Tragediología: Como es bien sabido, el argumento del Hamlet de William Shakespeare (La trágica historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca) no es original. Las Historiæ Danicæ de Saxo Grammaticus ya ofrecieron, allá por el año 1200, una primera versión de la leyenda de Amlet (sic). Su historia fue retomada casi tres siglos después por François de Belleforest, y luego por un tal Thomas Kyd, del que se sabe que escribió un Hamlet anterior en unos años al de Shakespeare. Este puso a punto su tragedia poco antes de 1600. Ha sido necesario esperar otros tres siglos para que aparezca una nueva versión: es La trágica historia de Gonzámlet, príncipe de Galamarca, que se representa en estos momentos en el escenario patrio con gran éxito de público y crítica.
Parecidos y diferencias: El punto esencial de la obra de Shakespeare, ausente en todas las versiones anteriores, es la terrible duda que atormenta al protagonista, fruto de su incapacidad para traducir en un simple acto la totalidad de sus muy complejas y encontradas reflexiones. Este aspecto se conserva en Gonzámlet. A cambio, la obra española varía en un punto clave: Gonzámlet no sufre por ninguna villanía que hayan hecho otros. En realidad tampoco sufre por las que ha cometido él. Su angustiosa duda es si debe continuar en Palacio o huir hasta que el recuerdo de sus desmanes se desvanezca.
Deudas literarias: Gonzámlet toma prestados numerosas situaciones y diálogos de la obra de Shakespeare. Así, la aparición de un espectro (en este caso, el de Pablo Iglesias), que pide venganza por los crímenes cometidos. También se conservan dos ideas clave, latentes en todo la obra de Shakespeare: que allí donde hay Poder hay conspiración, y que donde hay sed de Justicia hay fracaso.
En cuanto a los diálogos plagiados, he reparado en los siguientes, tomados tal cual de la obra de don Guillermo Shakespeare:
Dice Barnardo, personaje que en la versión española corresponde al juez Garzón: «¡Oh, háblame! Si es que conoces el destino de nuestro pueblo y puedes llegar a evitarlo, ¡háblame! Si escondiste riquezas de usura en el seno de la tierra... ¡háblame! ¡Detente!». (Parece que el autor español quería poner «¡Detente... o te detengo!», pero le hicieron ver que para eso necesitaba un suplicatorio).
Anota Horacio (Julio Anguita en la obra española): «Salió huyendo como alma culpable que teme comparecer». Pero no queda claro a quién se refiere.
Acto II, escena 3ª. Gonzámlet lee el Programa 2000. Entra Pérez Rubalcaba (Polonio) y le pregunta: «¿Qué estás leyendo, señor?». Gonzámlet contesta: «¡Palabras, palabras, palabras!».
En la obra de Shakespeare, Hamlet inquiere a Rosencrantz: «¿Qué noticias traes?». Y éste le contesta: «Ninguna, señor, excepto que el mundo es cada vez más honesto». A lo que Hamlet replica: «Entonces es que se acerca el Juicio Final».
En la obra española hay ligeras variaciones. Lo que Solana-Rosencrantz contesta es: «...excepto que El Mundo es cada vez más molesto». De ese modo se explica mejor que Gonzámlet se ponga a hablar del Juicio Final.
Curiosamente, en Gonzámlet no figura el inicio del celebérrimo monólogo «Ser o no ser...». A cambio sí lo que dice Hamlet algo después: «¡Ven, consumación, yo te deseo! ¡Morir, dormir, dormir, tal vez soñar...! ¡Ay, qué difícil!».
A Carmen Romero le toca recitar el lamento de Ofelia: «¡Flor y esperanza del Reino, espejo de la elegancia, modelo de gallardía, blanco de todas las miradas...! ¡Y todo arruinado!».
Pero el pasaje más importante que Gonzámlet plagia de Hamlet es el que da fin a la obra de Shakespeare. Anguita-Horacio recita: «Dejadme decir, a todos cuantos lo ignoren todavía, la forma en que todo esto acaeció. Tendréis así conocimiento de los actos de sangre, de infamia y contra natura, de las sospechas sin fundamento, de muertes fortuitas, de otras acaecidas por fuerza o consumadas con la astucia; y, como consecuencia de todo ello, de otras que por error se volvieron contra sus autores...».
Telón. El final de la obra española es, de todos modos, muy diferente al de la tragedia de Shakespeare. Gonzámlet se libra del castigo. Con la complicidad de cómicos y pregoneros, previamente sobornados, hace ver que sus felonías fueron meras travesuras, cuando no desinteresados servicios a la colectividad. Entonces corta tranquilamente la cabeza de Aznar-Laertes, la mete en una urna y cae, lentamente, el telón.
Javier Ortiz. Zooilógico, El Mundo (10 de diciembre de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de septiembre de 2013.
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