Chusco, todo el lío que se montó el miércoles con las declaraciones del Rey en la Pascua Militar a propósito de la negociación con ETA. Media hora después de que Aznar advirtiera «por segunda vez», la mar de enfadado, en plan a la tercera va la vencida, de que la violencia callejera puede hundir el proceso de diálogo, Don Juan Carlos afirmaba que es necesario continuarlo «con generosidad».
Estoy seguro de que el Rey no tenía la más mínima voluntad de contradecir a José María Aznar. Lo más probable es que creyera que estaba opinando prácticamente lo mismo que el jefe del Gobierno. Yo, al menos, no le atribuí ninguna segunda intención. Es más: ni siquiera le atribuí una primera.
Habrá quien aduzca que estas cosas le pasan al Rey por no dejar al Gobierno la exclusiva de los asuntos políticos, o sea, por salirse del ámbito de sus competencias. Pero también eso se lo disculpo: yo tampoco sé muy bien cuáles son sus competencias. ¿Las que dice la Constitución? El otro día, Alberto Piris me hizo ver cuán paradójica se muestra nuestra llamada Ley de leyes a ese respecto: por un lado, convierte al Monarca en «mando supremo de las Fuerzas Armadas» pero, por otro, asigna al Gobierno la dirección de la Defensa. De lo que se infiere que el jefe del Estado es un subordinado del presidente del Gobierno. Puaf.
La verdad es que no sé muy bien cuál es la función de ningún jefe de Estado, excepción hecha de los de las repúblicas presidencialistas, que tampoco me gustan, pero por lo menos se sabe a qué se dedican. Se dice de reyes y similares que no deben caer en banderías políticas, porque lo suyo es representar al conjunto de los ciudadanos. Pero no hay ni un solo asunto político en el que esté de acuerdo toda la ciudadanía de un país.
Será culpa mía, pero de veras que, hoy en día, tal como están las cosas, se me escapa por completo la concreta utilidad social del Rey. Hay estados de la Commonwealth -caso de Canadá, de Australia, de Nueva Zelanda- que funcionan en la práctica sin jefe de Estado, y no parece que esa carencia les acarree el menor problema.
Eso que se ahorran, en dinero y en líos.
Ahora, y ya al margen de lo dicho por el Monarca: para chuscos, todos los esfuerzos posteriores que se hicieron intentando tapar lo sucedido. Hubo agencias que se apresuraron a anular la noticia y diarios que cambiaron lo que ya tenían escrito. Les asustó dar cuenta de la discrepancia.
Qué gente. Si actúan así con esta pequeñez, imaginen de qué no serían capaces si se tratara de una noticia realmente importante.
Javier Ortiz. El Mundo (9 de enero de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de enero de 2012.
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