La fotografía fue tomada en 1904, pero Arthur -el Arthur que fuera- la compró convertida en postal y la envió en agosto de 1905. O sea, hace un siglo. Escribió: «Otra vista del pueblo viejo, con la Plaza de Toros». No es la Parte Vieja de Donostia, sin embargo, sino mi barrio, Gros, con la playa de la Zurriola al frente. En una de las villitas que se ven debajo, junto a la primitiva iglesia de San Ignacio, estaba el colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, donde este servidor de ustedes pasó su periodo de párvulo. Ya no existe, por supuesto.
Menos de un siglo antes, era el barrio entero el que prácticamente no existía, fuera de algún baserri suelto, como nos muestra esta (espantosa) reproducción de un grabado hecho por otro inglés, Wilkinson, en 1835, probable acompañante de las tropas inglesas que aparecieron por Donostia para cañonear a los franceses. Se supone que lo que se ve a la derecha, abajo, es la zona del Kursaal, que el arenal que se sitúa a este lado del viejo puente sobre el río Urumea es el comienzo de donde luego se levantaría Gros, y que el tal Wilkinson tomó su apunte del natural desde los promontorios en los que se iniciaba a la sazón el monte Ulía, más o menos por donde luego construyeron la Plaza de Toros.
A la derecha, Urgull y la Parte Vieja, fortificada, que concentraba el villorrio de entonces, y al fondo la bahía de La Concha, la isla de Santa Clara y el monte Igueldo.
Lo cual nos conduce, 170 años después, a esto que veis aquí arriba. Gros, 2005. Un barrio de postín postizo, con una enorme playa artificial -la natural casi desaparecía durante la pleamar-, con el horrible palacio multitusos del Kursaal, perpetrado por Moneo, y con un paseo de ésos que ahora se llaman «cosmopolitas».
La calle donde nací y viví hasta los 17 años es la que arranca a la izquierda, abajo. No está demasiado diferente.
¿Cuál es la tesis de este apunte? En realidad, no la tiene. He metido estas tres imágenes porque me apetecía hacerlo. Pero, puestos a buscarles algún ángulo de reflexión no estrictamente personal, me quedaría con una idea sobre la que ya he escrito en más de una ocasión, a saber: de la misma manera que mi cuerpo ha renovado muchas veces el total de sus células, de modo que ya no quedará ni una sola pieza original del bebé que asomó al mundo el 24 de enero de 1948 con las primeras luces del alba, y eso no impide que uno y otro seamos el mismo Javier Ortiz, mi barrio natal ha cambiado por entero su fisonomía, desde su existencia como mero arenal, que José Gros compró por 1.800 pesetas mediado el siglo XIX, hasta su conversión paulatina en el muy cotizado lugar que es hoy. Un lugar en el que por el equivalente de las 1.800 pesetas que pagó Gros hace siglo y medio es probable que hoy no quepa comprar ni una casa.
Pese a lo cual, es el mismo sitio.
Me diréis que, para acabar llegando al viejo παντα ρεí de Heráclito, he hecho un recorrido un tanto extraño. Pero oigo tantas veces decir a otros -y me oigo tantas veces decir a mí mismo- que qué pena lo que están haciendo con todo, que si nos roban los recuerdos, todo tan cerca del absurdo «cualquier tiempo pasado fue mejor», que no me parece mal imaginar que el río de Heráclito es el Urumea. Lo único, que mejor no tratar de comprobar en él eso de que «nadie se baña dos veces en el mismo río». Lo más probable es que con la primera ya baste.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de septiembre de 2009.
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