2005/12/26 06:00:00 GMT+1
Ya escribí en tiempos cachondeándome de los anuncios, tan frecuentes en las radios, que se basan en preguntas a las que, claro, no pueden esperar que nadie dé contestación. El que más risa me ha producido desde hace años es ése en el que sale un menda que dice: «¿Quieres convertirte en técnico en prevención de riesgos laborales?». En tiempos, cada vez que lo oía, me empeñaba en responder: «No, no quiero». Y a continuación me ponía a insultar al tipo porque hacía caso omiso de mi respuesta y se ponía a decirme lo que debía hacer para convertirme en técnico en prevención de riesgos laborales.
Decía que era una profesión «con mucho futuro». También eso da motivo para la coña. Como quiera que el anuncio lleva años emitiéndose, para estas alturas debería decir que es una profesión «con mucho presente». A no ser que haga como decía Ángel González en uno de sus poemas juveniles, que decía: «Te llaman porvenir porque no vienes nunca».
Pero, más allá de las bromas, interesa indagar qué razón mueve a tantos avezados publicitarios, que de tontos no tienen un pelo, a fabricar una y otra vez anuncios que formulan preguntas sin posible respuesta. Tras reflexionar sobre ello, se me ocurren dos posibles motivos, unidos entre sí. Primero: lo hacen porque la pregunta crea en quien la oye la sensación de que se le tiene en cuenta a él, personalmente. Y segundo, porque ese sentimiento de presunta comunicación, de confianza, puede contribuir a que el escuchante decida suscribirse al curso anunciado (que opte por comprar el producto publicitado, sea el que sea).
He vuelto a hacer cábalas sobre estos asuntos tras reparar en la enorme cantidad de encuestas, sondeos y consultas que incluyen los medios de comunicación en estas fechas vecinas del cambio de año. Todos piden la colaboración de sus lectores y oyentes para elegir el suceso más importante del año, la foto del año, el personaje del año, etc., etc. Eso, sin prescindir de todos esos opinómetros que no paran de aparecer en sus páginas web, que con frecuencia resultan aún más irritantes que el anuncio sobre la prevención de riesgos laborales, porque preguntan a la gente «de a pie» sobre asuntos que requieren de unos conocimientos técnicos de los que carece o sobre los que no tiene datos suficientes para opinar.
Nada de todo ello es inocente. Responde a una especie de sistema de vasos comunicantes: tanto menos se tienen en cuenta los intereses de la ciudadanía, tanto más se decide todo a sus espaldas, en instancias lejanas (lejanas socialmente y, con frecuencia, también geográficamente)... tanta más falta hace dar al pueblo llano la sensación de que no para de ser consultado y tenido en cuenta.
Algunas consultas de opinión son de auténtica coña. «¿Cree que Benito Floro podrá crear un sistema de juego fuerte y con futuro en el Real Madrid?». Vote lo que vote el puñado de ociosos que responda a semejante pregunta, no cambiará nada, ni a nadie importará. Probablemente ni a Benito Floro. Pero contribuirá a crear la sensación de que vivimos en «la sociedad de la participación».
La técnica aplicada por quienes detentan (*) el poder es tan eficaz como odiosa: primero ponen todos los medios para crear los estados de opinión que les convienen, luego se proclaman inmejorables demócratas por seguir los dictados de los estados de opinión que ellos mismos han generado.
(*) Con mucha frecuencia se emplea el verbo detentar de manera errónea, como si equivaliera a ocupar o a ejercer. Como bien precisa el DRAE, detentar significa retener u ocupar un poder o cargo de manera ilegítima. Lo he empleado a propósito.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/26 06:00:00 GMT+1
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2005/12/25 06:00:00 GMT+1
Que la Casa del Rey haya realizado un montaje chapucero para fabricar la instantánea en la que aparecen los reyes con sus siete nietos no es un problema. Son dos. El primero, que han demostrado con qué naturalidad recurren al engaño. El segundo, que han evidenciado lo torpes que son en esa casa también en materia de informática.
