González no quiere que haya un referéndum sobre los acuerdos de Maastricht. Teme que lo mismo la gente se deje llevar por una moda -la danesa, en concreto- y vote mal, o sea, que se oponga al tinglado que él pactó con sus colombroños comunitarios.
Al punto ha habido quienes han afirmado que este miedo declarado del jefe del Gobierno es signo de la debilidad de sus convicciones democráticas. «¿Cree acaso que los ciudadanos españoles deciden su voto en función de modas?», se interrogan los críticos, indignados.
Por una vez -dejando constancia de paso con ello de mi falta de sectarismo, romperé una lanza flamenca en favor de González. Los que dirigen contra él esa acusación o están en Babia o se han vuelto unos hipócritas de tomo y lomo.
Repasemos la Historia reciente. ¿Creen que cuando la ciudadanía votó la Constitución tenía una idea exacta de lo que estaba aprobando? Si cada ciudadano hubiera tenido que pasar un examen sobre el texto de la Carta Magna antes de ser reconocido como votante, ¿cuántos habrían aprobado esa selectividad? Cientos de miles, quizá millones, votaron algo que habían oído decir que resultaba más moderno, más «europeo». De una moda, en suma.
González sabe de qué habla. Sabe que, cuando él mismo logró los votos necesarios para convertirse en presidente del Gobierno, tuvo el apoyo de muchos que lo único que sabían de su persona es que exhibía un aire aparentemente simpático, que le habían visto muy seguro de sí mismo en la televisión y que lo suyo era «el cambio», según decían los anuncios vistos y oídos hasta la saciedad semana tras semana. ¿Cuántos habían leído el programa electoral del PSOE y creído en él? Una cosa es temer las fórmulas que «superan» la democracia y otra creerse que la mayoría vota con conocimiento de causa. González tiene conciencia de que, del mismo modo que él venció apoyándose en un lema razonablemente de moda -«el cambio», pueden salirle ahora otros que, aprovechando que los mensajes del Gobierno socialista se venden mal, le ganen en las urnas proponiendo otros lemas con más gancho. A mí se me ocurren varios. Y en todos figura la voluntad de no ser el suburbio de Europa.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de julio de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de julio de 2012.
Comentar