«Si Alfonso Guerra es el pasado, Felipe González también es el pasado. Lo mismo que Joaquín Almunia: los tres entraron el mismo día en el Gobierno». Juan Carlos Rodríguez Ibarra cree que con esta argumentación prueba que su bien amado Guerra no está pasado. Pero se equivoca. Lo único que demuestra es que los tres aludidos pertenecen a la misma época.
Ninguno de ellos podría dirigir la renovación del PSOE. Nombrar para que mande sobre un tinglado a alguien que está en él desde hace 30 años puede ser una idea muy buena, incluso maravillosa, pero desde luego no renovadora.
González es el pasado. Guerra es el pasado. Almunia es el pasado.
Yo también soy el pasado.
Todos nosotros formamos parte de una generación singular, que cuando fue joven reclamó muy airadamente a sus mayores que ahuecaran el ala y dejaran el timón de la sociedad, pero que, cuando ella misma se ha hecho mayor, se aferra desesperadamente al poder. Al poder en todas sus expresiones: no sólo al político.
Por supuesto que la ambición de González, Guerra, Almunia et alii no se explica sólo en función de peculiaridades generacionales. La sed de mando y el mesianismo existen desde que el mundo es mundo. Parece claro que Franco no mantuvo su caudillaje hasta la muerte porque perteneciera a la generación del 68. Pero es un hecho que hay generaciones más proclives que otras a dejar paso a las siguientes. Y lo que es la nuestra no parece tener la menor gana.
Sin embargo, es un hecho que hemos perdido comba. En todo.
Lo noto por mí mismo. Hasta mis gustos cinematográficos se han quedado viejos. Literalmente. El otro día vi una película con Paul Newman, Gene Hackman y James Garner. Madre de Dios: todos abuelos. Buenísimos actores -de hecho ellos salvaban la película, que era pasablemente mala-; pero viejísimos.
Me dije: «Ahí tienes a tus héroes. Ya estás como cuando tu madre hablaba de Mary Pickford y a ti te sonaba a chino».
No me atrevería a afirmar que la realidad actual sea mucho mejor que la que nos marcó a nosotros de modo indeleble, fijando nuestros puntos de referencia vital, nuestros gustos, nuestra manera de hablar, nuestro modo de ver, nuestros horizontes. Pero, mejor o peor, el caso es que es otra. Y está pidiendo a voces otros protagonistas.
González, Guerra y Almunia deberían renunciar a controlar el PSOE. Por todo lo que han hecho -que no es poco-, pero también porque ya forman parte del pasado.
No pediré que otros hagan lo que yo no estoy dispuesto a hacer. Me comprometo solemnemente ante ustedes... a no mandar en el PSOE.
Javier Ortiz. El Mundo (3 de julio de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de julio de 2012.
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