutua compañía. (Nos solemos ver, pero rara vez todos juntos.)
Ayer, ya entrada la noche, dimos en intercambiar impresiones sobre la situación política actual, sobre todo en el terreno autonómico, aprovechando que parte de la gente congregada maneja información relativamente buena.
La conclusión que saqué es que nadie tiene demasiado claro en qué punto estamos y por dónde puede derivar la cosa.
Deduje que en Cataluña una parte del personal se muestra moderadamente esperanzado, o en todo caso menos escéptico de lo que es común por Euskadi, pero lo que no vi es que nadie tuviera un diagnóstico claro de la situación y se creyera en condiciones de establecer predicciones, lo cual, habiendo entre los congregados varios especialistas en ese género de dictámenes, no dejaba de resultar chocante.
El factor que más mueve al desconcierto es, sin duda, la incoherencia territorial del PSOE y la evidencia de que Rodríguez Zapatero carece de una línea política perfilada. Ese hombre se mueve a bandazos, como nave al pairo, en función de las presiones del momento. No se le ve personalidad, ni convicciones. Sólo ganas de agradar, de caer bien a tirios y troyanos... y de mantenerse. Para su desgracia, está instalado en un entorno partidista tan navajero como inmisericorde, en los que cada jefe de taifa va a lo suyo sin la menor consideración.
De lo cual puede salir cualquier cosa... y su contrario.
Tampoco ayuda nada -aunque prefiero que sea así, por razones estrictamente sectarias- que en el PP el ambiente esté igual o todavía más envenenado. En ese partido tienen también un grave problema de liderazgo: Rajoy es un hombre tirando a irresoluto, sin una línea propia y con unas capacidades de mando muy limitadas. Una persona que lo conoce de cerca y de antiguo me lo dijo: «Mariano se las arregla para ser un excelente segundo, pero no tiene virtudes para ejercer de primero». Entre Aznar, que sigue metiendo la gamba a diario, Fraga, que nunca se sabe por dónde va a salir, Esperanza Aguirre, a la que la ambición se le trasluce «como el rayo de sol pasa por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo», según la fórmula del catecismo del padre Astete... y todos los demás, que son igual de finos, se lo están poniendo más que difícil.
No sería nada de extrañar -en eso coincidimos anoche varios- que tirara la toalla antes de las próximas elecciones.
Si los dos más importantes partidos estatales navegan en la incertidumbre, tampoco está como para revolcarse de gozo el panorama comunitario. En la cumbre de la UE hay un aire brumoso, espeso, ausente de metas y de liderazgo claros.
Con todo lo cual, parece lógico que la sensación de desconcierto y de confusión gane terreno magnis itineribus.
Quizá no haya motivos para que salten todas las alarmas, pero lo que no parece ofrecer duda es que la mediocridad reinante en el campo de la política profesional es cada vez más llamativa. Escandalosa, incluso.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de octubre de 2004). Sudido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/31 06:00:00 GMT+1
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2004/10/30 06:00:00 GMT+2
Hay un buen puñado de asuntos que merecen un comentario, tratándose de la llamada «Constitución Europa».
El primero ya lo he hecho alguna vez de pasada y tiempo habrá de retomarlo con más detalle: no es realmente una Constitución. Es otro tratado europeo, como el de Maastricht. Algo más ambicioso, quizá, pero tampoco nada del otro jueves.
El segundo asunto se refiere a su valoración. Tiene cosas positivas, qué duda cabe, pero en lo esencial retrata con fidelidad el modo en que conciben la construcción europea los globalizadores mierdosos que nos gobiernan. Excuso decir que ese tratado no tendrá mi voto positivo. Tampoco veo que tenga demasiado sentido votar «No», de modo que supongo que optaré por la abstención, una vez más. Entre otras cosas, para chincharles: parece que es lo que más les preocupa es que se demuestre que sus manejos por las alturas no consiguen ni siquiera interesar.
Pero el tercer punto, y el que puede resultar más gracioso, es el de su legalidad. El Consejo de Estado ha dictaminado -si he entendido bien la papela- que la aceptación de ese tratado altera principios fundamentales de la Constitución Española y que, por tanto, si quieren ratificarlo, deben seguir los trámites necesarios para la reforma de la Constitución, incluida la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones generales.