Pero el problema mayor se lo han creado con la justificación que han dado al montaje, una vez descubierto. Han dicho que hubieron de recurrir a él ante la imposibilidad en que se encontraron de reunir a los reyes con sus siete nietos «por razones de agenda». Lo malo es que, una vez que han detallado el contenido de la agenda oficial -insisto: oficial- del rey y la reina durante el mes de diciembre, uno descubre que apenas tenían una decena de tareas que cumplir, y la mitad de ellas en Madrid. ¿Habremos de suponer entonces que la dificultad insalvable estaba en las agendas de las siete criaturas, una de las cuales vive en la casa de al lado, y las otras seis se dedican a lo mismo que sus padres, esto es, a no dar un palo al agua?
Juegan con fuego. Las encuestas muestran que en los últimos años se ha producido un fuerte descenso en el nivel de aceptación popular de la Monarquía. A buena parte del personal consiguieron venderle el cuento de que Juan Carlos de Borbón cumplió un papel decisivo en la instauración en España del sistema parlamentario, y que también fue clave en la neutralización del intento de golpe de Estado del 23-F. De ambos asuntos cabría hablar largo y tendido (ya lo he hecho en algunas ocasiones), pero me guste más o menos -que me gusta menos- es un hecho que la creencia en esos mitos está muy extendida. Lo que al parecer no están logrando con la misma facilidad es que el común de los españoles se trague que ahora mismo, dejando ya de lado el pasado, la Monarquía es rentable. Y todavía más que lo vaya a ser en el futuro.
La escasa, poco onerosa y espléndidamente remunerada labor que tienen el rey y sus familiares es, en muy buena medida, simbólica y de representación pública. Como la ciudadanía empiece a darse cuenta de que van tan a su bola que ni siquiera esa tarea de chichimoco son capaces de atenderla de buen grado, se les puede poner muy crudo el mantenimiento del tinglado. Que ya haya habido medios de Prensa que han emitido críticas al respecto -en un país en el que la Monarquía ha sido desde 1975 el tabú principal de los medios de comunicación, babosos hasta lo indecible- puede indicar que algunos aires están cambiando de dirección.
Aunque quizá esté confundiendo mis deseos con las realidades.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/25 06:00:00 GMT+1
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2005/12/24 06:00:00 GMT+1
Buena parte de la prensa española, incluyendo a la mayoría de sus comentaristas, están que trinan por la actuación del Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC) en relación a la Cope. Seré más preciso: están que trinan por la existencia del CAC y las atribuciones que le han sido conferidas, cosa que se ha puesto de manifiesto en su tratamiento de la Cope.
El CAC ha recibido del Parlamento catalán el encargo de «vigilar» la actuación de los medios audiovisuales que operan en Cataluña para que se atengan a determinadas normas. De observar que no lo hace, puede proceder a retirarles la licencia administrativa que precisan para emitir.
Lo primero que se critica es la existencia del propio CAC. Son muchos los que sostienen que resulta inaceptable porque, al emanar del Parlamento de Cataluña, es reflejo de la mayoría política existente en él, lo que la convierte en un órgano político.
Se trata de un argumento realmente pintoresco. Si quienes lo esgrimen entienden que no debe haber órganos de control derivados del poder legislativo, me temo mucho que van a tener que criticar la existencia de demasiados comités y consejos, incluyendo el del Poder Judicial.
Además, si la ley determina que corresponde a la Administración la potestad de atribuir (y, ligada a ella, la de no atribuir, no renovar o retirar) las preceptivas licencias de emisión de los medios audiovisuales, nada puede objetarse, desde el punto de vista estrictamente legal, a que esas facultades sean delegadas en un órgano emanado del legislativo.
Objetan que de eso podría derivarse lo que de hecho sería una censura sin juicio. No hay tal en último término, puesto que esa decisión administrativa, como cualquier otra, puede ser recurrida ante los tribunales de justicia existentes a tal efecto. Ellos determinarán si la decisión se ajusta o no se ajusta a Derecho.
