El pasado martes, el columnista de El País Hermann Tertsch escribía, a cuento de la retirada israelí de Gaza: "Independientemente de causas y efectos, la retirada de Gaza, su debate en el seno de la sociedad y del Parlamento de Israel demuestran, de forma nada paradójica, la grandeza de los ideales de este Estado en el momento de renunciar a lo que para muchos de sus ciudadanos era uno de sus principales valores. Todos los intentos de socavar el Estado y la democracia invocando "derechos históricos o bíblicos" han fracasado ante la firmeza de los defensores del sistema parlamentario. Y todo ello en el marco de una creciente efervescencia en todo el mundo islámico en el que el fanatismo antijudío y antioccidental intenta movilizar a las sociedades fracasadas contra las democráticas, libres y prósperas. Las sociedades europeas comienzan a ser conscientes de que tienen, como Israel, un enemigo mortal en su entorno y en su seno que no tiene otra reivindicación que negarles el derecho a la existencia en libertad y seguridad. Quizás ahora les sea más fácil valorar temores y esperanzas de un Estado que vive así desde su fundación. Y aplauda la gesta democrática que es, no ya la retirada en sí, sino el alarde de firmeza del Estado de derecho que la ha precedido".
Perdón por lo extenso de la cita, pero no he visto modo de abreviarla sin mutilar la posición de conjunto de este ex corresponsal reconvertido en opinante.
Tertsch es libre de admirar el sionismo ultra de Ariel Sharon. Allá cada cual con sus gustos. Su libertad no le ampara, sin embargo, cuando engaña a quienes le leen. Él sabe, y oculta, que lo que llama «la grandeza de los ideales del Estado de Israel» ha incluido desde sus inicios el supuesto derecho -inaceptable e inaceptado por las leyes internacionales- a ocupar por la fuerza territorios ajenos y colonizarlos. Sabe que la presencia de Israel no ya sólo en Gaza, sino también en Cisjordania y parte de Jerusalén, es ilegal. Es disparatado pretender que un Estado de Derecho pueda tener la ilegalidad como fundamento.
Supongo que Tertsch no se da cuenta de que, cuando habla de las sociedades que cuentan con «un enemigo mortal (...) que no tiene otra reivindicación que negarles el derecho a la existencia en libertad y seguridad», está definiendo con exacta propiedad lo que representa el sionismo israelí para la sociedad palestina. Porque es un hecho bien sabido que Israel niega el derecho de Palestina a existir en libertad y seguridad. Sólo está dispuesto a tolerarle una existencia parcial y bajo tutela.
Muchos conciudadanos nuestros ignoran hasta qué extremos llega el fanatismo sionista. El País publica hoy una crónica del desalojo de Gaza que, sin necesidad de cargar las tintas, limitándose a constatar hechos, ofrece un retrato del extremismo de la población israelí que los Sharon y compañía procuraron instalar en los territorios ocupados.
El desalojo de Gaza no es fruto de ninguna entrada en razón de los gobernantes israelíes, sino el resultado de una reflexión hecha calculadora en mano. Conceder tutela militar a menos de 10.000 colonos israelíes instalados en una zona habitada por más de un millón de palestinos constituía una sangría económica -no sólo económica, pero también y muy destacadamente económica- imposible de sostener a medio plazo. Sharon ha tomado la decisión de desalojar Gaza sabiendo que era lo que más convenía a sus intereses y confiando en que esa calculada medida fuera aprovechada por sus propagandistas para pintarlo como un hombre razonable y buscador de la paz. Que es lo que han hecho Tertsch y los muchos Tertsch que nos rodean, capaces de considerar a la vez, por ejemplo, que es inaceptable que Irán desarrolle un programa nuclear pero que, a cambio, resulta tranquilizador que Israel cuente con armamento nuclear.
Así se escribe la Historia.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de agosto de 2009.
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