Jo, jo, jo.
El pasado jueves, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que estuvo con nosotros en un acto organizado por Elkarri en Madrid, comentó como de pasada, haciendo mofa de los que tienen en los labios «la soberanía del pueblo español» día sí día también y luego se la regalan a los organismos comunitarios cada dos por tres sin pestañear, que, para cesión de soberanía, la de la llamada «Constitución Europea». Me pareció un comentario bien traído -cómo no, si coincide con mis propios criterios, reiteradamente expuestos-, pero no me di cuenta de un detalle del mayor interés: que Miguel Herrero es miembro del Consejo de Estado, organismo consultivo encargado de emitir un dictamen sobre la entrada en vigor en España del tratado recién firmado en Roma. Nos estaba avanzando de hecho el sentido de su dictamen.
Bueno, ya veremos. Pero lo mismo nos divertimos. Recordemos que Rodríguez Zapatero ganó las elecciones como las ganó, y los riesgos que corre si se ve obligado a repetir la proeza.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (30 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/30 06:00:00 GMT+2
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2004/10/29 06:00:00 GMT+2
No he seguido con detalle el juicio por el asesinato de Ndombele Augusto, el joven angoleño al que mataron de una puñalada hace algo más de dos años en la puerta de un pub de la llamada Costa Polvoranca, en Alcorcón, cerca de la capital del Reino. Lo que sé -y lo adelanto, para no fingirme experto- es sólo lo que he leído en los periódicos.
Por esas informaciones me he enterado de que el acusado por el homicidio, un individuo de aire patibulario llamado José David Fuertes, ha sido absuelto por un jurado popular.
De la lectura de las informaciones publicadas he sacado algunas conclusiones, que sintetizo a continuación:
1) El acusado, José David Fuertes, que ejercía aquella noche de portero del pub en cuestión, es un facha racista de aquí te espero, como suelen serlo los individuos que contratan para esas funciones los dueños de ese género de locales. De su talante ultra hay testimonios suficientes y su propia actitud en el presente no permite albergar la más mínima duda al respecto.
2) El tal Fuertes ha reconocido que agredió a la víctima a puñetazos («Le di un guantazo», declaró). Aunque los testimonios no coincidan, cabe establecer que le golpeó y le causó lesiones.
3) Tras los sucesos, el individuo escapó de Madrid. Alquiló un piso en Torrevieja y se encerró en él. Cuando la Policía fue a detenerlo, intentó huir. Llevaba una pistola con quince cartuchos, una navaja y un machete.
4) No obstante, y por lo visto en la vista, nadie vio a Fuertes apuñalar a Ndombele Augusto. No hay ningún testimonio ni ninguna prueba que permita incriminarlo sin sombra de duda.
Si de dejar constancia de impresiones y sospechas se tratara, yo no tendría duda alguna: para mí que el pájaro ése, que tiene la peor de las pintas, fue quien lo hizo.
No sé si en el jurado popular habrán influido prejuicios racistas. Lo que sí sé es que, si las cosas han sido como he leído que han sido -insisto en la advertencia-, de haberme tocado formar parte del jurado, yo también habría emitido un voto de «No culpable». Por la razón elemental de que no ha quedado establecida su culpabilidad sin ninguna posibilidad de duda.
Aplico el principio imperativo: In dubio, pro reo.
En no pocas ocasiones, gentes no muy benevolentes con mi persona han dudado de las verdaderas razones por las que me he opuesto a sentencias de culpabilidad de escaso fundamento probatorio, atribuyéndome inconfesables complicidades ideológicas con los condenados. Este caso me vale como ejemplo de lo contrario. El tal José David Fuertes me produce una repugnancia que se acerca al siempre inalcanzable techo de lo absoluto. Mi animadversión hacia su persona, su estilo, sus maneras, su modo de hablar -hacia su facherío esencial, por resumir-, es total.