¿Que a buenas horas, porque el mal ya estaría hecho y ninguna sentencia contraria podría repararlo? Es ésa una muy interesante observación, sobre la que me propongo volver en seguida.
También se critica el carácter vaporoso, inconcreto y, por ende, susceptible de arbitrariedad de las normas a las que se supone que deben atenerse los medios.
Esta crítica me parece acertada, aunque insuficiente. Y tardía.
Al igual que otros órganos de vigilancia de género similar existentes en determinados estados de Europa, se supone que el CAC debe velar para que los medios no den cobertura a ideas y actitudes que atenten contra la dignidad de las personas, que violen los derechos de la infancia, que sean contrarias al pluralismo, etc. A todo lo cual añaden, en su caso, la obligación de situarse dentro del «abanico de tradiciones» y el «entorno simbólico» propios de la sociedad catalana.
Esto último es lo que más indigna a muchos, que ven en ello un intento de obligar a los medios a atenerse a las pautas nacionalistas.
No voy a perder el tiempo demostrando a esos críticos que la propia Constitución española ya incluye imperativos que obligan a todo pichichi a situarse dentro del «abanico de tradiciones» y el «entorno simbólico» atribuidos a la sociedad española, cosa que nunca les ha escandalizado. Me limitaré a decir que todas -absolutamente todas- esas normas pueden ser esgrimidas, y en algunos casos lo han sido, para censurar a unos u otros medios.
Porque es a ese punto al que he venido apuntando desde el principio de estas líneas.
Todos los que tanto se preocupan ahora por la existencia del CAC y todos los que proclaman que la actuación de ese órgano nacido del Parlament puede suponer una «censura sin juicio» olvidan que en Euskadi hay ya un radio y dos periódicos que fueron borrados del mapa por una resolución sin juicio. ¿Que se trató en cada caso de decisiones recurribles? Si, pero ante el mismo que las adoptó, que no las ha rectificado o que, cuando las ha dejado sin efecto, años después, daba ya lo mismo, porque el mal estaba hecho y resultaba irreversible.
Dicen que el CAC se ha formado sin otro fin que perseguir específicamente a la Cope y se escandalizan porque esgrima normas de perfiles difusos, susceptibles de interpretaciones muy variadas y, por lo tanto, propicias a la arbitrariedad. Y lo dicen quienes saben muy bien que el Parlamento de Madrid ha llegado a aprobar una ley ad hoc, para aplicar en un solo caso (debería haberse llamado «de Partido Político», en singular), y ha dado su aval a tipos penales que pueden ser interpretados como le venga en gana al instructor de turno, que es libre de montar la de Dios es Cristo con ellos en la mano, y ahí se las arregle el que sea cuando seis o siete años después se emita la sentencia que haga al caso.
Todo esto recuerda demasiado a aquel poema que escribió en tiempos del nazismo el pastor protestante alemán Martin Niemoeller (poema tantas veces citado y tantas veces atribuido erróneamente a Bertolt Brecht). Me refiero a aquel poema que decía: «Fueron primero a por los comunistas, pero no protesté, porque no soy comunista; fueron luego a por los socialdemócratas, pero no protesté, porque no soy socialdemócrata: fueron luego a por los sindicalistas, pero no protesté, porque no soy sindicalista; fueron luego a por los judíos, pero no protesté, porque no soy judío...», etc. Al final decía: «Luego vinieron a por mí, pero ya no quedaba nadie que pudiera hacer nada».
Son muchos los que sólo detectan que algo está mal cuando descubren que puede afectarlos personalmente.
Pero yo soy menos optimista que el pastor Niemoeller. Para mí que ni siquiera cuando el mal les llega comprenden que se trata de un problema general, de principio.
