¿Hay razones que justifiquen la convocatoria de una huelga general en estos momentos? La pregunta está mal formulada. Las razones sobran. Desde hace años. La ofensiva gubernamental contra las ya de por sí escasas garantías laborales que regulan el mercado de trabajo en España no es ninguna novedad. En todo caso, la pregunta debería ser: ¿por qué las burocracias de los principales sindicatos -ésos que se dicen impropiamente «mayoritarios»-, han tardando tanto en plantar cara a Aznar?
La prensa progubernamental -las voces de su amo- acusa a coro a los dirigentes sindicales de disponerse a convocar «una huelga política» y les augura un rotundo fracaso. El reproche es ridículo: si alguien se opone a una determinada política, hace política, cómo no. Me temo que, una vez más, estén identificando groseramente «política» con «partidismo», contribuyendo al descrédito de la política, del que luego tanto se quejan.
Lo que en realidad quieren decir es que la convocatoria responde a una consigna del PSOE. Lo cual, en lo que el conocimiento me alcanza, es falso. El PSOE no está en condiciones de dar consignas a los sindicatos. De hecho, no se ve que la prensa amiga del PSOE muestre un particular entusiasmo por la huelga. Recuerdo que, cuando UGT y CCOO convocaron la última huelga general contra la política económica de Felipe González, El Mundo publicó un largo editorial titulado «La Huelga General más justificada de la democracia». Eso sí que era coordinación.
En cuanto a lo de que la convocatoria no va a tener eco, me sumo -por una vez, y sin que sirva de precedente- a la respuesta de Cándido Méndez. Ése sería, en todo caso, un problema de los convocantes; no del Gobierno y sus voceros. ¿Que la huelga fracasa? Mejor para ellos. Si tan seguros estuvieran de que los sindicatos están abocados al fiasco, lo lógico sería que esperaran el 20-J con los brazos cruzados y una sonrisa en los labios. Tampoco se entendería su preocupación porque la convocatoria sea para la víspera de la Cumbre de Sevilla. ¿Qué mejor para José María Aznar que presentarse ante sus colegas europeos llevando calentita bajo el brazo la prueba de que los trabajadores españoles están con él, y no con los sindicatos?
Apuesto -¿alguien quiere jugarse algo conmigo?- a que tampoco esta vez faltarán las voces de algunos presuntos «radicales», de ésos que viven instalados en los aledaños del poder, que tratarán de desprestigiar la huelga argumentando que los Méndez, Fidalgo y compañía no tienen autoridad para convocar nada, que son unos vendidos que han tragado una y otra vez carros y carretas, que los grandes sindicatos actuales se han convertido en maquinarias escleróticas sin representatividad real, integradas por especialistas en vivir del cuento, subvencionados por el Estado, etcétera. Esos argumentos tienen base, vaya que sí, pero jamás me dedicaré a airearlos en vísperas de una huelga general. Me conozco el paño de los «radicales» de pacotilla: cuando hubieran debido clamar bien alto contra las burocracias sindicales -cuando se avenían a pactar cualquier cosa-, guardaron un prudente silencio. Sólo denuncian su carácter acomodaticio... ¡cuando no se acomodan!
Por resumir: que no estoy de acuerdo con las direcciones de CCOO y UGT, pero apoyo la huelga con todas las fuerzas de mi cansado corazón. Y la haré. Y ayudaré en lo que pueda a su éxito.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (22 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2017.
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