Emilio Guevara es expulsado del PNV y las campanas de los medios de comunicación con sede en Madrid tocan a rebato. ¡Hala, todos a hacer cola para entrevistarlo! El telediario de las 15:00 de TVE le dedicó... ¡cinco minutos! Apuesto lo que sea a que el día en que el bueno de don Emilio fallezca -quiera el destino que eso tarde mucho en suceder- no le concederán ni medio minuto.
Televisiones, radios, periódicos... Todos al alimón: ¡Viva Guevara!
Nótese que ninguno de estos guevaristas de ocasión se ha tomado el trabajo de reproducir el artículo de Prensa que ha motivado la sanción disciplinaria. Porque en ese artículo Guevara no se limitaba a mostrar sus discrepancias con la línea oficial del PNV, sino que llamaba abiertamente a la base militante a rebelarse contra la dirección del partido. Que me digan de un partido cuyos estatutos autoricen a montar rebeliones contra la línea decidida por la mayoría. O a tratar de montarlas, más bien, porque nadie en el PNV hizo caso del llamamiento del señor Guevara.
Me hacía gracia ayer cuando escuchaba, por ejemplo, a Iñaki Gabilondo decir que el PNV ha aplicado en este caso una «disciplina militar, más militar que la de los propios ejércitos». Lo decía desde los micrófonos de una radio propiedad del grupo Prisa, cuya dirección ha llegado a poner de patitas en la calle a un redactor de gastronomía que se permitió hablar mal de la comida expendida en un restaurante propiedad de un amigo de don Jesús Polanco. ¿Querrá Gabilondo que hablemos de la disciplina laboral de Prisa y la comparemos con la disciplina militante del PNV? Lo digo de Prisa, pero podría aplicárselo por igual a cualquiera de las empresas propietarias de los medios que tanto se han escandalizado por la expulsión del PNV de Emilio Guevara. Venga, hombre.
¿Ha hecho bien el PNV aplicando esta sanción disciplinaria? Supongo que no. Guevara no pasaba de ser una anécdota política. Hubieran podido mantenerlo en sus filas, así fuera como mera curiosidad, así fuera para evitarse este tragicómico despliegue mediático. Para mí que a Arzalluz le ha perdido, una vez más, la soberbia. Porque, aunque ya sé que la sanción no la ha decidido él -el PNV tiene para esas cosas un comité disciplinario, independiente de la dirección del partido-, dudo de que hubieran expulsado a Guevara si el EBB hubiera opinado que no valía la pena. La propia evidencia de que Guevara estaba buscando la expulsión para hacerse notar debería haber sido ya suficiente motivo para no acordarla.
Otro punto gracioso: todo esto sucedía el mismo día en el que la comisión de Derechos y Garantías del PP gallego decidía abrir un expediente disciplinario a Elena Ramallo, concejala del Ayuntamiento de Sada (A Coruña), acusándola de haber divulgado documentos sobre varias cuentas de gastos de Ramón Rodríguez Ares, senador del PP y alcalde del municipio, pagadas con cargo a las arcas municipales. La corporación municipal abonó el combustible y los desplazamientos por autopista de un automóvil que utiliza habitualmente una hija del alcalde. El senador también cobró del Ayuntamiento los gastos de un viaje a Nueva York y la estancia en el hotel Hilton de él y otra persona no identificada, viaje cuyo motivo Rodríguez Ares dice no recordar. El PP gallego ha considerado que las manifestaciones de Elena Ramallo sobre la gestión del alcalde constituyen una falta muy grave y, en tanto no se resuelve el expediente, ha pedido a los órganos nacionales del partido que sea suspendida de militancia.
Ahí no hay «inquisición», ni «caza de brujas», ni «estalinismo». Ahí, en realidad, ni siquiera hay noticia: muchos medios han prescindido del hecho, y otros le han dado un tratamiento minúsculo. Tal vez para no quitarle espacio a Guevara.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (30 de enero de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de febrero de 2017.
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