Contacto con un fontanero para que haga una pequeña reparación en mi casa. Viene. Pronto compruebo que es un hombre muy simpático, cosa que debería haber dado por supuesta, puesto que ha venido, y además a la hora fijada, en vez de darme plantón, según la muy acendrada costumbre de la mayoría de los de su gremio.
Mi insaciable curiosidad por los arcanos de las manualidades me empuja a quedarme cotilleando su trabajo. Para disimular, le doy conversación.
-Y usted, ¿de dónde es? -me pregunta al cabo de un rato.
-De San Sebastián -confieso.
-Bonita ciudad. Tengo muy buenos amigos allí -replica. Y tras una breve pausa:
-Y qué, ¿cómo cree usted que acabará aquello?
Aquello.
Voy al médico. Rellena mi ficha.
-¿Natural? -me pregunta.
Reprimo las ganas que me entran de castigar su laconismo contestándole: «No; artificial». A cambio, le doy el dato que espera.
-Hombre, San Sebastián. Qué ciudad tan bonita. Mis mejores amigos son de allí.
Está claro que San Sebastián es una ciudad muy bonita y que todo el mundo tiene grandes amigos en ella. Empiezo a sospechar que los donostiarras decidieron dedicarse en masa a las relaciones públicas en cuanto me fui. Quizá lo hicieron para rentabilizar mi marcha.
Me sonríe con abierta simpatía el doctor:
-Y qué, ¿cómo ve aquello?
Jopé, otro.
Aquí hay algo que no funciona. De un lado, escucho en la radio a montones de oyentes cabreados, que se quejan amargamente de que en las tertulias políticas sólo se habla de Euskadi, y, de otro, me topo cada dos por tres con gente empeñada en que pronuncie sobre la marcha largas peroratas acerca de las posibles derivaciones del contencioso de marras.
¿En qué quedamos? ¿Interesa? ¿No interesa?
Me pregunto si de lo que estarán cansados los oyentes de la radio no será tanto de que siempre se hable de lo mismo, sino de que siempre se diga lo mismo. Se repiten las mismas condenas -y los mismos insultos- hasta el más mortal de los aburrimientos. Y no sólo en las tertulias: hasta en los noticiarios. Ningún intento de comprender el criterio ajeno. Ni el más mínimo intento de explicar. ¡Pero si hasta a los ministros de Aznar los tratan cual peligrosos filoseparatistas!
Tal vez Euskadi interese. Quizá lo que aburran sean los mítines.
Javier Ortiz. El Mundo (27 de enero de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de enero de 2012.
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