De todos modos, su poema nunca sería igual. Diría: «Fueron primero a por los nacionalistas vascos, pero yo no protesté, porque me pareció una gran idea».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/24 06:00:00 GMT+1
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2005/12/23 06:00:00 GMT+1
Gran enfado del Gobierno español por la impostura de la Cope, uno de cuyos colaboradores telefoneó a Evo Morales para hacer como que lo felicitaba por su victoria electoral haciéndose pasar por Rodríguez Zapatero. El enfado se entiende: fue una broma muy improcedente, que interfiere en relaciones internacionales nada sencillas, y fue también una broma entre ultra y racista, dada la personalidad del embromado. Doy por supuesto que ni se les habría ocurrido hacer esa misma broma a Vicente Fox o a Néstor Kirchner, que soy muy finos y muy blancos, amén de encajar en los parámetros de lo que ellos entienden por «gente de orden».
De todos modos, el equívoco habría resultado bastante menos enojoso, e incluso podría haberse vuelto contra los autores de la seudo broma, de haberse adelantado Rodríguez Zapatero a los acontecimientos, telefoneando realmente a Evo Morales para darle la enhorabuena por su triunfo en las urnas. Por volver a las comparaciones de antes: apuesto algo a que sí llamó a Fox y a Kirchner cuando ganaron sus respectivas elecciones. Es de temer que en este caso haya actuado pensando mucho más en los intereses de Repsol-YPF, uno de los nuevos conquistadores de la zona, que como presidente del Gobierno de España, cuyo pueblo no tiene el menor interés en desairar a la ciudadanía de Bolivia, sino todo lo contrario.
Empiezo a estar más que mosqueado por los criterios que marcan la agenda telefónica de Rodríguez Zapatero. ¿Por qué empuña raudo y veloz al aparato para expresar sus condolencias así que se entera de que han muerto dos integrantes de la Armada en un accidente laboral y, sin embargo, se queda impasible si las víctimas son dos trabajadores de la construcción? En ninguno de los dos casos se trata de personas que hayan «dado su vida por España», ni nada por el estilo: estaban trabajando, cada uno en lo suyo, tratando seguramente de hacerlo lo mejor que sabían, cuando les sobrevino la desgracia. Pero dos soldados, por el mero hecho de serlo, merecen grandes honores, y dos obreros, no. A los obreros les pasa lo mismo que a los usuarios de la carretera: necesitan morirse muchos y a la vez, en el mismo accidente, para que las autoridades se ocupen de su caso.
Hace un rato he oído a Zapatero, que se ha puesto en contacto por videoconferencia con las tropas españolas destacadas en Afganistán para decir a sus jefes lo muy orgulloso que se siente de ellas, lo mucho que lamenta que se encuentren lejos de los suyos «en estas fechas tan señaladas» y lo infinitamente que reconoce «la labor importantísima» que están haciendo. Incluso sin discutir que esos militares estén realizando allí una labor no ya importantísima, sino meramente positiva, hago recuento mental de los miles y miles de ciudadanos españoles que se hallan en estos días «lejos de los suyos», e incluso en el quinto carajo, en condiciones mucho más desfavorables, aislados, entregados a labores de cuyo carácter pacífico nadie puede dudar, porque no llevan armas. ¿Con qué criterio el presidente del Gobierno muestra predilección por los militares, también en este caso?
Menos mal que Rodríguez Zapatero es socialista, y hasta se declara «rojo». Como no sea de vergüenza...
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de diciembre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/23 06:00:00 GMT+1
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2005/12/22 06:00:00 GMT+1
Ningún otro día del año se habla más de la suerte en España que hoy. De la suerte en los juegos de azar y de la suerte en general. No deja de ser curioso que suceda eso en un territorio en el que todos los días -creo que todos, sin excepción- hay algún tipo de sorteo tutelado por el Estado.
Pertenezco a una familia que se ha visto beneficiada en varias ocasiones por los sorteos navideños.
A mi abuelo paterno le tocó un gordo del año de la pera. Creo que yo ni siquiera había nacido.
Mi difunto hermano Carlos también se benefició de un segundo premio. Le sucedió en el año de las inundaciones de Bilbao. Fue allí a comprar lotería, ateniéndose a la arraigada creencia popular según la cual las ciudades que sufren alguna desgracia natural suelen verse compensadas ese mismo año por la fortuna en la Lotería de Navidad. Y acertó.