Pero si no hay pruebas de que él matara a Ndombele Augusto, no puede ser condenado. Es así de sencillo. Por complejo que sea.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de octubre de 2004) y El Mundo (30 de octubre de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/29 06:00:00 GMT+2
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2004/10/28 20:00:00 GMT+2
Intervención en la mesa redonda organizada el 28 de octubre de 2004 por Elkarri en Madrid, moderada por Uxue Barrios (parlamentaria de Nafarroa Bai, vinculada al nacionalismo vasco), en la que intervinieron Teresa Toda (periodista vinculada a la izquierda abertzale), Manuel Escudero (político vinculado al PSOE), Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (político supuestamente vinculado al PP) y Javier Ortiz (periodista y escritor vinculado a Javier Ortiz). Esto es lo que dijo el último de los mencionados:
«Un modelo de convivencia para Euskadi».
Según miraba pensativo esta mañana el enunciado de la convocatoria de esta mesa redonda (que, como casi todas las mesas redondas, es rectangular), me preguntaba qué puede ser eso de «un modelo de convivencia» y, muy en especial, de la convivencia de quién con quién se suponía que debíamos hablar esta tarde.
¿Convivencia entre los vascos? ¿Convivencia entre los vascos «y las vascas», que añadiría el denostado Juanjo Ibarretxe?
No creo yo que haya demasiado problema para la convivencia de la gente que se pasea por las calles de Euskadi.
Convivimos. Mal que bien.
Nos querremos más, menos o nada, pero tampoco eso importa demasiado. Los amores y desamores están en el orden natural de las cosas. Lo esencial es que tengamos claras las normas. O sea, que todos sepamos que, cuando llegamos al borde de la acera, si el semáforo está en rojo eso quiere decir que no podemos pasar, y que debemos esperar a que se ponga en verde para atravesar la calle.
Tampoco es tan complicado.
Para convivir con Rodolfo Martín Villa, yo no le pido que se baje del coche con chófer en el que está montado desde que cumplió los 20 años, que se hinque de rodillas y que me pida perdón entre sollozos porque sus policías me torturaron en 1975 con su pleno consentimiento, si es que no con su aplauso. Paso de ello. Me vale con que en el momento presente respete las normas de la vida en común.
Eso es «un modelo de convivencia».
No se trata de que nos amemos apasionadamente. Con que no nos tiremos a degüello, basta y sobra.
En Euskadi ya existe «un modelo de convivencia».
La vecina que mi madre tenía en el 5º piso de su casa, en el barrio de Gros de este valle de lágrimas, municipio de Donostia-San Sebastián, pensaba que yo soy un cerdo rojo-separatista, cosa que probablemente se acerque bastante a la verdad (no tanto por lo de rojo-separatista como por lo de cerdo). Pero nunca me clavó un cuchillo en el abdomen (lo cual le agradezco sinceramente), y yo tampoco la estrangulé en el ascensor (aunque la calidad de los perfumes que usaba habrían justificado ampliamente esa reacción mía, estrictamente ecológica).
Eso es convivencia. Y para eso no hace falta ningún modelo. Consiste en soportarse, con más o menos entusiasmo. Y en que las leyes pongan orden en esos comportamientos, delimitando qué se puede y qué no se puede hacer.
Lo que Euskadi necesita no es un modelo de convivencia, sino unas leyes que regulen de manera adecuada la vida en sociedad. Que establezcan cómo podemos convivir personas que opinamos, sentimos, amamos, oímos música, vemos cine... etcétera... de modos no sólo diferentes, sino incluso incompatibles. Que no nos aguantamos. Y que tenemos perfecto derecho a no aguantarnos.
Personalmente, estoy hasta las narices de los neo-curas que tratan de persuadirme de que debo amar a mis enemigos. No me da la gana de amar a mis enemigos. Me apetece muchísimo odiar a mis enemigos. He citado a Martín Villa, pero podría poner en la lista a varios cientos más, si es que no miles, encabezados por Aznar -me refiero al famoso profesor José María Aznar, de la Universidad de Georgetown- y por Jaime Mayor Oreja, el afamado promotor del haloperidol como vía de resolución de los conflictos migratorios, en dura competencia con el señor González, que dice que quiere sacar de la cárcel a los mangantes por razones de estricta justicia.
Si el asunto no es que nos amemos. Se trata tan sólo de que aprendamos a vivir juntos, a soportarnos sin necesidad de darnos tiros en la nuca. Ni de enterrarnos en cal viva.
