La gran baza de José Stalin, lo que le dio una enorme ventaja sobre todos los demás líderes bolcheviques, fue que logró el control de la Secretaría General del partido, o sea, el control del aparato. De origen humilde, era evidente su resentimiento hacia los otros líderes del partido comunista, procedentes de familias acomodadas. El presumía de teórico, e incluso de culto -en su juventud llegó a publicar un poema en la revista georgiana Iberia, y en sus últimos años escribió hasta de lingüística-, pero su auténtica especialidad era el hábil manejo de los hilos desde la sombra, desde los despachos y los pasillos, lejos de las tribunas públicas.
Formidable conspirador él mismo, desde que se hizo con la máxima responsabilidad de la URSS vivió siempre bajo la obsesión de las conspiraciones en su contra. Para él, la disidencia era señal siempre de la existencia de torvos planes secretos. Estos casi nunca existieron fuera de su imaginación. Desde los «procesos de Moscú» al «complot de las batas blancas», pasando por la «purga» de la plana mayor del Ejército soviético en vísperas de la II Guerra Mundial y por la brutal persecución de los judíos, Stalin vivió la historia como una sucesión de conspiraciones en su contra a las que él, el paladín de los pobres, el padrecito de los pueblos, debía hacer frente en bien de la causa.
Hoy los especialistas ya no tienen dudas: Stalin era un paranoico de tomo y lomo. Lo que, bien mirado, no tiene nada de especial: está demostrado que la paranoia es una enfermedad mental que encuentra en la política un acomodo tan fácil como frecuente.
Luis Ramallo dice que Guerra ha perdido el juicio, y me pregunto si habrá llegado a esa conclusión tras reparar en el llamativo parecido que la personalidad del número dos del PSOE tiene con la de Stalin. Por mi parte, siempre he pensado que si Guerra no es un peligro social mucho mayor es porque nuestra realidad política no permite que los políticos con tendencias paranoides puedan desarrollarlas a lo bestia, como pudo hacerlo Stalin.
El juicio de Juan Guerra empieza el 15. Tal vez si ese Guerra pierde el juicio nos dé menos guerra ese Guerra que, según Luis Ramallo, ha perdido el otro juicio.
Javier Ortiz. El Mundo (10 de enero de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2011.
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Escrito por: .2011/01/16 12:12:45.620000 GMT+1