No desbarré demasiado en mi comentario de ayer: efectivamente, hubo sorpresa en el Parlamento de Vitoria. Cuando lo escribí sólo sabía lo que dije: que Madrazo se había mostrado un tanto enigmático al respecto y que había algunas razones que avalaban la posibilidad de sorpresa. Poco después, y ya en sede parlamentaria, tuve otra información significativa. Aitzane Ezenarro, la parlamentaria de Aralar -a la que, en mi tan persistente como antológico despiste, no había identificado hasta ese momento como la integrante de Elkarri que me hizo una larga entrevista para su revista en octubre de 2001-, parecía encarar la sesión con un ánimo no demasiado alegre, por así decirlo. Algunos sospechamos que podía deberse a que supiera algo que le hacía concluir que su voto no iba a tener el peso decisivo que en general se le predecía. La sospecha no tardó en tomar forma: ¿y si se estuviera preparando una reedición de la táctica navideña de la izquierda abertzale, repetición de cuando a fin de año el grupo parlamentario de Otegi dividió sus votos para hacer que el plan Ibarretxe siguiera adelante?
A las 5 de la tarde pudimos comprobar que era eso, en efecto, lo que había estado fraguando.
Luego ya, a toro pasado, todos pudimos recopilar más datos que apuntaban en la misma dirección: el hecho de que la presidenta del Parlamento hubiera dado instrucciones para que en la Casa de Juntas de Gernika estuviera todo dispuesto este sábado próximo para una eventual ceremonia de jura del cargo de lehendakari -aunque para mí que estaba obligada a hacerlo-, la constatación de que Ibarretxe no había prestado a Aralar la atención previa que habría estado obligado a concederle, si su voto le hubiera sido imprescindible...
De no producirse más sorpresas (he retrasado la confección de este apunte para otear el panorama de última hora) lo que va a resultar es lo siguiente: una reedición del Gobierno tripartito, debilitado no sólo por su menor fuerza parlamentaria, sino también por los rifirrafes que ha habido entre sus componentes; un grupo de Ezker Abertzaleak (o sea, de EHAK) que depende del campo libre que le deje ETA para reforzarse política y electoralmente gracias a su acción parlamentaria; Aralar, que depende de lo mismo pero al revés (tanto más juego tenga EHAK, tanto más se diluirá su presencia); un PSE-PSOE que sabe que no quiere seguir haciendo lo que venía haciendo pero que no sabe lo que quiere hacer, y, en fin, un PP dispuesto a adueñarse del campo electoral del nacionalismo español a machamartillo (que lo hay en Euskadi, y con arraigo).
Ibarretxe, en una actitud muy suya, dispuesto a hacer de la necesidad virtud, definió este panorama como «ilusionante». Estoy dispuesto a concederle, todo lo más, que en comparación con algún tiempo pasado -por ejemplo, cuando ETA rompió la tregua y el tándem Mayor Oreja-Redondo Terreros alcanzó su máximo esplendor-, éste de ahora tiene su ventajas. Pero sigo viendo que la obra de la pacificación y la normalización de Euskadi les queda muy grande a la mayoría de los actores encargados de representarla. Hay demasiada mediocridad -a veces incluso clamorosa-, demasiada pijotería y demasiado resquemor acumulado. Ojalá me equivoque.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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