Para conseguir lo cual, lo único que se requiere es una solución política que nos resulte aceptable a todos. Admisible, si es que no aceptable. Algo que demos todos por bueno, nos guste más o menos.
Pero el problema, el gravísimo problema, está en que ninguno de los grandes contendientes que nos están haciendo la puñeta desde hace años, en Euskadi y en España, quiere que encontremos esa solución.
Se suele decir que dos no se pegan si uno no quiere. Siempre me ha parecido una frase discutible. De acuerdo: puede que, si uno no quiere, dos no se peguen, pero eso no impedirá que haya uno que le pegue al otro.
Lo que está clarísimo es que dos no dialogan si ninguno de los dos quiere. Y me temo que estamos en ésas. Por lo cual, ni modelo de convivencia ni Cristo que lo fundó.
Elkarri está empeñado, dentro de eso que llama -con envidiable humor- su filosofía insistencialista, en propiciar el diálogo. Nada más alejado de mi intención que criticárselo. Pero no dejo de recordarles que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Ahora mismo estamos en esas andadas. Cada paso mal dado, cada tropezón, cada torpeza, cada propuesta inviable -lo hemos comprobado ya tantas veces- acaba por convertirse en otra frustración, en otro factor de desánimo. Y tampoco tenemos tantas fuerzas como para permitirnos el lujo de despilfarrarlas. Haríamos mal en suscitar esperanzas que no cuenten con más base sólida que nuestros propios deseos.
Si tuviera que hacer ahora el balance global de lo que supuso todo lo de Lizarra y la tregua consiguiente -y todo lo añadido, incluyendo los amagos de conversaciones entre ETA y el Gobierno de Aznar-, me vería en serias dificultades para dar aquella experiencia por bien venida. No me refiero a cada iniciativa o cada decisión consideradas en sí mismas, ni a las intenciones de los unos o los otros, sino a los efectos objetivos que sobre la moral de la sociedad vasca tuvo aquel raudal de expectativas finalmente frustradas.
¿Estamos ahora en condiciones de hacer las cosas mejor, de avanzar, de acercar más a quienes tienen la capacidad real de decidir?
Creo que no. Y de veras que soy el primero en lamentarlo.
Me explico.
Considerado en su conjunto el conflicto vasco -la suma de conflictos vascos que tienen lo nacional como referente-, entiendo que existen dos vías de avance posible, que no son en absoluto excluyentes, pero que tampoco tienen por qué desarrollarse necesariamente en paralelo.
Podría avanzarse, en primer lugar, por la vía estrictamente política, consistente en atender lo que tiene de legítima la insatisfacción soberanista de muchos vascos, que reclaman su derecho a opinar libremente y sin interferencias foráneas sobre el ámbito estatal de su futuro. (Dicho sea de paso: demandar para el pueblo vasco el derecho a decidir sobre este particular -dentro del margen de posibilidades que ofrece la presente realidad europea- no debe tomarse como expresión de un irresistible afán independentista. En muchas ocasiones, uno pelea más por el fuero que por el huevo, como los vascos sabemos más que de sobra. Personalmente, soy entusiasta partidario del derecho de autodeterminación, aunque no creo que votara en favor de la secesión, de la misma manera que soy partidario del derecho al divorcio y no tengo ninguna gana de divorciarme).
Me parece obvio que, si la base social del nacionalismo vasco percibiera que todas sus aspiraciones democráticas -las realmente democráticas- pueden verse satisfechas en lo esencial gracias al diálogo y la negociación, las alternativas violentas sufrirían un descalabro decisivo.
Eso en primer término.
En segundo lugar, me parecía útil allanar el camino, para que quienes actualmente están instalados en las trincheras del activismo armado pudieran abandonar esa posición, a la vista no sólo de su inutilidad de cara a los fines que aseguran pretender, sino de su tremenda utilidad de cara a los fines opuestos.
Pero, ¿cómo avanzar en uno u otro sentido -no digamos ya en los dos- si quienes deberían favorecer esos tránsitos están cerradamente en contra de las dos posibilidades?
