El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Montiseirín, clamaba que la democracia no cae del cielo, que hay que conquistarla, y que ni los pusilánimes ni los pasivos tienen excusa, y los dirigentes del PP aplaudían con fervor.
Qué falta de memoria: ya no recuerdan a qué se dedicaban cuando en España no había ni libertad ni democracia. No movieron un dedo. A favor de la democracia, quiero decir. En contra sí, muchos de ellos. ¿Alguien les ha oído lamentarlo alguna vez? Ahora jalean a quien condena lo que ellos hicieron.
«Yo, como los poetas, no tengo biografía. Mi biografía son mis hechos», afirmó Aznar hace unos días. No se lo cree ni él. Claro que tiene biografía. Para su desgracia.
Esta gente se ha doctorado en democracia sin haber hecho la carrera. Y quiere sentar cátedra.
Dicen ahora que no pueden manifestarse junto al PNV, lemas al margen, porque los nacionalistas vascos «comparten fines con ETA». Es una innovación. Frente a quienes sostenemos en contra de ETA -ellos también lo hacían hasta hace poco- que el fin no justifica los medios, el PP ha descubierto que son los fines los que de verdad importan, y que la cuestión de los medios es secundaria. Lo decisivo para ellos es que tanto ETA como el PNV propugnan la soberanía vasca. Consideran que es eso, y no la actitud ante la violencia impositiva, lo que delimita los campos. Por ello se niegan a marchar junto al PNV.
Luego, de cara a la galería, sostienen que la línea divisoria es la que separa el crimen de la ley. Pero no actúan en consecuencia. No pretenden que el PNV esté vulnerando ninguna ley y, sin embargo, lo sitúan en el campo enemigo.
Por lo demás, es falso que el PNV y ETA compartan fines. Comparten tan sólo su formulación genérica, abstracta. Pero, cuando el PNV habla de soberanía vasca, lo que propugna es la aceptación general de lo que libremente decida la ciudadanía vasca, entendiendo por tal al conjunto de quienes viven en el territorio vasco, nacionalistas o no. En cuanto a Navarra y al País Vasco bajo soberanía francesa, ha reconocido una y otra vez que sólo puede y debe hacerse aquello que las poblaciones de la una y el otro decidan mayoritariamente. ETA, en cambio, ha dejado claro en numerosas ocasiones que su concepción del pueblo vasco es restrictiva -sólo reconoce la condición de vascos a quienes participan en la «construcción nacional»- y que su proyecto de territorialidad es impermeable a la voluntad de quienes se asientan en los territorios concernidos.
Son dos concepciones no sólo diferentes, sino incompatibles. La del PNV tiene como eje la democracia (delimitada geográficamente al ámbito vasco: es un partido nacionalista). La de ETA, en cambio, se basa en la imposición.
El PP sabe que la realidad es ésa, pero prefiere hacer como que no se entera. Le pierden las ganas de anular electoralmente al PNV.
Lo malo es que el precio de su ambición lo pagamos entre todos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de abril de 2017.
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