¿Por qué hay que aislar a Gil y al GIL? «Son mafiosos», dicen. ¿Mafiosos? ¿En qué sentido? Si de lo que les acusan es de tener vínculos con la Mafia italiana, les basta con probar esa imputación y habrán resuelto el problema. La Justicia se encargará de aislarlos del todo. En un establecimiento penitenciario.
Pero si les acusan de mafiosos en sentido figurado, en referencia a su estilo tosco y expeditivo y a su gusto por encarar los problemas políticos combinando amenazas y talonario, entonces ya la cosa se complica bastante más. Porque, si puede ser cierto que Gil doblega voluntades alternando el palo y la zanahoria, no menos cierto es que dista de ser el inventor del método. ¿Cuántas súbitas adhesiones no se han logrado en el pasado reciente de este país a base de generosas promesas de cargos o contratos, alternadas con el apercibimiento de que «el que se mueve no sale en la foto»? ¿Por ventura son los de Melilla y Ceuta los primeros tránsfugas que ha conocido eso que los cursis llaman «nuestra joven democracia»?
«Se empieza matando niños y se acaba yendo al teatro», dice la humorada. ¿Qué peso tiene lo que se le reprocha a Gil, comparado con los GAL, Filesa y el resto? Hace falta poseer una jeta de cemento para poner reparos éticos a Gil cuando se carga con esa herencia.
El rechazo que suscita el artilugio constructivo-recreativo-político de Gil en buena parte de la opinión pública española no procede de ningún repelús moral: ha tragado carros y carretas harto mayores. Claro que hechas con más estilo. Más finamente. Con mejores modales.
Hay un montón de gente que se interesa más por la estética que por la ética. Y si se topa con un tipo que justifica los crímenes de los GAL con citas de Emmanuel Kant y fondo musical de Gustav Mahler, se le cae la baba. Pero le pone de los nervios que venza en las urnas un mangarrán que hace faltas de ortografía hasta cuando habla.
De todos modos, el horror que causa Gil en los integrantes de la clase política es más hondo. Les da igual que sea un desaprensivo; lo que les preocupa es que lo sea por su cuenta. Y que su demagogia patanesca pueda llegar a prender en los amplios sectores marginales que genera nuestra sociedad del supuesto bienestar. El PSOE creyó que podía usarlo para robar votos al PP -y creyó bien-, pero ha comprobado que por las mismas puede meterse en su redil y robarle las ovejas. Ahora también lo teme.
Más que esforzarse en aislarlo, deberían preguntarse por qué les está robando la cartera. Y, ya de paso, tampoco estaría mal que se acordaran de cómo llenaron ellos la cartera que Gil les roba ahora.
Javier Ortiz. El Mundo (14 de agosto de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de agosto de 2010.
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