El principal partido de la oposición, el PP -con el batacazo que sufrió el pasado marzo todavía por digerir-, se ha erigido en baluarte defensor de las esencias patrias. Tiene al PSOE bajo estricta vigilancia, sabiendo que entre ambos partidos suscitaron un estado de opinión ferozmente españolista que cabe volver contra el Gobierno de Zapatero, si la ocasión se vuelve propicia.
Algo ha mejorado con respecto a los tiempos en los que Aznar era el amo y señor de La Moncloa. Entonces, se imponía la intransigencia con respecto a Euskadi y era de obligado cumplimiento apuntarse al totum revolutum en el que tanto parecían dar Ibarretxe, Artapalo, Otegi o Arzalluz. Pero, aunque no se crea ese rollo -o incluso no se lo haya creído nunca-, Rodríguez Zapatero sigue siendo deudor de los fantasmas que vagan por el castillo de su partido. Tiene a su lado -es cierto- a Maragall, que es capaz de creer en cada cosa y su contrario, según vengan dadas, pero no menos cierto es que también está flanqueado por Pepe Bono, que distribuye sus fervores entre las procesiones bajo palio y las invocaciones al Campeador, y por Rodríguez Ibarra, al que me declaro incapaz de calificar, porque el diccionario de la Academia Española no me proporciona los adjetivos que serían de rigor.
Y no los tiene a su lado por casualidad (y eso es lo peor), sino porque son representativos de fuertes corrientes de opinión bien asentadas en su partido. Y porque sintonizan con sectores importantes de su electorado.
¿Podría tomar Zapatero iniciativas de paz dignas de ese nombre? Podría, sin duda. Pero permítanme que deje constancia de mi escepticismo. Un veterano político, de esos diablos que son más sabios por viejos que por diablos, me dijo hace unos meses: «Zapatero es un político sin columna vertebral. No es que sea flexible; es que no sabe mantenerse recto». No lo veo yo tomando iniciativas que le obliguen a poner firme a su tropa, mandando callar a los unos y reclamando la pleitesía de los otros. Le pasa como a Rajoy, al que ya han podido ver ustedes hoy mismo qué caso le hacen sus acólitos. Cuando no se le rebela el dinosaurio gallego se le sube a las barbas el mindundi navarro.
Eso del lado del Poder. Pero, si se mira del bando opuesto, del lado de ETA y sus más firmes adláteres, tampoco se percibe nada que tenga un aspecto más prometedor. Ahí también se creen que van de éxito en victoria; ahí tampoco ven que haya nada que rectificar, porque todo está clarísimo; ahí también se dicen cómodamente instalados, encantados de haberse conocido, esperando a que les llegue el día menos pensado el comunicado que dé cuenta de la rendición incondicional del enemigo.
Lo dicho: dos no negocian si ninguno quiere.
Poco importa que haya terceros en discordia -y cuartos, y quintos- que estemos en contra. Con que los dos -o tres, o cuatro- que se turnan en el reparto de las cartas no nos den baza, el juego se vuelve imposible.
Puede que el plan que Elkarri viene animando en los últimos tiempos, erre que erre, no tenga demasiado porvenir a corto plazo. En casos como éste, siempre recuerdo el título de un magnífico libro de poemas de Ángel González, llamado «Sin esperanza, con convencimiento». Hay cosas que hay que hacerlas porque hay que hacerlas, aunque no esté claro que lleven a ningún lugar. La principal virtud de los esfuerzos inútiles, cuando son hermosos, es que animan a otros a sumarse y a hacer ellos también esfuerzos inútiles. Y cuando son muchos los esfuerzos inútiles que se ponen en marcha, se consigue que a mucha gente le dé por pensar, y entonces los esfuerzos inútiles se vuelven útiles.
No necesitamos crear modelos de convivencia, como si esto fuera un concurso de diseño. Necesitamos darnos cuenta de que la convivencia es un bien prioritario, antecedente de cualquier otro.
Cuando nos tomemos más en serio la libertad que cualquier otra cosa, cuando le demos a las libertades -porque las libertades son muchas y plurales, propias y ajenas-... cuando les demos, digo, más importancia que a todo lo demás -incluidas las patrias, todas las patrias-, entonces podremos empezar a tirarnos los trastos a la cabeza tranquilamente. Sin ganas de hacernos daño.
