El uno es hijo de papá Bush. El otro, de papá Gore.
Un periodista buen conocedor de Al Gore lo llama «el candidato genéticamente modificado». Afirma que es un individuo al que sus asesores van transformando según las conveniencias políticas del momento. En cada circunstancia, Gore es lo que haga falta: derechista, liberal, belicista, pacifista, ecologista, globalizador... Sólo mantiene una constante: no tiene ni pajolera idea de ninguno de los asuntos que aborda. Se le puede preguntar lo que sea: como sus asesores no hayan previsto la pregunta y él no se haya aprendido la respuesta en plan papagayo, demuestra al punto su ignorancia enciclopédica.
Papá Gore es el típico político sureño forrado de millones y acostumbrado a doblegar voluntades a golpe de talonario. Fue condenado por un caso de financiación ilegal del Partido Demócrata.
Bush Jr., alias el Ejecutor, es aquí conocido sobre todo por su afición a la silla eléctrica. Pero quienes saben de su trayectoria lo pintan como un capullo experto en casas de putas. Ahora ha salido a relucir que lo pillaron hace años conduciendo borracho. No es su mayor defecto. En una entrevista llegó a demostrar que no sabía qué posición ocupan en el mapa tres países que en aquel momento se encontraban metidos en graves conflictos. Uno de ellos, Afganistán. Su papá fue el que fue, pero por lo menos sabía de geografía: ejerció de jefe de la CIA antes que de presidente.
Recientemente, un famoso columnista norteamericano se quejaba de cómo valoramos los europeos a los políticos de su país. «Se empeñan en juzgarlos por su inteligencia, sin comprender que eso es secundario», decía.
Cuando lo leí, me vino a la memoria un juego. Te proponen elegir entre tres candidatos a los que te presentan así: «Al primero se le asocia con políticos corruptos y suele consultar astrólogos. Ha tenido dos amantes, fuma sin parar y se bebe hasta 10 martinis al día. Al segundo lo echaron dos veces del trabajo, se levanta muy tarde, fumó opio en la Universidad y se toma no menos de un cuarto de botella de whisky cada noche. El tercero es héroe de guerra, no ha mantenido nunca relaciones extramatrimoniales y bebe sólo una cerveza de vez en cuando. ¿A quién elegirías?». Acto seguido, te informan: «El primero de los candidatos es Frankin D. Roosevelt. El segundo, Winston Churchill. El tercero, Adolf Hitler».
Te hacen trampa. Obvian la posibilidad -nada desdeñable- de que un individuo pueda reunir en su persona lo peor de los tres modelos propuestos.
Dentro de nada, los norteamericanos nos van a elegir presidente. Viendo a los dos candidatos, no me hago ilusión alguna.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de noviembre de 2012.
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