Cuando un gobierno actúa de modo innoble y ruin, lo más fácil, lo que tiene buena acogida segura en el auditorio, es culparlo de obrar «en contra del pueblo». Se parte de la reconfortante idea de que el pueblo es esencialmente justo y seráfico. El mal le es, por naturaleza, ajeno.
Frente a esta concepción de la política, demagógica -en el sentido de que dice lo que la mayoría desea que le digan-, se eleva el criterio desazonante de quienes afirman que, en el fondo, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.
No comparto esa formulación. Me parece innecesariamente brutal: suena a condena. Sí tengo el firme convencimiento, a cambio, de que ningún gobierno, por tiránico que sea, puede perdurar si el pueblo no lo tolera.
Se proclama, por ejemplo: «El pueblo español estuvo sometido durante cuarenta años a una cruel dictadura». Y no es exacto. Es sin duda cierto que la dictadura de Franco fue muy cruel. Y es no menos verdad que el pueblo estuvo sometido a ella. Pero, si lo que se pretende es dar a entender que el pueblo se opuso a esa situación, entonces se incurre en una falsedad histórica monumental.
Empecemos precisando de qué hablamos cuando nos referimos a «el pueblo». El pueblo -todo el pueblo- no hace nunca nada. Y menos todavía en España, donde no hay un pueblo, sino varios. Al hablar de lo que «el pueblo» hace, desea, necesita, etc., estamos refiriéndonos a su mayoría. Hubo muchos ciudadanos que se opusieron a la dictadura de Franco y la combatieron, incluso a riesgo de sus vidas. Pero la mayoría no obró así. Entiéndaseme: no digo que la mayoría estuviera a favor del franquismo. Lo que afirmo es que no estuvo en contra. Lo toleró, en suma. Víctima del miedo -de los muchos miedos posibles: a perder la vida, a ir a la cárcel, a quedarse sin trabajo, a que sus familiares sufrieran represalias: miedo incluso a pensar-, la gran mayoría del pueblo se mantuvo políticamente muda e inactiva. En ese sentido, cabe afirmar que la dictadura de Franco pervivió durante cuarenta años porque el pueblo lo consintió.
Acerquémonos al presente. ¿Cree alguien seriamente que los crímenes de los GAL fueron solo cosa del «señor X» y un puñado de malhechores más? Si la mayoría del pueblo español hubiera estado real, radical, insobornablemente en contra, habría dado rápida cuenta de ellos. Y que nadie apele a la ignorancia: quienes quisimos saber supimos bien pronto.
El Gobierno del PP ha decidido encubrir ahora a sus antecesores manteniendo en secreto los papeles de la guerra sucia del Estado. Me parece evidente que, si lo hace, es porque sabe que la mayoría se lo va a consentir. El sondeo de este diario dice que muchos ciudadanos desaprueban esa decisión de Aznar. Da igual: es una oposición pasiva, tolerante, sin traducción política.
No lo duden: la maldad de los gobiernos se expande hasta ocupar todo el espacio que deja libre la tolerancia de los pueblos.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de agosto de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de agosto de 2011.
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