No sé qué dirigente del PSOE se mofó hace poco del tedioso recurso del PP, que cada vez que es acusado de algo trata de defenderse recordando tal o cual abuso o pifia cometido en su día por el Gobierno de Felipe González. «¡Bueno, pues que pidan la dimisión de Felipe González!», ironizó.
Con toda la razón. Los errores cometidos por el PSOE de entonces, por graves que fueran -que fueron-, en ningún caso podrían disculpar los del PP de ahora. Y menos tratándose de asuntos tan separados en el tiempo: uno no puede pretender vivir hasta el infinito de las rentas devengadas por las maldades y estupideces mostradas por su rival en el año de la Tarara.
Pero no menos cierto es que todo estaría bastante más claro si el PSOE hubiera ajustado debidamente cuentas con su pasado, en lugar de reivindicarlo cada dos por tres con entusiasmo tan impostado como absurdo. Porque, en la medida en que asume ahora lo que hizo entonces, autoriza a que se lo sigan reprochando. Por muy aburrido que resulte.
Y luego está él. Con su ego -¡qué cruz!- a cuestas. Él, siempre metiendo baza para justificarse, para enaltecerse, para tratar de impedir su irremediable paso a la Historia como lo que fue mientras pintó algo en ella.
Leí ayer el último largo artículo que se ha cascado, esta vez sobre la nueva Guerra del Golfo (Felipe González, «Habrá guerra», El País, Tribuna libre, 18.01.2003). *
¿He dicho sobre la guerra? Sólo aparentemente. De lo que el artículo trata, en realidad, es del monotema de González, a saber: González. Todo el empeño argumental del artículo está puesto al servicio de la idea de que hace 12 años era totalmente necesario lanzarse a la guerra contra Sadam Husein (de lo que se desprende, aunque no lo diga, que él hizo muy bien en situarse incondicionalmente del lado de Bush padre), en tanto que ahora las condiciones son mucho más complejas (de lo que se deduce, aunque tampoco lo diga, que Aznar se equivoca al situarse incondicionalmente del lado de Bush hijo).
Maldito el interés que puede tener el PSOE en abrir ahora un debate sobre lo bien o mal que encaró la primera Guerra del Golfo. Pero él es incapaz de no meter baza, cuando ve en peligro su imagen de estadista histórico. Así que ahí lo tenemos.
Quizá los socialistas deberían dejarse de ironizar con ello y reclamar, ya que no la dimisión de Felipe González, su permanente y discreto silencio.
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(*) Cada cual tiene sus manías. Siguiendo las mías, lo primero que me pregunté es de dónde se había sacado González ése «Mambrush se va a la guerra» que cita en su artículo. Porque en castellano la canción siempre ha sido «Mambrú se va a la guerra», adaptándola del francés «Marlbrough s'en va-t-en guerre», que se corresponde con el alemán «Marlbrough zieht aus zum Kriege» y con otras diversas canciones de diversos países que nos hablan de Malbrouk, Marlbrough, Marlborough o Marlbro (todas ellas, según se dice, herederas de una vieja canción árabe cuya tonadilla se les acabó pegando a los guerreros cristianos durante las Cruzadas). De lo que no hay rastro por ningún lado es del tal Mambrush.
P.D. Algunos lectores me apuntan la posibilidad de que González tratara de hacer un juego de palabras, mezclando Mambrú y Bush. Nada es imposible. De hecho, consideré esa hipótesis, pero la deseché pensando que, de ser así, lo habría dado a entender de algún modo: poniendo la palabra en cursiva, por ejemplo, o escribiendo directamente Mambush. En todo caso, el juego de palabras sería una pavada, porque la historia del impetuoso cruzado Marlborough -nombre del que, por cierto, deriva el de los cigarrillos Marlboro- no tiene ningún punto de contacto con la de Bush, que se dedica a enviar a otros a que se arriesguen, mientras él se queda muy protegidito en casa.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (19 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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