A mi también difunto padre le sucedió una cosa curiosa. Siendo yo crío, pidió a los Reyes Magos una quiniela de 14 aciertos, y la tuvo. Su problema estuvo en que lo mismo le sucedió a media España y apenas cobró nada. Sostenía que la culpa había sido suya, por no precisar en su carta a los Reyes Magos que lo que quería era una quiniela bien pagada.
A mí, en particular, nunca me ha tocado nada digno de mención en ningún juego de azar. Y, sin embargo, me parecería una tontería decir que no he tenido suerte en la vida. La fortuna de cada individuo sólo cabe evaluarla al final de su existencia, cuando es posible hacer el balance final. Yo, por lo que llevo visto, he tenido una existencia relativamente afortunada, por satisfactoria, pero tampoco quisiera cantar victoria demasiado pronto.
Lo que sí tengo claro, sea como sea, es que el acierto en un sorteo, por bien pagado que esté, no garantiza nada. En el pueblo vecino de mi casa mediterránea, El Campello, cayeron hace unas cuantas navidades un montón de millones. Fue una desgracia. En pocas horas, se produjeron en el pueblo más piques iracundos que en la tira de lustros anteriores. Se lió la gorda entre los que habían salido ganadores y los que sostenían que les habían prometido décimos o participaciones que no habían llegado a recibir en mano. Eso sin contar con los muchos a los que se les atragantaron los millones, que es algo que les sucede con frecuencia a quienes no están nada familiarizados con la riqueza.
Animado por tan sensatas reflexiones, me dispongo a comprobar, este año como tantos otros, que no ha valido para nada todo el dinero que he tirado tan sólo para que no les toque a mis socios de tal o cual trabajo, peña o pandilla y yo me quede a dos velas.
Que me temo que es la arrastrada y no muy altruista razón por la que más dinero se juega por aquí casi todo el mundo.
Nota de régimen interno.- Ruego a lectores y lectoras que no insistan en enviarme correos electrónicos comunicándome que tropiezan con problemas de uno u otro tipo para entrar en esta página. Ya avisé que pasa por una fase provisional de reestructuración. Tampoco me pregunten cuándo entrarán en funciones los cambios previstos, porque no lo sé. Espero que en cosa de pocas semanas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de noviembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/22 06:00:00 GMT+1
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2005/12/21 06:00:00 GMT+2
Una de las más graves y deplorables renuncias que ha hecho en Europa el conjunto de la llamada izquierda es la que le ha conducido a aceptar de manera acrítica la idea de «interés general». O, dicho a la inversa: a olvidar que, en la mayoría de los grandes problemas económicos y sociales, las grandes opciones que se presentan expresan diferentes intereses de clase.
En tiempos, las fuerzas de izquierda daban por hecho que lo que era beneficioso para las clases dominantes de la sociedad tendía de manera casi irresistible a ser perjudicial para las clases subordinadas, y al revés. Eran los representantes de las clases dominantes los que confundían muy a propósito sus intereses con «el interés general» o con «el interés nacional», y hablaban constantemente del «interés de España» (o de Francia, o de Alemania, o de donde fuera), haciendo como si lo conveniente para sus negocios fuera, por pura lógica, conveniente para los negocios del conjunto de la sociedad.
Ahora, los partidos y sindicatos que se pretenden de izquierda han adoptado ese mismo lenguaje —esa misma concepción— cual si fuera mero reflejo de lo obvio.
No les falta una parte de razón. Está claro que, en las sociedades del mundo desarrollado, existe una considerable complicidad de beneficios que une a las clases trabajadoras autóctonas con los depredadores del mundo empresarial y financiero de sus propios países. Ni que decir tiene que el volumen de sus beneficios es muy inferior, y en ese sentido las contradicciones saltan a la vista, pero resulta igualmente innegable que, considerado el reparto de la riqueza a escala mundial, las clases trabajadoras autóctonas de las zonas desarrolladas del planeta sacan también partido de la desigualdad y la injusticia imperantes.
