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1995/11/05 08:00:00 GMT+1

¡Hay Qué Bec, qué cosas!

Referenedología.- Un referéndum (plural académico: referendos; plural popular y como menos chocante: referéndums) es, según los estudiosos del Derecho Político, una forma de democracia semidirecta. Quienes no sabemos mucho de Derecho pero tenemos cierta experiencia política sabemos que suele ser también, con mucha frecuencia, una de las diversas maneras inventadas por los mandamases para tomar el pelo al personal con su propia colaboración.

Los expertos dividen los referéndums en diversas categorías: que si «de veto popular», que si «de iniciativa popular», que si «de arbitraje»... Una clasificación más realista conduce a considerar que hay dos tipos básicos de referéndums: los del Norte y los del Sur. Los del Norte -del paralelo 45 para arriba, más o menos- suelen ser pasablemente honestos. O por lo menos no es forzoso que no lo sean. Muestras de referéndums nórdicos: el que condujo a la separación de Suecia y Noruega, el que independizó Finlandia de Rusia, los que se realizan en Suiza cada dos por tres y el que acaba de celebrarse en Quebec.

Los referéndums del Sur son mucho más curisosos. Basta con examinar nuestra limitada experiencia para comprobarlo. Aquí tenemos, por ejemplo, el modelo fraguicida, exportable a todo tipo de dictaduras. El sistema es simple: el Gobierno propone que se vote a favor de algo; luego, persigue sañudamente a quienes están en contra; en fin, cambia a placer los resultados. La aplicación intensiva del método fraguicida suele tener un efecto curioso: a veces el número de síes escrutados es mayor que el de personas censadas. Se dice entonces que más que «unanimidad» hay «dos nimidades». Otro modelo hispánico, opuesto al anterior, es el ucedario, que consiste en convocar un referéndum en las condiciones idóneas para perderlo. Una cosa tan astuta sólo se le puede ocurrir a personas políticamente tan imaginativas como Adolfo Suárez, que es ese señor que ahora se disputa la «Gran Cruz del Mérito al Diseño de Nuestra Ejemplar Transición» con el Rey, Pedro Sáinz Rodríguez, Luis María Ansón, Alfonso Guerra (a) «Pizarrito de Suresnes», Torcuato Fernández Miranda, Victoria Prego, la CIA and many others. En fin, y más recientemente, con ocasión del debate sobre la OTAN, España ha aportado al mundo entero la demostración de que lo esencial para ganar un referéndum no es hacer valer las propias razones, sino formular adecuadamente la pregunta. Conforme a lo que ya se llama «el principio González», las preguntas de los referéndums deben empezar diciendo: «¿Es Vd. tan antiguo, estúpido y antipatriota como para apoyar esa imbelicidad según la cual...», etc.

Referéndums de autodeterminación.- Constituyen la variedad más compleja de este tipo de consulta. Aparentemente, la cosa es sencilla: consiste en que un pueblo, ejerciendo el derecho de autodeterminación que reconoce la Carta de las Naciones Unidas, vote para decidir si quiere seguir formando parte del Estado en el que está encuadrado o si prefiere formar un Estado propio. Pero para que eso pueda producirse es necesario que previamente el Estado al que ese pueblo pertenece reconozca que ese pueblo es un pueblo. Lo que puede ocurrir (caso de Canadá con Quebec) o no ocurrir (caso de Francia con Córcega, sin ir más lejos). Original como siempre, las leyes del Estado español hacen las dos cosas a la vez: atribuyen la soberanía, de manera indivisible, al «pueblo español», pero reconocen a vascos, catalanes y gallegos la categoría de «nacionalidades históricas».

¿Y eso cómo se come?.- Mejor no comerlo. Es muy indigesto.

¿Tan difícil resulta definir qué es un pueblo?.- En términos jurídicos, bastante. Por arriba y por abajo. El irlandés es un pueblo, pero ¿el del Ulster es otro? ¿Tiene derecho de autodeterminación el pueblo gibraltareño? ¿Y el de Crimea, mayoritariamente ruso dentro de Ucrania? A saber.

¿Y cómo se resuelve el lío?.- ¿Y quién dice que se resuelve? Normalmente se entabla un forcejeo: el que se quiere separar trata de ponerse inaguantable, y el que no acepta la separación hace como Cisneros y muestra sus poderes. A partir de eso, la variedad de posibilidades es amplia, y no siempre del todo incruenta.

¿Es cierto que Pujol y Arzalluz sienten envidia del referéndum de Quebec?.- No; en absoluto. Y no sólo porque los nacionalistas quebequeses hayan perdido el referéndum, logrando que el suyo sea el único país del mundo que ha votado en dos ocasiones contra su propia independencia. Tampoco les gusta nada -digan lo que digan- la idea de realizar en Cataluña y Euskadi referéndums de autodeterminación. Porque, si se celebraran, ¿con qué iban a amenazar a partir de entonces al Gobierno central?

Javier Ortiz. Zooilógico, El Mundo (5 de noviembre de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de septiembre de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/11/05 08:00:00 GMT+1
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