Lo que más me gustó de lo que dijo ayer José Zaragoza, secretario de Organización del PSC, para negar que su partido haya recibido un muy especial y muy sospechoso trato de favor de La Caixa a la hora de encarar los créditos que le tiene concedidos, es que ellos renegocian sus créditos, «como todo el mundo».
No me digáis que no es gracioso. Yo no debo ser de este mundo, porque nunca he renegociado ningún crédito. Y, de haberlo intentado, algo me dice que no habría conseguido que mis prestamistas aceptaran que pagara tarde y sin intereses.
Añaden los del PSC que el PP también ha conseguido que algunas entidades bancarias le condonen deudas. Dijeron que el Tribunal de Cuentas tiene documentos que revelan que sólo en 1992 los de Aznar consiguieron que les perdonaran 1,4 millones de euros de intereses impagados. Se refirieron también a las misteriosas donaciones anónimas que recibe el PP y que suman muchos cientos de miles de euros.
También eso me gustó, y hasta me hizo gracia, porque responde a la muy entrañable tradición celtibérica según la cual no hay nada mejor para librarse de una acusación que responder al acusador: «¡Pues mira que tú!». Es una falacia infantil, porque, obviamente, nada impide que ambos reproches den en el clavo, y que tanto el PSC como el PP hayan recibido sustanciosas dádivas de unas u otras entidades financieras, a la espera de que se las devuelvan en forma de favores políticos. Es de hecho lo más probable, porque los bancos no suelen dar euros a 80 céntimos y, si se muestran tan generosos con quienes tienen poder -o expectativas de poder-, seguro que es por algo. Ayer ERC aportó un dato ilustrativo: contó que La Caixa le amenazó en 1997 con embargar sus cuentas si no paralizaba una campaña contra los peajes de las autopistas. Y es que La Caixa es la principal accionista de Abertis, que controla dos tercios de las autopistas españolas de pago. El episodio puede valer como botón de muestra.
Lo que no me hizo ninguna gracia, en cambio, es lo que el señor Zaragoza afirmó a continuación. Dijo saber que Manuel Pizarro, presidente de Endesa, es uno de los «donantes anónimos» que alimentan las cajas del PP y de la fundación FAES, que preside Aznar.
Lanzó esa acusación y añadió acto seguido: «Que demuestren que no es verdad».
Eso está feo. Muy feo. Por mucho que uno quiera quitarse muertos de encima, no es ni lícito ni decente incurrir en algo tan burdo y tan contrario a las normas del Derecho como pedir al acusado que demuestre su inocencia. Los juristas llaman a eso «invertir la carga de la prueba». Resulta inaceptable en todo caso y circunstancia, y descalifica a quien lo hace. Es quien formula la acusación quien debe probarla, y si no es capaz, lo mejor que puede hacer es callarse.
Pero, quitando esos deslices menores, el asunto está resultando la mar de interesante. Con un poco de suerte, si se ponen a echarse la caca los unos a los otros, nos demuestran con fechas, cifras y nombres que, efectivamente, todos ellos están de caca hasta el cuello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de noviembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de noviembre de 2017.
Comentar