Que es para mí de lo que se trata: que nos dejen de una maldita vez pegarnos en paz. Porque yo, por lo menos, tengo unas ganas enormes de pegarme todos los días con un montón de gente. Pero en paz.
Javier Ortiz. (28 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de diciembre de 2017.
© Javier Ortiz. Está prohibida la reproducción de estos textos sin autorización expresa del autor.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/28 20:00:00 GMT+2
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2004/10/28 06:00:00 GMT+2
Conferencia de presidentes
Ibarretxe acude. Ya expliqué mi punto de vista: le convenía hacerlo, a la vista de los muchos y evidentes esfuerzos que realizó Zapatero para que rechazara la invitación.
Es asunto de mero sentido común: si constatas que el enemigo te está dirigiendo hacia una senda, toma otra. La contraria, a poder ser.
Por lo demás, ¿qué pierde el lehendakari? ¿Medio día?
Si se tratara de discutir lo que ahora se llama «el modelo territorial» (abreviatura de «el modelo de organización territorial del Estado»), la discusión resultaría problemática para él, único outsider entre tanto «popular» y tanto «socialista». Pero si de lo que se trata es de hablar de asuntos de gestión, como la financiación de la Sanidad, puede ir a Madrid más que tranquilo: dudo que ningún presidente autonómico se atreva a darle lecciones.
Arafat, Ar Fatal
Que se muere. Tiempo habrá de hacer balance sobre su persona, que nunca me ha caído ni medio bien.
De momento, me conformo con mofarme de los discursos de quienes decían que es un hombre «imprescindible». Si la diña, ya veréis a qué velocidad comprobamos que era perfectamente prescindible.
Se solía recurrir en tiempos a un tópico supuestamente ajustado a casos como éste: «Todos somos necesarios; nadie es imprescindible».
Que nadie es imprescindible lo tengo claro desde hace tiempo, diga lo que diga el poema de Bertolt Brecht.
Mi duda es si hay tanta gente necesaria como se dice.
Durão Barroso
Lo que no sé es qué esperaban de él. Del anfitrión de las Azores. De ese ex maoísta cursi, experto en traiciones, refractario a los escrúpulos y, además, corto de entendederas.
¿Qué porvenir tiene una Unión Europea obligada a elegir sus presidentes entre los pocos políticos que se dejan?
Europa se está construyendo con los desechos de tienta de las políticas nacionales. Con los Buttiglione. Con los Durão.
El día menos pensado, recuperan a González y Aznar, en la modalidad de parejas.
El hombre de Flores
Han hallado en la isla de Flores, en Indonesia, los restos de una mujer que vivió por aquellos andurriales hace 18.000 años. Medía algo así como un metro de altura y tenía un cerebro de tamaño discretito, pero fabricaba cosas y manejaba herramientas, igual que si de una mulier sapiens se tratara.
Me toca las narices que los científicos hayan bautizado los restos encontrados con la etiqueta de «el Hombre de Flores». Puesto que han dictaminado que era una mujer, ¿tanto les costaba decir «la Mujer de Flores»?
Tal vez temían que sus amigos les preguntaran: «¿Y quién es Flores?»
Digo, acordándome de que hasta hace no tanto el Diccionario de la Academia Española decía: «Alcaldesa.- Mujer del alcalde».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/28 06:00:00 GMT+2
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2004/10/27 07:00:00 GMT+2
Coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario de la promulgación del Estatuto de Autonomía del País Vasco, el candidato a lehendakari por el PSE-PSOE, Patxi López, ha declarado que su partido nunca admitirá ninguna propuesta política que divida a los vascos y que jamás permitirá que una parte de la población de Euskadi imponga sus criterios a la totalidad.
Confieso que esas manifestaciones me han dejado un tanto perplejo.