Viene toda esta reflexión a propósito de la victoria electoral de Evo Morales en Bolivia y de las reacciones que el suceso ha suscitado en España. La práctica totalidad de los comentaristas y medios informativos de por estos andurriales ha acogido con mucha desconfianza, cuando no con franca animadversión, el cambio que apunta en La Paz. Los menos hipócritas lo admiten directamente: temen, muy en particular, que los «intereses de España», representados en este caso concreto por Repsol-YPF, salgan perjudicados, y que eso repercuta aquí en el ya de por sí problemático mercado de los carburantes. De la dramática penuria de la población de Bolivia, del esfuerzo que Morales puede canalizar para que el pueblo boliviano se haga dueño de las riquezas de su suelo y su subsuelo, de los contratos leoninos y de la corrupción con los que las trasnacionales y la banca españolas han conseguido instalarse allí, de los tejemanejes de Washington para mantener al país en posición subordinada... De todo eso, ni se habla. Sólo del peligro de que aparezca «otro Chávez».
Pues bien, lo siento. Si a Repsol-YPF le viene rematadamente mal el triunfo electoral de Evo Morales, me alegro. Y si ello tiene repercusiones nocivas para la economía española, para los «altos intereses de la nación», para el «bien común», e incluso para mí, pues ajo y agua.
En la división internacional entre explotadores y explotados —también entre países explotadores y países explotados—, no lo oculto: estoy con el enemigo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (21 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de mayo de 2012.
Recuperamos este apunte de 2005 a petición de Gonzaga. Muchas gracias.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/21 06:00:00 GMT+2
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2005/12/20 06:15:00 GMT+1
Visto en la edición digital de El País de hoy:
En 1975 me di de baja como suscriptor del diario Informaciones porque me llegó un ejemplar cuyo titular de portada decía: «Hoy se juzga a los asesinos (sic) del teniente Pose». Envié a quien por entonces era director de aquel periódico, un tal Juan Luis Cebrián, una breve nota en la que decía: «Ustedes ya los han juzgado. Y condenado. Lo suyo no es periodismo. Ejercen de meros portavoces de la Policía franquista».
Un tribunal ad hoc se encargó de materializar la sentencia: pena de muerte.
Se ve que aquellas prácticas hicieron escuela. El periódico para el que hoy trabaja aquel mismo Cebrián sigue dictando sentencias en sus titulares.
¿Para qué harán falta jueces, sumarios, pruebas, vistas, recursos, condenas? El País ya sabe qué es lo que hacían los detenidos.
Deberían meter todo este tipo de «noticias» en una sección que se llamara «Hechos probados». Aunque también cabría llamarla «Nos cagamos en la presunción de inocencia». Y tan ricamente.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (20 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de noviembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/20 06:15:00 GMT+1
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2005/12/20 06:00:00 GMT+1
Durante muchos años ha sido un tópico atribuir al PP el mérito de habérselas arreglado para aglutinar a la extrema derecha española e impedir que se independizara electoralmente.
En efecto, las encuestas han venido confirmando sistemáticamente la existencia en la sociedad española de una corriente de opinión ultrarreaccionaria que nunca ha contado con la representación parlamentaria que le correspondería por su importancia social. Ese singular fenómeno se ha explicado siempre dando por hecho que el PP había acertado a embridar a los sectores más autoritarios de nuestra sociedad, manteniéndolos dentro de los cauces democráticos.
Ha llegado el momento de revisar esa creencia.
La extrema derecha española bebe en dos fuentes. La primera es la nostalgia del franquismo. La segunda, la panoplia ideológico-política de la que se han ido pertrechando las fuerzas hiperderechistas de otros estados europeos.
La nostalgia del franquismo puede valer a esa gente como referente mítico, pero no para mucho más. Está ya demasiado lejos, en todos los sentidos. Hace 25 años podía soñar en un regreso a fórmulas de gobierno de tintes falangistas, pero ya no. Ese tipo de parafernalias no encajan con las estéticas al uso. A lo que puede aspirar ahora -y a lo que sin duda aspira- es al triunfo político de sus ideas más queridas, en las que se funden las fijaciones del viejo nacional-catolicismo con las obsesiones xenófobas y favorables al Estado policial más en auge en el viejo continente.
