Imaginémonos la cosa: Julián Sancristóbal, en lugar de reaccionar como auguraban el jueves Ricardo y Nacho y negar que fuera suya la voz de quien habló con José Amedo el 21 de noviembre, va y reconoce ante el juez que efectivamente estuvo en el ajo de los GAL, y que Felipe González también, aunque esto último no puede certificarlo porque no lo sabe de primera mano, sino por confidencia de Ricardo García Damborenea. ¿Cuál sería en ese caso la reacción oficial? Yo se lo digo: saldrían en tropel afirmando que jamás habrían creído semejante cosa de Sancristóbal; que se sienten decepcionados y traicionados; que está claro que el ex director general de la Seguridad del Estado se ha decidido a bailarle el agua a Garzón para conseguir un trato de favor, y que, de todos modos, hace tiempo que habían notado que este hombre daba síntomas de ser un tipo débil y con notable apego al dinero, lo que explica que haya sucumbido a la oferta económica con la que sin duda le tentó El Mundo.
Pero continuemos con el juego. Imaginemos que, unas semanas después -ya saben ustedes que las cosas de palacio van despacio-, el propio Ricardo García Damborenea se decide también a confesar, y reconoce que la idea de montar los GAL fue cosa suya y de Julián Sancristóbal, pero que quien dio luz verde al asunto fue González, al que él expuso el plan con todo lujo de detalles. ¿Qué harían entonces los otros? Pues lo mismo que con Sancristóbal: echarse las manos a la cabeza, decir que parece mentira, que qué barbaridad, aunque, de todos modos, no podía esperarse otra cosa de alguien que es votante convicto y confeso del PP.
Prosigamos el juego e imaginemos que la cascada de confesiones sigue, y que, después de estos dos, cantan Álvarez y Planchuelo, y que luego canta Vera -y, ya de paso, también su suegro-, y que todos dicen que ellos intervinieron, sí, pero sólo por obediencia debida, porque lo mandaba el gran jefe, y que luego sale Barrionuevo, y tres cuartos de lo mismo. No tengan ustedes la menor duda: de todos ellos diría Felipe González que jamás hubiera imaginado que fueran capaces de tanta villanía, pero que, de todos modos, qué se podía esperar de individuos que fueron cómplices del asesinato de casi treinta personas y que, además, cómo creer ahora a gente que admite haberse pasado diez años mintiendo.
De verdad: aunque confesara toda la Comisión Ejecutiva, y todo el Federal, y aunque cantara cual orfeón la dirección del PSOE de Vizcaya en pleno, con Redondo Terreros como solista, y aunque lo hiciera incluso Juan Alberto Belloch, que entonces no estaba pero que luego se ha enterado de mucho, González seguiría diciendo lo mismo: «Me engañaron. Pero dejemos trabajar a los jueces y esperemos a que dicten sentencia».
El sólo quiere seguir en sus trece. A ver si llega a catorce. Y a quince.
Javier Ortiz. El Mundo (13 de mayo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de mayo de 2012.
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