Si el problema de Maastricht fuera como el que se planteó en su día con la Plaza Mayor de Chinchón -pintarla de azul o de verde-, es poco probable que Felipe González se emperrara en no celebrar un referéndum.
Lo nuestro con lo de Maastricht se parece en un punto a la duda de los habitantes de Chinchón: nosotros también tendremos que soportar a diario el resultado de la decisión adoptada. Pero hay dos diferencias fundamentales. Una es que los chinchonenses, si acaban arrepintiéndose, pueden volverse atrás. La otra es que lo de la Plaza de Chinchón es muy sencillo.
El Tratado de Maastricht, en cambio, es un lío, y el problema de Maastricht -las repercusiones de la aplicación de ese Tratado sobre la realidad internacional y local, todavía más. González no lo dice, pero es evidente que lo piensa: le parece un sinsentido pedir al pueblo llano que decida sobre una cuestión que la inmensísima mayoría no está en condiciones de entender, porque carece de los conocimientos necesarios.
Su preocupación es ésa y no, como pretende, que el número excesivo de referéndums acabe por minar la democracia representativa. El no puede pensar tal cosa, porque creer que hay un peligro de exceso de referéndums en un país que ha celebrado tres en los últimos quince años resulta una perfecta tontería, y a González se le puede considerar muchas cosas, pero no tonto.
A González, como a la mayor parte de los europolíticos, le parece una pejiguera la manía que tienen las gentes ignorantes de opinar sobre cosas cuya complejidad se les escapa. Para ellos, lo que hace falta es «democracia representativa», que es la posibilidad que se le da al personal de elegir de vez en cuando a unos u otros políticos para que éstos puedan gobernar y decidir por su cuenta, sin que nadie les moleste.
González no ve por qué habría de convocar un referéndum sobre Maastricht. ¿Que es un asunto clave para nuestro destino? Qué tontería: él está harto de tomar resoluciones decisivas para el destino de todos, y nunca las ha consultado. ¿Por qué iba a hacerlo en este caso?
«En Chinchón, anís, plaza y mesón». Yo, cuando oí que citaba a Chinchón, no pensé que iba a hablar de la plaza, sino del anís.
Javier Ortiz. El Mundo (5 de septiembre de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de septiembre de 2010.
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