Pues bien: esa ultraderecha -en parte vieja, en parte remozada- no sólo no está embridada por la actual dirección del PP, sino que ha tomado su mando. Es la corriente que predomina en el PP de hoy.
Hace diez, quince años, los estrategas de la derecha española vieron claro que, para llegar al poder, el recién refundado PP tenía que darse aires de «moderno» y «centrista», apuntando a todos los flancos débiles que ofrecía el Gobierno de Felipe González, que se había escorado radicalmente hacia el autoritarismo policial, hacia el centralismo desaforado y hacia el servilismo más bochornoso con respecto al diktat de los EEUU. Fue su oposición a ese modelo político -oposición oportunista, pero real- la que llevó a que se hablara de la existencia de una «pinza antifelipista» formada por el PP e IU, que por entonces alcanzó sus cotas más altas de respaldo social. (Ya he escrito hace poco sobre esa falsa «pinza»: no insistiré hoy en ello.)
En aquel momento sí que tuvo sentido remarcar la singularidad del papel de la ultraderecha española, subordinada a un partido que incluso coqueteaba en aspectos clave con el ideario socialdemócrata.
Pero en los tiempos actuales, tras la insufrible chulería de su último tramo en el Gobierno y su bochornosa y ridícula pasada por la piedra del 11-M, las banderas que ondea el PP no tienen posible comparación con las que enarbolaba en 1994 (digo, por poner una fecha clave). Entonces podía dárselas de «centrista», de hablar catalán en la intimidad y hasta de estar a partir un piñón con el PNV de Arzalluz. Ahora de lo único que podrían presumir es de coger a Le Pen por la derecha.
Ahora el PP es un partido de extrema derecha. Pero no lo digo con ánimo denigratorio, sino meramente descriptivo: más a su derecha ya no queda nada. Ya no embrida a nadie. Ni siquiera a sí mismo. Corre desbocado.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (20 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de noviembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/20 06:00:00 GMT+1
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2005/12/19 06:00:00 GMT+2
«Todo el mundo tiene derecho a cambiar de manera de pensar», suele decirse. Y lejos de mí la intención de negarlo. Pero hay diversos modos de cambiar, y cada uno de ellos merece una valoración específica.
Por ejemplo: no es lo mismo un cambio ideológico-político que se traduce en una significativa mejora de la posición social y económica del mutante que otro que tiene por resultado un apreciable deterioro de su estatus social y una notable pérdida en sus posibles.
Este segundo es poco probable que esté dictado por motivaciones inconfesables. El primero, en cambio, merece un examen ulterior, para comprobar si su transformación es fruto de una rigurosa autocrítica o más bien el resultado de una pirueta oportunista.
Tampoco puede juzgarse del mismo modo la transformación ideológica de quien cambia de bando como quien cambia de chaqueta, y aquí paz y después gloria, que la de aquel que cambia radicalmente de concepciones pero asume su pasado y obra en consecuencia.
Obrar en consecuencia obliga, en lo fundamental, a dos cosas.
Una es aceptar que, por razones de honradez elemental, no resulta decente estar al frente de un bando y pasar sin más protocolo a encabezar el opuesto. (Creo que era el vasco Manuel de Irujo el que decía aquello de: «Los conversos, a la cola». Es lo justo.)
La otra es admitir que, si cuando pensaba lo anterior lo hacía con su mejor voluntad y sapiencia, está en la obligación de tratar con escrupuloso respeto a aquellos que siguen pensando como él lo hacía antes, no poniendo en duda ni su buena intención ni el correcto funcionamiento de sus meninges.