Lo primero que me choca es que Patxi López no diga que lo que su partido rechaza no es que una parte de los vascos decida lo que debe hacer la totalidad, sino que los vascos -sean en el número y en la proporción que sean- tengan derecho a decidir su futuro por ellos mismos. Porque lo que han venido defendiendo hasta ahora tanto su partido, en general, como la sección vasca de su partido, en concreto, es que el destino de Euskadi ha de determinarlo el pueblo español en su conjunto, y que en eso debe pintar tanto el criterio del ceutí como el de Hernani. O el de San Fernando como el de Sestao. Dado lo cual, no tiene sentido que Patxi López se dedique a especular sobre la opinión que a tal respecto puedan tener o dejar de tener los vascos considerados como entidad aparte.
¿O sí? ¿Será tal vez que el PSOE ha cambiado otra vez de criterio sobre estas cosas y yo no me he enterado? Ya defendió en los años 70 el derecho de autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia. A lo mejor está volviendo por sus fueros. No lo descarto, porque he oído que Rodríguez Zapatero se ha comprometido a respetar lo que decida el Parlament catalán sobre la reforma del Estatut, y eso tiene un inconfundible aire autodeterminista.
Pongámonos por un momento en la hipótesis de que Patxi López esté en la idea de que han de ser los vascos quienes decidan sobre el futuro de Euskadi sin interferencias ni intromisiones ajenas.
De ser así, entonces sus problemas vendrían por el lado de la democracia. Porque un demócrata no puede afirmar, como él lo ha hecho, que nunca admitirá propuestas políticas que dividan a la población. Y menos aún que rechace que una parte de la ciudadanía decida qué debe hacer el conjunto. Ambas cosas están en el ser mismo de la democracia. Los demócratas consideramos que la existencia de líneas políticas divergentes es un excelente signo de vitalidad de la sociedad. Y somos partidarios de que la ciudadanía vote, y de que se obre conforme a lo que decida la mayoría. Básicamente porque, si tuviéramos que esperar a ponernos todos -o la inmensísima mayoría- de acuerdo en cada cosa importante, nunca haríamos nada. Y porque, si rechazáramos obrar conforme al criterio de la mayoría, estaríamos propugnando la dictadura de la minoría.
Ese es el meollo del asunto: que lo que muchos defienden para Euskadi es que la mayoría de la población vasca se pliegue a las exigencias de la minoría. Curiosa democracia.
Javier Ortiz. El Mundo (27 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/27 07:00:00 GMT+2
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2004/10/27 06:00:00 GMT+2
El ex presidente Felipe González ha decidido encabezar con su firma una petición para que el Gobierno de Zapatero indulte a Rafael Vera y José María Rodríguez Colorado, (a) Colo. Se le han sumado José Barionuevo y José Luis Corcuera.
Hay quien dice -y es verdad- que González le ha hecho una faena de mucho cuidado a Rodríguez Zapatero. Pero se la ha hecho no porque le quiera mal, sino porque se quiere muy bien a sí mismo. Antes de entrar en la cárcel, Vera ha amenazado con tomar «una última decisión». Todo el mundo sabe que se refiere a la posibilidad de contar lo que sabe sobre la guerra sucia y los chanchullos económicos anejos que se vivieron en el Ministerio del Interior cuando él era secretario de Estado, en la época en que aquello fue «Villa GAL», según la feliz expresión de Antoni Asunción.
Si Vera largara, González y compañía no podrían tratarlo como a Ricardo García Damborenea, a quien acusaron de haberse vendido al oro del PP (cosa que efectivamente hizo). De Vera han dicho siempre las mayores maravillas, y les sería difícil ahora pasarse al bando opuesto. Podrían achacarle que obra por rencor, o que está psicológicamente trastornado por su mala fortuna, pero no creo que nadie se tragara esa explicación, más allá de los incondicionales. El periodo felipista quedaría ya cubierto para siempre por el oprobio, sin vuelta de hoja posible, lo que dejaría en una posición sumamente incómoda al propio Zapatero, que sigue refiriéndose a aquella época como un periodo ejemplar de la Historia de España y que ha integrado en su equipo a varios felipistas de primera fila, empezando por Pérez Rubalcaba, cocinero mayor del Reino.
Ahora bien: que tampoco suenen las alarmas con demasiada insistencia. Porque, si bien está claro lo que gana Vera amenazando, no veo yo por ningún lado lo que ganaría cumpliendo su amenaza.