Está feo señalar con el dedo, pero me parece inevitable referirme en este punto a los mil y un conversos que en los últimos decenios han defendido causas tales como el derecho de autodeterminación de Euskadi y Cataluña, o como la existencia de diversas soberanías dentro de España, o como la conveniencia de reorganizar el Estado conforme a un modelo federal, y que ahora no sólo se ponen al frente de la manifestación contraria sino que descalifican y adjetivan del peor modo a quienes se limitan a defender los criterios que ellos consideraban fundamentalísimos apenas hace unos años. ¿Eran la mar de astutas y, sobre todo, perfectamente bienintencionadas aquellas ideas cuando las defendían ellos, pero han pasado a convertirse en menospreciable y asquerosa caca de la vaca a partir del histórico momento en que ellos -siempre ellos- han decidido privarlas de su favor?
No pretendo que nadie merezca condena por haber cambiado. Ni siquiera por haber cambiado para convertirse en lo opuesto, o en la caricatura de lo opuesto. Lo odioso de la peripecia de algunos no es el hecho mismo de que hayan cambiado, sino cómo lo han hecho. Como si siempre hubieran estado en posesión de la verdad. Antes y ahora.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (19 de diciembre de 2005) y El Mundo (22 de diciembre de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/19 06:00:00 GMT+2
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2005/12/18 06:00:00 GMT+1
El uso y el abuso consiguen a menudo que las expresiones pierdan su sentido original. Decir: «¡Viva esto!» no tiene por qué significar: «¡Cómo me gusta esto!». Puede muy bien entenderse en su sentido literal: que uno no quiere que esto -lo que sea- muera.
No me gusta cómo está RTVE. No me gusta ni un pimiento TVE1. No me convence casi nada La 2. La radio pública me parece mucho mejor. Incluso Radio 1. Emite algunos programas dignos (aunque otros no haya por dónde agarrarlos). Pero el asunto no es que esto sea algo mejor y aquello otro algo peor, o muy malo. El asunto es que hay un contubernio que une a tirios y troyanos para reducir a la radiotelevisión estatal a la insignificancia.
El sábado estuve en la manifestación que se celebró en Madrid en defensa de RTVE. Dato significativo: por lo que me dijeron, sólo acudió un parlamentario: Gaspar Llamazares. Nadie del Gobierno. Nadie del PSOE. (De los demás, para qué hablar.)
Entre una oposición derechista que detesta los medios públicos de comunicación porque aborrece cuanto no se incline ante la propiedad privada y un Gobierno que se ha rendido a los más que misteriosos encantos del grupo Prisa, la radiotelevisión del Estado lo tiene más que crudo.
Insisten los unos y los otros en la necesidad de «acabar con el despilfarro» en RTVE. Si de eso se tratara, no podría estar yo más de acuerdo. RTVE tiene una plantilla lo bastante amplia y competente como para que no precise comprar los programas de más campanillas a productoras privadas. Cortando con esa sangría podría lograrse no sólo un importante ahorro económico, sino también un valioso elemento de recuperación de la autoestima.¿Ahorrar? Muy bien. Ahórrese prescindiendo de contratar a precio de oro directivos y jefecillos que sólo buscan su promoción personal.
Me opongo a la liquidación de la radiotelevisión pública porque, por mucho que esté en desacuerdo con lo que hace, es la única que puede llegar a atender sin la definitiva interferencia de intereses sectarios las demandas de información del grueso de la ciudadanía. Mal que bien, RTVE acaba siendo responsable ante las urnas, no ante media docena de amasadores de millones.
Y ya que hablo de dineros. Me hacen gracia los que dicen que RTVE supone un gasto intolerable para las arcas públicas. Como si las necesidades generales de información y ocio ajenas al interés comercial fueran un lujo faraónico pero, en cambio, resultara de una lógica indiscutible el gasto militar de un Estado que no tiene más problema de defensa que el que podría suponerle la enemistad de Andorra (porque, de tratarse de la hostilidad de Marruecos, Washington le obligaría a rendirse).
Racionalizar está muy bien, pero racionalicémoslo todo. Empecemos por ahorrar en lo que, del Rey abajo, no aporta ningún beneficio visible a la comunidad.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de diciembre de 2005) y El Mundo (19 de diciembre de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 27 de noviembre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/18 06:00:00 GMT+1
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