No creo que la cumpla. Él ha amenazado, González y su troupe han cumplido con su parte... y Zapatero, probablemente, se las ingeniará para que alguna instancia técnica diga que no puede ser. Y a otra cosa.
Post Data.- La columna que hoy me publica El Mundo se inspira en un apunte anterior, pero es, en lo esencial, inédita.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/27 06:00:00 GMT+2
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2004/10/26 06:00:00 GMT+2
Una amiga me dice:
-He visto el especial que El Mundo ha dedicado a su 15º aniversario. Me ha hecho gracia la foto en la que apareces.
-No aparezco en ninguna foto, que yo sepa.
-Que sí, hombre, que sí. Míralo. En la página 34.
Y lo miro. Y descubro que, en efecto, allí aparece aquel que era yo hace 15 años, mirando para otro lado mientras Ramírez arenga a una docena de empleados. Soy ese individuo más bien esmirriado, con chaqueta negra, que asoma por encima de la mano de Pedro J.
La foto es de Fernando Múgica.
A mi izquierda estaba Jorge Fernández y a mi derecha, Gustavo Catalán. A los demás no los conocía ni de nombre por entonces, pero los conocí muy bien -a fe que sí- en cosa de nada. Porque fui nombrado jefe de Redacción a los pocos días.
Otro buen amigo, que tampoco pretende ser cruel, me pasa otra foto, ésta todavía anterior y también desconocida para mí, en la que aparezco allá por 1984 fotografiando a quien llamábamos «El Peque», que era responsable de Combate, el periódico de la Liga Comunista Revolucionaria. El aguerrido trotsko acababa de poner una pancarta en la fuente de la Cibeles convocando a una mani anti-OTAN y todos reíamos viendo cómo había salido de la empresa.
En este caso, la fotografía -excelente- la hizo Guillermo Armengol, que trabajaba, como yo, en Liberación. Mi persona aparece a la izquierda, tratando de inmortalizar la escena. Mal colocado, porque nunca he sido un buen fotógrafo, pese a mis esfuerzos.
sic transit gloria mundi.
Con esto de las efemérides del año, los amigos no paran de ponerme zancadillas de nostalgia. Y tropiezo. Un tercero me ha mandado la reseña de un texto escrito hace cinco años por el bueno de Juan Carlos Laviana, que en 1989 era el factótum en la confección material de El Mundo (en «la carpintería», que se dice en la jerga del ramo). Con motivo del décimo aniversario del periódico,Laviana publicó un largo artículo en el que contó cómo iniciamos aquella aventura. Incluía un párrafo sobre mi persona que no puedo sino agradecer, aunque haga una descripción un tanto hiperbólica de mi pasado político. Copio la reseña: «Una de las mayores sorpresas del verano [de 1989] se produce cuando Pedro J. convoca al equipo para leer un magnífico y excelentemente escrito currículum de un personaje singular donde los haya. Ha militado en ETA y múltiples organizaciones de la extrema izquierda, supera ya la cuarentena, pero su espíritu es más joven que el de muchos de los becarios y su sabiduría parece no conocer límites. Es el redactor-jefe que un headhunter jamás habría sabido buscar. Se trata de Javier Ortiz, sobre quien la redacción giraría en milagrosa armonía hasta funcionar como un reloj».
Ya veis: no hay nada como que te quieran.
Aunque en este caso el aprecio es de ida y vuelta. Siempre he considerado a Laviana persona de un nivel de competencia, de un rigor y de un compañerismo dificilísimos de encontrar en esta fea y más bien desagradable profesión nuestra.
Conmigo se portó de cine. Pero eso no tiene nada de extraordinario: le encanta el cine. Y, además, él es así.
Qué tiempos tan singulares. Me metí de cabeza en aquella vorágine, implicándome hasta el cuello, convencido de que iba a participar en algo importante de verdad. Histórico, casi.
Quizá os resulte chocante, pero hoy es el día en que sigo pensando que hice bien. Y me alegro de haberlo hecho. Lo que aprendí durante aquellos años, en todos los órdenes, me ayudó a madurar profesional y personalmente. En el fondo, sigo viviendo de aquellas rentas.
Pero no me engaño: éstos son ya muy otros tiempos.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de octubre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de octubre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/10/26 06:00:00 GMT+2
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